Fue
Carlos un dirigente agudo y totalmente entregado. Fiel producto del movimiento
comunista de la época, supo advertir el cambio de época. Al mismo tiempo le
quedó de esos años una vocación por la discreción y la invisibilidad.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El
intelectual maya Máximo Ba Tiul me envió el pasado 9 de junio de 2017 un
obituario por medio del cual supe de la dolorosa noticia de la muerte de Carlos
Orantes Tróccoli. Carlos en los últimos tiempos fue académico en la Universidad
de San Carlos de Guatemala y posteriormente en la Universidad Rafael
Landívar. Pero buena parte de su vida
fue un abnegado revolucionario de la clandestinidad en las filas del Partido
Guatemalteco del Trabajo. Formó parte de la generación revolucionaria de la
década de los sesenta del siglo XX que se enfrentó a la dictadura militar en el
contexto del primer ciclo guerrillero y posteriormente fue de los
sobrevivientes que continuó la lucha en el contexto del segundo ciclo
insurgente. Fue amigo, condiscípulo y camarada de mis padres, Carlos y Edna, en
la Facultad de Humanidades en los años sesenta del siglo XX. Juntos fundaron la
Asociación Pro Retorno al Humanismo (APRAH) la organización estudiantil que
dirigió durante muchos años la Asociación de Estudiantes de Humanidades (AEH).
Mi padre fue presidente de la AEH en la coyuntura crucial de las jornadas
pre-insurreccionales de marzo y abril de 1962 y luego estarían en el mismo
cargo el inolvidable Mario Botzoc Hércules y luego el propio Carlos Orantes
Tróccoli quien además posteriormente fue presidente de la Asociación de
Estudiantes Universitarios (AEU).
Mi
casa fue lugar de reuniones y confabulaciones en la lucha por ganar la
decanatura de la Facultad de Humanidades, objetivo que nunca se logró. Sí se
logró consolidar un poder estudiantil democrático revolucionario que hizo de la
APRAH, una organización que debe ser rescatada por los historiadores del
movimiento estudiantil universitario en la Guatemala del siglo XX. Mis
recuerdos infantiles tienen presentes a algunos de los integrantes de la APRAH
que llegaban a mi casa: María Rodríguez, Roberto Andreu, Mario Botzoc, Carlos
Carranza, Isabel de Sabagh, Lucy Davis de Gómez, Enrique Roulet, Sergio y Elsa
Licardie, Lidia Castillo, Roberto Ortíz, Augusto Medina, Enma López, Miriam
Colón, Raúl Zepeda, Mario René Matute, Víctor Escobar y el propio Carlos
Orantes Tróccoli. A ellos se unían mis padres Carlos Alberto Figueroa y Edna
Ibarra de Figueroa. No puedo dejar de mencionar porque sería falsear la
historia, el que algunas veces participó en esas reuniones una muchacha linda y
aburguesada que llevaba el nombre de Judith García Granados. Mis padres y
algunos más de esta lista terminaron asesinados por la dictadura militar.
Con
los años, heredé la amistad de mi padre con Carlos Orantes Tróccoli. No
solamente la amistad, también los años de la lucha desde la clandestinidad
contra la dictadura militar. Fue Carlos un dirigente agudo y totalmente
entregado. Fiel producto del movimiento comunista de la época, supo advertir el
cambio de época. Al mismo tiempo le quedó de esos años una vocación por la
discreción y la invisibilidad. Retornado a la vida común y corriente en el posconflicto armado, Carlos retornó a
la vida académica donde sus luces fueron evidentes en campos insospechados.
Como
ha dicho Ba Tiul, ¡Hasta siempre querido amigo!
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