Manuel Antonio Noriega,
quien falleció este lunes 29 de mayo a los 83 años, fue un presidente panameño,
un muy valorado agente de la CIA, pero cayó en desgracia después de ser acusado
de narcotráfico y finalmente fue derrocado por una invasión genocida de Estados
Unidos.
Manuel Antonio Noriega |
Álvaro Venzi
Rangel / ALAI
La vida de Noriega -
recluido en un hospital desde marzo tras operarse de un tumor cerebral- fue una
permanente fuga hacia adelante. De él se dice que ayudó al capo del Cartel de
Medellín Pablo Escobar –y también a Gonzalo Rodríguez Gacha, los hermanos
Ochoa-, mientras complacía a la CIA y la DEA y apoyaba a desestabilizar al
gobierno sandinista. Mantenía relaciones con el líder cubano Fidel Castro y con
múltiples servicios de inteligencia.
Claro, en medio de esa
carrera hubo asesinatos, dudosas fortunas, condenas por narcotráfico, una
invasión militar y denuncias de traiciones desde todos los sectores.
Luego de cumplir 17 años
de condena en Miami, la justicia francesa, que lo había juzgado en ausencia, le
condenó a diez años de prisión por lavado de dinero, ya que había enviado a
Francia tres millones de dólares, los que se atribuyeron a pagos de los
cárteles colombianos de la droga. Noriega rechazó la acusación y aseguró que el
dinero lo recibió como herencia de su hermano mayor, de los ahorros de su
esposa y de los pagos recibidos de la CIA.
El hijo del
narcotraficante colombiano Pablo Escobar, quien vive en Argentina bajo el
nombre de Juan Sebastián Marroquin, señaló a la agencia EFE que su padre “le
entregó (a Noriega) cinco millones de dólares para permitirle operar en Panamá,
montar laboratorios y operaciones de lavado de dinero, (…) Él hacía valer esos
acuerdos por la vía de la fuerza (…) Cuando se entera que Noriega lo va a
traicionar lo amenaza de muerte. A uno le cuesta dimensionar el poder militar
que tenía para que el propio Noriega terminara temiendo por su vida y le
devolviera parte del dinero”.
Su vida
Nacido en la capital
panameña el 11 de febrero de 1934 en el seno de una familia humilde, Noriega
abrazó muy joven la carrera militar y llegó a dirigir Panamá entre 1983 y 1989.
"Lo más sobresaliente en la vida de Manuel Antonio Noriega es que hizo de
la institución (militar) un instrumento, una combinación macabra entre el
crimen y el narcotráfico", dijo el general Rubén Darío Paredes, a quien
relevó en 1983 en la Guardia Nacional.
Tras participar en 1968
en un golpe contra el presidente Arnulfo Arias, su ascenso se volvió meteórico
cuando, un año después, el histórico gobernante de Panamá, el general Omar
Torrijos, lo puso al frente del servicio de inteligencia G-2. Fue en esa época
que la CIA, omnipresente en Panamá para vigilar el Canal, reclutó a Noriega,
quien afianzó su poder tras la muerte de Torrijos en 1981 en un misterioso
accidente aéreo, demasiado parecido a un atentado.
En 1983 accedió a la
comandancia de la extinta Guardia Nacional y comenzó su gobierno de facto. En
un contexto de guerras civiles en Centroamérica, "Cara de Piña", como
le llamaban sus opositores por las abundantes marcas que le dejó el acné, jugó
en varios frentes para mantenerse en el poder.
De aliado fiel de Estados
Unidos, pasó a ser un enemigo vinculado al narcotráfico, tras la llegada a la
Casa Blanca de George Bush (1989-92), su exdirector en la CIA. En 1986, una
filtración de la inteligencia estadounidense llevó al diario The New York Times
a señalar el papel de Noriega en el asesinato, en 1985, del opositor Hugo
Spadafora, cuyo cadáver fue hallado decapitado.
