En el Encuentro Mundial
de Solidaridad con Cuba el 25 de noviembre de 1994, Fidel expresó en su
discurso de clausura algunas reflexiones sobre la democracia; éstas son
vigentes a propósito de la elección del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
Hillary Clinton y Donald Trump. |
Los recientes meses de
campaña electoral en los Estados Unidos han sido suficientes para que el Coloso
del Norte dé una vez más cátedra de lo que es la democracia. Más transparente
no pudo ser; tanto Donald Trump como Hillary Clinton derrocharon gajes del
oficio: insultos personales, develaciones íntimas, acusaciones de corrupción,
comprometidos con los negocios de las guerras y las armas, vinculados a las
grandes transnacionales que controlan la agenda económica y política de EEUU
con el resto del mundo, etc.); esta vez el show no tuvo límites, llegó incluso
a extremos que ni siquiera el propio George W. Bush -catalogado por propios y
extraños como el presidente más ignorante de la historia estadounidense-,
llegó.
En la campaña electoral
a la presidencia ni Trump ni Clinton le ofrecieron algo diferente al mundo (el
presidente de los Estados Unidos se cree amo del mundo). De lo que la humanidad
está segura es que el Imperio encabezado por el magnate realizará nuevas
invasiones, inventarán nuevos enemigos, hará más guerras y querrá adueñarse de
todas las riquezas del planeta. La diferencia con Obama -el saliente Premio
Nobel de la Paz-, estriba en que éste asumía poses de bonachón, demócrata y
negociador al mismo tiempo que enviaba sus soldados a las guerras; en cambio
Trump desatará las mismas carnicerías -que su antecesor-, pero lo hará con
trasparencia y con su “buen” rostro de degollador.
¿Algo dijeron en la
campaña Clinton y Trump del desarrollo de América Latina? Nada. No sólo que no
la conocen, sino que tampoco les importa su desarrollo; América Latina solo les
interesa para seguir saqueando su biodiversidad, destruyendo el hábitat y
continuar explotando a los latinoamericanos. En todo caso el plan se viene
desarrollando a la perfección desde hace varios años de la mano de Barack
Obama, cuya administración ha estado detrás de los golpes duros y/o suaves,
logrando sacar del poder a Manuel Zelaya en Honduras (2009), a Fernando Lugo en
Paraguay (2012), dividir a la izquierda y colocar al pichón de capataz
Mauiricio Macri en Argentina, desestabilizar al gobierno de Dilma Rousseff ,
sacarla del poder sin ninguna motivo y poner en su lugar al servil traidor
Michel Temer, y continúan las guerras mediáticas contra el presidente Nicolás
Maduro, Evo Morales y Rafael Correa. Aunque estos tres han sido elegidos
democráticamente, el Imperio los tilda de antidemocráticos. Sólo ellos son
ejemplo de democracia.
En aquél Encuentro de
1994 Fidel se refirió a esa farsa de democracia que ventilan en el Norte: “De
verdad, se lo aseguro, se lo juro, que no le hemos puesto a Estados Unidos como
condición para normalizar las relaciones que renuncien a ese sistema. Calculen
que le digamos que tiene que votar, por lo menos, el 80% de la gente; el 38%
decidió votar y se acabó, y los demás dijeron: “Me voy para la playa”, o “me
voy para el cine”, o “me voy a descansar en mi casa”. Eso ocurre entre los
“campeones” de la libertad, de los derechos humanos y de los derechos civiles.”
Como si hubiera sabido
lo que iría a suceder el 2016, hace veintidós años dijo: “¿Qué democracia es
esa que exige ser millonario para poder contar con todos los recursos con que
hablar y persuadir a la gente para que lo voten?, y después no se acuerda más
de ellos hasta las próximas elecciones a los cuatro o cinco años, no cuenta con
ellos ni una sola vez nunca más, se olvidó.”
El show ha concluido, y
ni Clinton ni Trump representaban los intereses del pueblo estadounidense;
ambos encarnaban la naturaleza imperial. ¿Por qué tanta nostalgia por la
derrota de Hillary Clinton? ¿Ya se olvidaron de las falsas ilusiones que les
despertó Obama? Los Estados Unidos son un Imperio, y no importa quién llegue y
cómo llegue a la Casa Blanca; su trabajo es administrar ese Imperio por cuatro
años.
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