Desde el
primero de julio de 2019, nuestro país inició un nuevo gobierno que encabezado por
el señor Laurentino Cortizo, estará al frente del Estado hasta julio del 2024. Viene
de relevar a un gobierno que con Juan Carlos Varela y durante cinco años, se
caracterizó no solo por una lentitud en la atención de sus deberes como
gobernante, sino además, por el claro incumplimiento de todas sus promesas,
principalmente las que más habían cautivado a un pueblo, que nuevamente volvía
a ser engañado.
Desde Ciudad
Panamá
Contrario a
los indicadores maquillados y convenientes, que los que detentan el poder
público les gusta presentar, seducidos casi siempre por su inveterada y
compulsiva costumbre de mentir o para elevar su frágil autoestima, el gobierno
varelista fue incapaz de contener el crecimiento del desempleo, de los empleos
informales, de la violencia e inseguridad generalizadas, el vergonzoso alto
costo de la vida, la lacra de la corrupción y la impunidad de los corruptos,
tanto del sector público como privado.
Como suele
suceder siempre, cuando un nuevo inquilino llega al Palacio de Las Garzas, el
pueblo, el verdadero pueblo que sufre en carne propia las consecuencias de la
brecha cada vez más amplia entre ricos y pobres, vuelve a depositar sus
esperanzas y sueños, ahora en un gobierno nacido de la combinación, otrora
inimaginable entre el PRD y el Partido Molirena, en un país donde la mitad de
sus riquezas están en manos del 0.25% de la población y donde el hambre mata
más panameños que la malaria, la tuberculosis y el dengue juntos. Así de injusto y desigual es el Panamá real en
que vivimos.
No obstante, y
pese al riesgo de que se nos tilde de pesimistas o aguafiestas, porque solo han
transcurrido poco más de ocho meses de este nuevo gobierno, a juicio nuestro
este será, indudablemente, solo un gobierno neoliberal más. Basta para saberlo,
no en lo que dicen, sino en lo que no dicen. Ninguno de los grandes males que
por décadas han venido aquejando a la Nación, serán abordados con la seriedad y
la decisión que los mismos exigen. Aquí habrá continuidad y no ruptura, con una
visión de país, de seguridad jurídica, de paz social y de hacer negocios, plenamente
congruentes con los intereses del capital, las transnacionales y las élites
económicas y políticas locales.
Ya comienzan
a vislumbrarse con más claridad, los grandes retos que aguardarán entonces, a
un movimiento popular, social y sindical, que deberá fortalecer su unidad y su
capacidad de lucha, para enfrentar con éxito la ofensiva neoliberal, donde las
modificaciones a la ley de la Caja del Seguro Social, figura como una de sus
principales prioridades. Allí habrá sin duda, un ataque directo a las
pensiones, a las cuotas y a la edad de la jubilación.
El derecho
humano al agua potable, que debiera ser elevado a rango constitucional, por
ejemplo, seguirá siendo una quimera para una considerable cantidad de
comunidades, que en la propia región metropolitana, carecen de este vital
líquido por semanas y hasta por meses. El suministro ininterrumpido de agua,
junto a la recolección oportuna de la basura, son dos ámbitos a nivel social, estrechamente
vinculados con el estado de salud de los panameños, que seguramente en los
barrios y comunidades populares, no tendrán la atención que ellos reclaman.
Para justificar su incapacidad administrativa y el grado de insensibilidad que
los caracteriza, para el caso del IDAAN, vendrán con sus viejos argumentos de la
necesidad de privatizarlo o gestionarlo ahora, bajo un modelo de negocios muy similar
al que tiene la empresa de transporte masivo MiBus y tan cercano a las llamadas
asociaciones públicas-privadas, donde los costos los asume el Estado y la
administración privada recibe los ingresos.
Tampoco
esperemos cambios o transformaciones profundas en el sector agropecuario y
minero, en la atención de la salud y la educación, en las negociaciones o
renegociaciones de tratativas librecambistas, en las relaciones exteriores, en
la protección del ambiente y los recursos naturales, en el combate efectivo a una
corrupción que cada día se lleva una parte creciente, de los ingresos de todos
los panameños.
En el caso
del sector agropecuario seguirán prevaleciendo las tesis, donde el énfasis
estará en las producciones para la exportación, en detrimento del mercado
local; la indiferencia hacia la producción campesina y familiar, responsables
verdaderos y directos de la alimentación de los panameños; el eufemismo de
eliminar la AUPSA como si la fiebre de este sector estuviera en las sábanas; la
promoción de los llamados agronegocios con sus paquetes tóxicos, contaminantes
e inviables a mediano plazo.
Para algunos
este análisis estará sobrecargado de pesimismo y exageración. Sin embargo, otros
coincidirán con nosotros que lo que aquí exponemos, son las crudas realidades
que cada cinco años el pueblo panameño ve renovarse, frustrando todas sus
esperanzas, frustrando todos sus sueños.
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