Los civilizionarios vislumbran la
necesidad de una transformación cualitativamente mayor, no un mero recambio de
cosas, inducen a identificar la existencia todavía incipiente de otra
globalización o, para ser más precisos, de una contraglobalización a la que ha
venido imponiendo el neoliberalismo, que no es más que la fase corporativa del
capital alcanzado su máximo histórico.
Víctor M. Toledo / LA JORNADA
Una nueva sociedad civil
planetaria, vinculada por una misteriosa fraternidad nocturna, surge de los
escombros del Estado-Nación. Se opone de forma radical al imperio de los
depredadores. Organiza la resistencia. La componen una multiplicidad de frentes
de rechazo. Sus luchas alumbran una esperanza inmensa” (Jean Ziegler, Los
nuevos amos del mundo, 2013). Son los civilizionarios. Los nuevos actores
de la transformación civilizatoria, los que luchan por la emancipación de la
humanidad, los que defienden al planeta. Son sujetos sociales novedosos para la
historia. Poco a poco, brotan, crecen, se multiplican. Son hijos de la crisis
de la modernidad, pero también de las innovaciones tecnológicas, que hoy
facilitan la información, la comunicación y el transporte. Aunque poseen una
conciencia planetaria, un sentido de especie, porque saben que, a pesar de su
inmensidad, la Tierra como sistema es sumamente frágil y delicada, ellos actúan
a muy pequeña escala. Son como diminutas hormigas con las antenas levantadas
para registrar lo que sucede en el resto del mundo y actuar. De su conciencia
doble, que es social y ecológica, brota una ética. Los civilizionarios
trabajan permanente y arduamente a la escala doméstica para lograr un hogar
autosuficiente. Captan agua de lluvia, transforman la energía solar en
eléctrica o en calor, aprovechan el viento, buscan producir buena parte de sus
alimentos, utilizan materiales adecuados, reciclan, cierran circuitos. Cuando
consumen lo hacen de manera responsable. Pero también participan y muchas veces
encabezan iniciativas de organización barrial o comunitaria, cooperativas y
asociaciones.
Ejemplos de civilizionarios
son cada vez más abundantes. Los millones que se manifiestan en las calles
contra Monsanto, contra el cambio climático o en nombre del planeta. Los
movimientos feministas y por la equidad sexual que cimbraron al mundo a
principios del año. Los contingentes de ciclistas que exigen la abolición del
transporte individual y basado en petróleo, es decir, que cuestionan la
“religión del automóvil”, los que practican la agroecología como productores
rurales o como habitantes urbanos y que sólo en Latinoamérica ya suman varios
millones, los que batallan por un consumo consciente y responsable de alimentos
sanos. Dos proyectos de organización global de los civilizionarios son
el movimiento llamado de Pueblos en Transición (Transition Towns), que hoy
alcanzan mil 200 en 50 países (ver) y que buscan vivir
sanamente y sin petróleo, y La Vía Campesina, una coalición de 164
organizaciones en 73 países de África, Asia, Europa y América, que agrupa a
unos 200 millones de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores,
pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el
mundo. La Vía Campesina defiende la agricultura ecológica y a pequeña escala
como un modo de promover la justicia social y la dignidad, y se opone
firmemente a los agronegocios y a las multinacionales que están destruyendo los
pueblos y la naturaleza (ver).
Seis valores claves de
los civilizionarios son la diversidad (el mundo es pluriverso), la
autosuficiencia (no la dependencia), la cooperación (no la competencia), la
descentralización, la democratización (de la información, el conocimiento y la
tecnología) y la pequeña escala, los cuales caminan a contracorriente de la
actual civilización industrial. Aunque son poco visibles, irrumpen en los
momentos claves y participan activamente en acciones políticas ahí donde
consideran que debe actuarse.
Los civilizionarios encuentran
en los pueblos originarios o indígenas sus mayores fuentes de inspiración, y
participan junto con ellos en diversas resistencias. Igualmente atienden y
abrazan el legado de Oriente (taoísmo, budismo, gandhismo) en su intento por
conectar sentimiento y pensamiento.
Tres ejemplos de ilustres
civilizionarios son J. Assange, E. Snowden y Ch. Manning, quienes se
jugaron la vida por la transparencia de la información. José Mujica, ex
presidente uruguayo, y su esposa serían buen ejemplo de civilizionarios.
Filósofos que abonan a esta visión son Edgar Morin y el brasileño Leonardo
Boff, pero también Ivan Illich, André Gorz y Vandana Shiva. Un civilizionario
convencido es el papa Francisco y su encíclica Laudato si, un
verdadero manifiesto de ecopolítica ante la crisis global que ya está
movilizando a contingentes de católicos de todo el mundo.
Los civilizionarios
vislumbran la necesidad de una transformación cualitativamente mayor, no un
mero recambio de cosas, inducen a identificar la existencia todavía incipiente
de otra globalización o, para ser más precisos, de una contraglobalización a la
que ha venido imponiendo el neoliberalismo, que no es más que la fase
corporativa del capital alcanzado su máximo histórico. Ello resulta
significativo porque permite ir más allá de las visiones de emancipación
enclavadas todavía en las tesis, ideologías y discursos heredadas de la
“tradición revolucionaria” que hoy no son suficientes para entender y
transformar la realidad. Ello desnuda también el papel explotador y depredador
de las dos instituciones que la propaganda y la publicidad consideran las dos
instituciones supremas del “progreso”, el “crecimiento” y el “desarrollo”: el
Estado y la corporación. Una deificación doble que impide justamente encontrar
y construir los nuevos escenarios de la real emancipación, es decir, de la
transformación civilizatoria. Ellas y ellos consideran que si hay una
modernidad alternativa, hay también una “globalización de la esperanza” que
corre a contracorriente del proceso hegemónico neoliberal, y que si la especie
humana logró sobrevivir a tanta inclemencia y durante tanto tiempo (200 mil
años), está vez también lo hará.
Los civilizionarios se
despiertan escuchando con atención cómo los pájaros se platican sus sueños, y
se acuestan navegando los sonidos del mundo sintonizando Radio Garden, que da
acceso a unas 12 mil estaciones de todo el mundo. Y usted, querid@ lector@, ¿ya
se convirtió en civilizionari@?
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