Pero Noriega siempre negó
haber participado en crímenes: "Bajo el nombre de Dios, no tuve nada que
ver con la muerte de ninguna de estas personas. Siempre hubo una conspiración
permanente contra mí, pero estoy aquí de frente, sin cobardía", dijo. El
coronel Roberto Díaz Herrera, ex jefe del Estado Mayor panameño y segundo del
régimen, salvó su situación y a pedido de EEUU lo acusó de corrupción, fraude
electoral y del accidente que costó la vida a Omar Torrijos.
Torrijos, el artífice del
retorno de la llamada Zona del Canal de Panamá a manos nacionales y junto al
presidente estadounidense James Carter firmara los acuerdos de paz en el 1977.
Estoy retirado, pero la gente no me cree', le confesó una tarde de julio de
1981 Omar Torrijos al escritor Mario Vargas Llosa, huésped en su casa de playa
en Farallón. “Ahora mi principal problema es esconderme para que la gente no me
encuentre”, le dijo al peruano.
Una semana más tarde, el
viernes 31 de agosto, el avión De Havilland "Twin Otter" FAP-205, el
mismo en el que había viajado Vargas Llosa y conducido por el mismo piloto,
Azael Adames, se estrellaba cerca de la cordillera Central, entre las
provincias de Coclé y Colón, en Panamá. La noticia despertó el llanto, la
angustia e incertidumbre de los panameños, y dio un vuelco a la historia del
país.
En el imaginario
colectivo panameño, Torrijos fue asesinado por los norteamericanos de la misma
manera que lo hicieron con Jaime Roldós, el presidente ecuatoriano. Casualidad:
los dos se oponían al Imperio.
La sospecha del atentado,
sospecha incrementada tras la desaparición del expediente después de la
invasión de 1989, y la genialidad de Gabriel García Márquez resumió las
especulaciones: “Siempre tuve la impresión de que Torrijos corría muchos más
riesgos de los que podía permitirse un hombre acechado con tantas amenazas”.
La narcopolítica de
Estados Unidos
Según el semanario
Newsweek, en 1976 el presidente Bush, en ese entonces director de la CIA,
decidió que se le mantuviera un depósito anual $110 mil anuales por sus
valiosos servicios. La relación seguía diez años después, cuando el entonces
director, William Casey intenta en 1986, que Noriega les colabore para
mantener la lucha de los contrarrevolucionarios nicaragüenses que intentan
desbancar al Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN), en el poder
desde julio de 1979 tras derrocar al dictador Somoza.
Para ello, Casey envía al
coronel Oliver North, quien le plantea a Noriega la necesidad de facilitar aeropuertos,
fondos y campos para el entrenamiento necesario de los contras, lo que no se
llegó a concretar. Según la prensa, el general propuso algo más drástico:
atentar y eliminar la plana mayor del FSLN, lo que rechaza el jefe de North,
John Poindexter, en una discreta cita el 22 de septiembre de 1986, en un hotel
londinense.
En cambio, sí aceptó el
plan de realizar misiones de bombardeos contra blancos económicos y militares
nicas, a cambio de que Washington le levantara los cargos de narcotráfico que pesaban
sobre él y su imagen mejorara. Además, este apoyo le reportaría un millón de
dólares a Noriega.
Lo cierto es que antes de
concretarse estas misiones de bombardeos, diarios libaneses revelaron las
gestiones del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos para obtener
fondos ilegales para los contras nicaragüenses, mediante la venta de armas a
Irán, cosa que estaba prohibida por el Congreso, y que causó el desplome del
‘Proyecto Democracia', el cual culminó con la condena de Poindexter y North.
Noriega fue llamado por
el vicepresidente de Estados Unidos, George W. Bush, padre, tres horas antes de
la invasión norteamericana a Granada pidiéndole que advirtiera a Fidel Castro
que Cuba podría sufrir represalias si los marines estadounidenses enfrentaban
resistencia.
El periodista
español Juan Manuel Martín Medem señala que en tres años, Estados Unidos se
apoderó de México, Panamá, Nicaragua y Colombia, manejando el narcotráfico como
un instrumento de su política internacional. En 1988, 1989 y 1990, los países
más afectados por las operaciones del Cártel de Medellín fueron intervenidos
por los gobiernos de los presidentes Reagan y Bush. En México, Panamá,
Nicaragua y Colombia las consecuencias de la triangulación de la CIA con los
narcotraficantes y los contras determinaron una drástica reducción de su
soberanía nacional.
