Evo Morales ha estado en Mendoza donde hay una importante comunidad boliviana que se dedica a la agricultura, la elaboración de ladrillos y la construcción y está totalmente integrada. Sin su trabajo y dedicación seguramente nuestra vida sería muy distinta y no para bien.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Estando en Río de Janeiro en los primeros años de los ochenta del siglo pasado, el comentario generalizado era que, si querías distraer una discusión acalorada en el Congreso de la Unión, lo más efectivo era arrojar un balón desde la parte superior para que cayera rodando por las gradas y así los legisladores al escuchar ese sonido mágico y seductor, dejaran todo lo que estaban haciendo para armar un picado como si estuvieran en la playa. Era el sonido de distracción perfecto.
Algunas de nuestras izquierdas, porque son varias, exclusivas, excluyentes y detestan que se les mezcle, suelen actuar del mismo modo y al actuar de ese modo obsesivo y torpe, le hacen el juego a la derecha. Algunas son conscientes y con un discurso monocorde y repetitivo que suena a sonatina, llevan agua a su mísero molino. Atienden su quiosquito y alimentan una la clientela claque que les acompaña en cada manifestación o salida en los medios. Repiten un eslogan amarillento amarillista de varias décadas que nadie cree, mucho menos los trabajadores que son el centro y pretexto de su existencia y militancia política. Finalmente soporte de sus escaños en los diversos niveles de la administración. Son los primeros en criticar, arrojando piedras cuando todo el vecindario tiene moradas de vidrio.
Es histórico y nunca quieren reconocerlo. Se quedaron en el siglo XIX y luego en la polarización de la Guerra Fría con el discurso del paraíso soviético, que estuvo más cerca del archipiélago de Gulag descripto por Alejandro Solzhenitsyn. Predica radicalizada que, en la convocatoria a elecciones generales, terminaban siendo funcionales a las derechas oligárquicas y conservadoras porque se sentían a años luz de la chusma, de la turba ilustrada, de los obreros ignorantes que al trabajar de sol a sol no habían podido concurrir a la escuela a aprender a leer y escribir, mientras ellos eran los custodios y divulgadores de lo producido en Moscú.
Además, se preciaban de haber viajado al Kremlin y pasear por la Plaza Roja, aunque sus hijos vivieran miserablemente. Muchos artistas e intelectuales cayeron en ese espejismo que les hacía despreciar todo lo local. Al respecto, me sorprendió el año pasado la declaración de Laura Ramos, hija del célebre conductor del Frente de Izquierda Nacional, Jorge Abelardo Ramos, autor de varias obras imprescindible de la Patria Grande, donde había desoído el mandato de su padre al visitar Londres y no ir a ver el escritorio de Carlos Marx y si interesarse por los hermanos Brontë, cuya historia plasmó en la novela Corazones en llamas. Entendiendo que su padre era tan eurodependiente como ella; siendo que él justamente, había consagrado toda una vida a combatir el imperialismo angloamericano.
Contradicciones si las hay y vaya si hay que luchar contra sus miles de máscaras para entender quiénes somos y por qué luchamos.
A vuelo de pájaro podemos apuntar que Ramos terminó siendo embajador argentino en México de Carlos Saúl Menem, el presidente que traicionó al peronismo.
Pero vayamos a la historia a ese momento crucial en que nace el Peronismo y pasado el “aluvión zoológico” (celebrada descalificación que inundaba la prensa contrera de esos tiempos) que desborda al país y saca a los obreros a la calle reclamando por la libertad del Coronel Perón, preso en la isla Martín García, pare al movimiento nacional y popular que tendrá como nombre Partido Justicialista en las elecciones de 1946.
Su frente opositor conservador que nuclea al amplio arco oligárquico y pequeño burgués, tenía en sus filas al Partido Socialista y al Partido Comunista. No es de ahora. En este nuevo siglo las críticas han estado dirigidas a Fidel, a Chaves, a Lula, a Kirchner, a Lugo y por supuesto a Evo Morales, como antes descalificaron a Salvador Allende.
Sus orejeras se centran en su personalismo y perpetuidad, reconociendo en su voluntad eleccionaria una tiranía. Pero no dicen absolutamente nada de la Merkel que lleva más años que el indio sublevado.
Recordable y olvidable es el “porqué no te callas” del cuestionado monarca emérito Juan Carlos con que intentó reprender a Hugo Chaves, como si todavía fuéramos Colonia. Altamente celebrado por la prensa chupamedia nativa.
Evo Morales está en Argentina con todas las garantías de protección políticas a una persona de su dignidad y trascendencia. Cuestión que le escuece, irrita y denuncia la derecha tradicional. Lo han expresado a gritos en tanto no dijeron nada del golpe, del gobierno usurpador y mucho menos de la aberrante situación represiva en que han sumido al pueblo boliviano.
Que los ricos del campo salgan con sus camionetas y tractores nuevos a cortar rutas es una cosa, es un reclamo de “gente bien, gente decente”, productores tradicionales. Productores tradicionales que, como es tradición, usan a los peoncitos para todo y lucirlos cuando acompañan los ejemplares premiados en la exposición de la Rural; peones que desde luego se arreglan con muy poco, tal vez con nada. Y… si están en negro, mejor.
Otra cosa es que los negros choriplaneros corten calles por mejores salarios. Aquellos ruralistas siempre son mucho más, representan el capital material bourdieuano de la sociedad y están justificados, en tanto los laburantes o desocupados – sólo capital simbólico – son una lacra detestable que atenta contra la democracia y la libre circulación garantizada por la Constitución. Impiden trabajar. Que vayan a trabajar o que se mueran.
Sin embargo, cabe mencionar que el camionetazo de 72 horas de esta semana, convocado por la Mesa de Enlace de las entidades ruralistas, alineadas con el PRO, está significando un absoluto fracaso.
Evo ha estado en Mendoza donde hay una importante comunidad boliviana que se dedica a la agricultura, la elaboración de ladrillos y la construcción y está totalmente integrada. Sin su trabajo y dedicación seguramente nuestra vida sería muy distinta y no para bien. Evo habló de su campaña y proyectos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, también en la municipalidad de Maipú conducida por el justicialismo. Departió con todos, hasta distendido, jugó un partido de fútbol.
Como siempre, algunos se quedan en el detalle sin advertir la trascendencia de su militancia, su entrega a la causa popular. La ramita no les deja ver ni el árbol y mucho menos el bosque.
Otros recuerdan la magnitud del enemigo y sus enormes recursos que hacen imposible la recuperación. Derrotados de antemano fortalecen al opresor y se dedican a denostar a los de abajo.
Jueguito repetido al que nos tienen acostumbrados las zurdas miserias, revoluciones y consignas gastadas en la mesa trasnochada de un café que vienen curtiendo hace más de un siglo.
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