No sabemos aún cuál será el desenlace de la pandemia del COVID-19, ni sabemos qué nuevas turbulencias sociales, políticas, económicas y militares podrá desatar. Sin embargo, entre la penumbra vemos también signos de una transformación en ciernes.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
… alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: "Con todos, y para el bien de todos".
José Martí, 1891. Discurso pronunciado en el Liceo Cubano en Tampa, Florida.
A finales de febrero, Xi Jinping agradeció la solidaridad cubana con China, ante la crisis del COVID-19. |
“¿Existimos sujetos a las variantes del destino?, ¿pudiera ser que el devenir de un individuo, de un grupo humano, cambie -a través de una acción concreta, expansiva, de múltiples resonancias- el futuro de su entorno, de una nación, de la sociedad, del mundo entero? Sí. No tengo duda de ello”. Así escribe Tarek William Saab en su libro Los niños del infortunio. Memorias de la misión médica cubana en Pakistán (2006, Ediciones Plaza, La Habana), obra en la que el hoy fiscal general de Venezuela reconstruye, con poesía y prosa cargada de un profundo sentido de humanidad, las vivencias de la Brigada Médica Henry Reeve en Pakistán, enviada por el gobierno de Cuba para atender la emergencia sanitaria después del terremoto del año 2005.
Cuando ningún otro país acudió en auxilio de los centenares de miles de familias pakistaníes que, a los pies de la cordillera del Himalaya, intentaban sobrevivir a la tragedia, deambulando sin rumbo en búsqueda de agua, alimentos, de algún lugar para sobrellevar la noche y el frío; y mientras al otro lado de la frontera, en Afganistán, “el imperio más homicida que ha conocido la tierra ensangrienta kilómetros de pueblos y caseríos con bombardeos inteligentes”; los médicos cubanos, vanguardia del humanismo revolucionario, como los definió Tarek William Saab, levantaban con su trabajo y su ejemplo “uno de los hitos más impresionantes que hayamos conocido en el mundo contemporáneo caracterizado por el odio, la violencia y el acabamiento de la vida humana por las prácticas letales que van desde la destrucción ecológica, hasta guerras promovidas por el gran capital con el fin de sojuzgar a los condenados de la tierra”.
He vuelto a las páginas de esa emotiva narración del escritor venezolano, y reparo en la hondura de sus imágenes y sus palabras ahora, en medio de la vorágine de información sobre el avance de la pandemia del COVID-19; de las noticias que dan cuenta de los dolorosos registros de muertes que se van acumulando en diferentes países -especialmente en aquellos que debilitaron, y casi desmantelaron, sus sistemas de salud pública como resultados de las políticas de austeridad y la devoción al credo neoliberal-; de las disputas que se atisban ya entre centros de investigación, compañías farmacéuticas y potencias para desarrollar, y sin duda comercializar con fines de lucro, una vacuna contra el devastador virus respiratorio.
Frente a este retrato de las miserias del capitalismo globalizado que, orgulloso y prepotente, se proclamaba como el final de la historia, una vez más aparece la generosidad de Cuba, de su pueblo y su revolución, colocándose en primera fila de combate para prestar ayuda con sus médicos y sus conocimientos científicos. Así lo hizo en China, supliendo el medicamento Interferón Alfa 2B Humano Recombinante, que demostró su eficacia en el tratamiento temprano de síntomas en pacientes y personal sanitario en Wuhan, epicentro de la pandemia. Y consecuente con el internacionalismo humanitario que ha caracterizado, históricamente, a las misiones médicas cubanas, La Habana ha respondido positivamente a las solicitudes de apoyo de Italia, Reino Unido, Venezuela, Nicaragua y países del Caribe como Jamaica, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas. “Patria es humanidad”, dijo en su tiempo José Martí, y ese principio sigue iluminando en nuestros días el proceder de la isla rebelde y brutalmente bloqueada por el imperio.
No sabemos aún cuál será el desenlace de la pandemia del COVID-19, ni sabemos qué nuevas turbulencias sociales, políticas, económicas y militares podrá desatar. Sin embargo, entre la penumbra vemos también signos de una transformación en ciernes. Que ese potencial cambio nos permita sentar las bases para la construcción de un mundo nuevo, forjado a partir de relaciones menos injustas y opresoras, y mucho más solidarias, fraternas y conscientes de nuestra fragilidad en el ecosistema planetario, dependerá de la lucha que demos para que ello sea posible. Y en esa tarea, la de hallar los caminos, las formas y las ideas que nos ayuden a cambiar el signo de fatalidad que hoy se cierne sobre el destino de nuestra especie, Cuba nuevamente le da ha dado a la humanidad una lección que no debe pasar desapercibida.
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