Trump difícilmente logrará cumplir lo que prometió. Ya dijo que
deportará “solamente” a 3 millones (misma cantidad de deportados por Obama), el
muro se está convirtiendo “en vallas en algunos lugares”. Pero lo que sí ha
logrado es desencadenar los extremos sentimientos de odio hacia mexicanos,
musulmanes, homosexuales y feministas. Ha soltado pues, a los peores demonios
que agazapados estaban esperando una oportunidad.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El día de las elecciones estadounidenses supe que Trump las ganaría,
cuando a las 9 de la noche me percaté que el índice de la Bolsa de Nueva York estaba
descendiendo. Finalmente, la candidata del gran capital global era Hillary
Clinton y Trump era visto como peligroso para este gran capital. Supe también
que no era para tanto, cuando percibí que al
día siguiente el referido índice ya estaba subiendo. El filofascista
ganador de la justa presidencial estadounidense ya empezaba a enviar señales
tranquilizadoras y no ha dejado de hacerlo desde que triunfó. ¿Por qué un
millonario puede resultar tan peligroso para sus congéneres?
La respuesta está en que Trump ganó la presidencia (que no el voto
popular) porque se montó en el descontento acumulado por el neoliberalismo que
se empezó a aplicar en su país, desde que Reagan llegó a la Casa Blanca. Las
políticas neoliberales desmantelaron el sueño americano (casita propia, trabajo
estable, auto, vacaciones pagadas y jubilación decorosa). La crisis de 2008 que
empezó en Estados Unidos de América y se propagó mundialmente, acabó de
enterrar ese sueño. Desde antes de dicha crisis se observaba la tendencia que
llevó a más de 60 mil establecimientos industriales a cerrar por la quiebra o
porque sus propietarios llevaron sus inversiones a países de mano de obra
barata. El desempleo no ha cesado de crecer y hoy llega a 17 millones de
personas en paro y muchos millones más
en precariedad laboral y sueldos miserables. Casi dos terceras partes de los
estadounidenses tienen una capacidad de ahorro ínfimo y buena parte de los
estudiantes universitarios al egresar están endeudados por años para pagar su
educación. En 2011, tres millones de personas habían perdido sus casas desde el
comienzo de la crisis y millones más las perderían en los años siguientes. Las
aventuras bélicas imperialistas contribuyeron a un endeudamiento astronómico:
60 billones de dólares a fines de 2013, un 25% de la deuda mundial.
Trump prometió gravar las importaciones chinas y mexicanas, castigar
con impuestos a empresas que se llevaran sus inversiones fuera de los Estados
Unidos, exigir que los aliados del imperio también pagaran por las guerras
imperiales, deportar 11 millones de indocumentados que supuestamente les quitan el empleo a los
estadounidenses, construir un muro para frenar la estampida migratoria que el
neoliberalismo ha provocado en el sur. Logró el apoyo de la ultraderecha
defendiendo la libre venta de armas (pese a las masacres que ocasionan en manos
de lunáticos), atacando la reforma de salud de Obama (la cual piensa
desmantelar), denostando el derecho de las mujeres a decidir, agitando el
racismo, la xenofobia y la homofobia.
Trump difícilmente logrará cumplir lo que prometió. Ya dijo que
deportará “solamente” a 3 millones (misma cantidad de deportados por Obama), el
muro se está convirtiendo “en vallas en algunos lugares”. Pero lo que sí ha
logrado es desencadenar los extremos sentimientos de odio hacia mexicanos,
musulmanes, homosexuales y feministas. Ha soltado pues, a los peores demonios
que agazapados estaban esperando una oportunidad.
Ahora, les ha llegado.
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