La complicidad de la
Administración Reagan con el narcotráfico creó las condiciones en México para
su tremendo desarrollo posterior, su hegemonía sobre las mafias colombianas y
el establecimiento de un poder, la narcopolítica, que ha corrompido al Estado y
carcome la democracia. Reagan consintió el fraude electoral del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) en 1988 y Bush tapó las evidencias sobre la
implicación del nuevo presidente en el narcotráfico a cambio de que el
neoliberal Carlos Salinas de Gortari entregara a su país en la negociación del
Tratado de Libre Comercio, señala Medem.
Añade que la
Administración Bush se apoderó de Panamá con la invasión de 1989. La excusa fue
la vinculación con el narcotráfico del general Noriega, como si no hubiera sido
el cómplice de la Administración Reagan en el acuerdo de la CIA con las mafias
de la cocaína de Bolivia, Colombia y México para financiar la guerra terrorista
contra el gobierno sandinista de Nicaragua. Los diez años de acoso de los
contras dirigidos por Washington provocaron la derrota electoral de los
sandinistas en 1990 y la recuperación del control estadounidense sobre
Nicaragua.
Medem recuerda que en
Colombia, el presidente neoliberal César Gaviria, después recompensado con la
Secretaría General de la Organización de Estados Americanos, se sometió a los
intereses de Estados Unidos con la apertura económica y rindió la soberanía nacional
mediante la alianza de sus fuerzas de seguridad con la CIA, el Cártel de Cali y
los paramilitares en la cacería de Pablo Escobar. Eliminaron al colaborador de
Reagan en la guerra de los contras. Con esa alianza se fortalecieron los
paramilitares, que dominaron el narcotráfico y organizaron con su poder
criminal la narcopolítica, que llevaría a la presidencia a Álvaro Uribe.
La supuesta guerra contra
las drogas fue en realidad una palanca de la política internacional de Estados
Unidos en América Latina, que cambió radicalmente el escenario de los países
más afectados.
Invasión
El 20 de diciembre de
1989, en la llamada "Operación Causa Justa", tropas estadounidenses
invadieron Panamá con la excusa de capturar a Noriega, provocando la muerte de
miles de civiles en la que ha sido la última operación de ese tipo de
Washington en América Latina. Tras varios días refugiado en la Nunciatura y
bajo el estruendo de música rock que no soportaba, se rindió el 3 de enero de
1990 y fue llevado prisionero a Estados Unidos, donde recibió condena a 40 años
de cárcel por narcotráfico, aunque solo cumplió 21 por "buena
conducta".
Posteriormente fue
extraditado a Francia en 2010 donde fue condenado a siete años por blanquear
tres millones de dólares en bancos franceses para el Cártel de Medellín.
Noriega fue definitivamente extraditado a su país en 2011. Llegó en silla de
ruedas, avejentado, enfermo y "sin odios ni rencores", según dijo,
para purgar tres condenas de 20 años cada una por desaparición de opositores.
Pese a haber pedido
perdón y haber sufrido varios derrames cerebrales, complicaciones pulmonares,
cáncer de próstata y depresión, las autoridades panameñas siempre le negaron la
posibilidad de cumplir sus condenas en casa.
Lo sucedió en la
presidencia el empresario Guillermo Endara —impuesto por Estados Unidos en una
base militar suya en Panamá ocupada- luego de que los marines derrocaran
y arrestaran a Noriega en 1989, en una sangrienta invasión genocida, que los
panameños recuerdan bien.
Y los capitales narcos
que habían hecho "el milagro inmobiliario" de Panamá City se
trasladaron sorpresivamente a Miami, donde pocos años después otro Bush, Jeb,
sería gobernador.
Álvaro Verzi Rangel es sociólogo venezolano.
Investigador del Observatorio en Comunicación y Democracia, asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico.
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