Existen alternativas reales, justas y saludables para frenar el
cambio climático y estudios científicos recientes lo demuestran, contrariamente
a los que proponen opciones especulativas, teóricas y altamente riesgosas como
la geoingeniería climática.
Silvia Ribeiro / ALAI
El informe Missing Pathways to 1.5 (Caminos
que faltan para 1.5 grados), muestra que garantizar los derechos indígenas y
campesinos, restaurar bosques naturales y la transición hacia áreas de cultivo
agroecológico, junto con un cambio hacia dietas con menos carne, puede reducir
a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2050. Estiman
un potencial de reducción de cerca de 23 gigatoneladas anuales de dióxido de
carbono o equivalente, lo cual elimina la supuesta necesidad de usar técnicas de
geoingeniería. Son además cambios positivos para la biodiversidad, las
comunidades indígenas y campesinas, y para la salud de todas y todos. (https://tinyurl.com/y8l4wgfr)
Se basa en una amplia y detallada revisión de documentos
científicos recientes y fue publicado en octubre 2018 por una coalición de 38
organizaciones que trabajan por la justicia ambiental y social, el derecho a la
tierra y a la alimentación y por la agroecología y la conservación de bosques.
Las autoras principales son Kate Dooley y Doreen Stabinsky, con la revisión y
colaboración de la alianza CLARA (Climate Land, Ambition and Rights
Alliance).
El estudio sale al mismo tiempo que el Panel Intergubernamental de
Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) publica un
nuevo informe sobre cómo limitar el calentamiento global a 1. 5 º C con
respecto a niveles preindustriales, un límite que plantean crucial para evitar
un cambio climático catastrófico. En tres escenarios, el IPCC considera el uso
de técnicas de geoingeniería para remover dióxido de carbono de la atmósfera,
pero en otro plantea que con medidas basadas en las funciones de los
ecosistemas –algunas como las que plantea el estudio de CLARA- sería posible
también alcanzar esa meta. (Ver más en “Caos Climático,
capitalismo y geoingeniería”)
Más de la mitad de las reducciones de gases de efecto invernadero
planteadas en el estudio de CLARA vendría de la restauración y protección de
bosques naturales y turberas (un tipo de humedal que retiene altas cantidades
de carbono y nitrógeno orgánicos). El resto se puede lograr con cambios en la
agropecuaria industrial –que es el mayor factor de deforestación y destrucción
de humedales–, con la recuperación de suelos y agroecosistemas, a través de
disminuir el uso de fertilizantes sintéticos, apoyar sistemas agroecológicos y
locales, y de parte de los consumidores, cambiar la dieta.
El informe afirma que los “derechos comunitarios sobre la tierra y
bosques, son la acción climática mas efectiva, eficiente y equitativa que los
gobiernos pueden ejercer para reducir su huella de carbono y proteger los bosques
del mundo”. Enfatiza la necesidad de afirmar los derechos a tierra y al
territorio de las comunidades y pueblos indígenas para lograr los objetivos
planteados. Todos los bosques del mundo están habitados por comunidades
indígenas, que son las principales cuidadoras de los bosques. A nivel global,
la mitad de esos territorios tienen reclamos de tenencia por parte de
comunidades, pero solamente el 20 por ciento tiene reconocimiento legal.
Cuestiona también el uso del concepto de “emisiones negativas”, un
término absurdo que no existe en ningún idioma. Fue inventado para justificar
mantener la emisión de gases de efecto invernadero, que se contrarrestarían,
supuestamente, con medidas tecnológicas para remover el carbono de la atmósfera
(geoingeniería). Una opción de alto riesgo que carga el problema a las
generaciones futuras, colocándolas en dependencia con los dueños de las
tecnologías.
En contraposición, este informe plantea formas de evitar las
emisiones antes de que se generen, y remover el excedente de carbono ya
acumulado en la atmósfera a través de expandir los bosques naturales con
especies nativas y aumentar la agroforestería comunitaria, entre otras medidas.
Con respecto al sistema agroalimentario, que es el factor de
mayores emisiones de GEI, plantea reducir los desperdicios (que la FAO estima
hasta en 40 por ciento de lo cosechado), disminuir los transportes de
alimentos, aumentar la producción y consumo local, disminuir el uso de
fertilizantes sintéticos y agroquímicos; reducir y mejorar la ganadería,
terminando con la cría confinada de vacas, cerdos y aves, y basarla en
alimentación de pradera. Complementariamente, ven como esencial reducir el
consumo de carne, que es muy desigual en el mundo por lo que se dirigen
especialmente a los que más consumen. La gran mayoría de la producción
industrial y consumo de carnes se concentra en sólo 6 países.
Señalan también el error de enfocarse solamente en limitar la
temperatura, planteando la crisis climática como fenómeno aislado. Necesitamos
respuestas holísticas a las crisis ambientales, sociales, de salud y otras.
Solamente los enfoques múltiples y sinérgicos aportarán las verdaderas
soluciones, tal como demuestra este estudio.
- Silvia Ribeiro es
investigadora del Grupo ETC
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