Lenín
Moreno ha asumido el compromiso de dar continuidad a la Revolución Ciudadana en
una segunda fase, en la que el mandatario traza como nueva forma de su
administración un estilo político que buscará diálogos y acercamientos con los
diferentes sectores sociales.
Rafael
Correa encabezó la primera fase de la Revolución Ciudadana. Su ejercicio
gubernamental fue respaldado por el sector progresista y democrático de la
sociedad ecuatoriana en 14 procesos electorales. Ese respaldo afirmó una nueva
democracia en el país, que alteró los valores tradicionales de la vida
política, lo cual despertó la oposición de sectores afectados en sus antiguos
intereses y prebendas.
El
gobierno de Correa consolidó varios procesos históricos: 1.
Reinstitucionalización del Estado y de sus capacidades para imponer el interés
público sobre los intereses privados, regular la economía, y proveer de bienes,
infraestructuras y servicios a la colectividad nacional; 2. Un modelo de economía
social con mercado, que superó la economía empresarial/neoliberal; 3. Régimen
de impuestos orientado por los objetivos de redistribución de la riqueza y
promoción de la equidad social; 4. Políticas de Estado en seguridad social,
salud, medicina, educación y otras destinadas a la atención ciudadana; 5.
Recuperación del espíritu de identidad nacional, orgullo por el país,
soberanía, dignidad colectiva y clara identificación del Ecuador con los
intereses de América Latina.
Esos
logros, reconocidos ampliamente en América Latina e incluso en Europa,
resaltados por diversos informes de instituciones internacionales, destacados
en cada doctorado Honoris Causa entregado a Rafael Correa y que incluso son
considerados como un referente de administración gubernamental en círculos
académicos, universitarios y aún políticos en el mundo, dan cuenta de que
Ecuador supo trazar, durante una década, un ciclo inédito en su historia.
Esas
son las herencias con las que se inicia el gobierno del presidente Lenín
Moreno, quien ha asumido el compromiso de dar continuidad a la Revolución
Ciudadana en una segunda fase, en la que el mandatario traza como nueva forma
de su administración un estilo político que buscará diálogos y acercamientos
con los diferentes sectores sociales.
No es
posible conocer todavía las dimensiones de esa “mano extendida” que ofrece el
presidente Moreno. Pero aprovechando de ese llamado a “tender puentes” también
se han activado fuerzas que tratan de alimentar la interesada consigna de que
Moreno tiene que diferenciarse tajantemente de Correa e incluso dar un viraje
total en sus políticas. Se trata de ablandar al nuevo mandatario.
El
mayor interés se evidencia en el campo económico, y se hace énfasis en que el
“modelo” tiene que cambiar, bajo el argumento de que no es “sostenible” en el
tiempo y que hay que dar espacio al sector privado y al capital extranjero,
supuestamente postergados durante una década. Y son explícitas las propuestas
que apuntan a retirar al Estado, reformar los impuestos y flexibilizar el
trabajo.
Pero
esas políticas, de exclusivo interés privado, son incompatibles con los
objetivos de un gobierno que impulsa la continuidad de la Revolución Ciudadana
y que requiere de fortalecidas capacidades estatales para lograr equidad, mejor
redistribución de la riqueza y ampliación de los servicios públicos en
beneficio colectivo.
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