Las próximas de este domingo en Bolivia abren un abanico de reflexiones que van desde la ilusión al desencanto. La pesadilla vivida desde el año pasado por el país hermano, el golpe de estado, la violencia desatada contra la población por los golpistas, la forzada salida del presidente Evo Morales y la odisea hasta llegar a su asilo en Argentina, son apenas algunas señales de lo que está sucediendo.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
A partir el desaire de los mandatarios sudamericanos en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata al ALCA en 2005 respondiendo con el ALBA, la represalia no demoró en concretarse desde la destitución de Lugo en Paraguay, la de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula en Brasil y el triunfo de Bolsonaro, de Macri en Argentina en 2015 y las fallidas incursiones en Venezuela. Acciones todas realizadas en nombre de la libertad y la democracia como ya lo hicieron con los países de Medio Oriente, cuyas sociedades han sido devastadas, sumidas en miseria y obligadas a emigrar.
El uso empecinado del garrote, pulveriza las palabras. Imposible dialogar bajo la presión de las armas, como hacen desde siempre.
Bolivia es el corazón de América del Sur, rodeada por Perú, Chile, Argentina, Paraguay y Brasil, sin acceso al mar desde la guerra con Chile, a fines del siglo XIX. No es sólo el corazón geográfico sino, sobre todo, el corazón originario. Bolivia es el país con más población indígena del continente.
Un 80 por ciento es indígena y mestiza y sólo un 20 por ciento constituye la población blanca que ha gobernado sin contrapeso desde 1837, cuando se dictó la primera Constitución, aprobada sin contemplar la opinión ni la presencia de las 36 etnias, que eran la mayoría. En Bolivia hay al menos dos países en uno, lo que ha sido el mayor dolor de cabeza de Evo Morales.
Un país pobre y un país rico, la media luna, que comprende las prósperas provincias amazónicas de Santa Cruz de la Sierra, Beni y Pando, y al sur Tarija, donde están los yacimientos petroleros. Los grandes hacendados no se identifican con los andinos, quechuas, aymaras y otras etnias. Mucho menos quisieron compartir riquezas.
Es el país de las revoluciones y los golpes de estado: más de cien presidentes en 180 años de vida independiente.
Todos recordamos la noche del 18 de diciembre de 2005, cuando las agencias de noticias proclamaron al mundo que América del Sur tenía el primer presidente indígena de su historia. Evo Morales, un aymara pobre de Oruro, del altiplano, líder cocalero, incansable luchador sindical y pesadilla del gobierno de Washington había ganado la elección presidencial en Bolivia.
Es de imaginar el estremecimiento que este triunfo produjo en la clase dominante boliviana. Se les abrió el piso; acostumbrados a que los indígenas fueran sus sirvientes, abrazaran su religión católica y acataran sus órdenes. Pasaron quinientos años desde que los españoles dominaron a los indios, como se los llama despectivamente, imponiéndoles sus leyes y sus gobiernos, y ahora uno de ellos ocupaba la presidencia de la república. Y una vez allí, cambió la Constitución, distribuyó la tierra, nacionalizó los recursos naturales en contra de los intereses de Petrobras (petrolera brasileña), Repsol YPF (argentina) y la francesa Total, entre otros capitalistas que hicieron fuertes inversiones en Bolivia.
Generó el mayor crecimiento económico de la historia boliviana, dicho por el Banco Mundial. ¿Cómo lo iban a tolerar? ¡Imposible! De ahí que hicieron lo posible para derrocarlo, difamarlo, perseguirlo, ultrajarlo. Tanto a él como a su familia y sus principales dirigentes.
Por si las moscas, Bolivia participa del 85% de las reservas de litio del planeta, junto con Chile y Argentina, las que están en condiciones únicas de explotación y factor de cambio de la matriz tecnológica, abre un nuevo camino frente al agotado modelo de explotación de los combustibles fósiles.
De los más de 140 mil bolivianos residentes en Argentina habilitados para votar, cuyo 80% apoya al MAS, todavía no saben dónde votar.
En Mendoza, una de las provincias con mayor población boliviana y adepta a Evo Morales, ya que personalmente los visitó el año pasado apenas pudo instalarse, no podrán votar 13 mil ciudadanos porque el gobierno radical de la provincia no quiere abrir cinco escuelas para el comicio. Mientras sí podrán hacerlo en las vecinas San Juan y San Luis. La derecha nativa saca a relucir sus temores por la pandemia, sin embargo habilitaron restaurantes y negocios de sus amigos, dispararon los contagios y obligaron al gobierno nacional a adoptar restricciones.
Desde la Red de Derechos Humanos en Mendoza se ha pedido que se garanticen los derechos de los votantes, frente a las actividades comerciales, deportivas y recreativas autorizadas, pero no hay ninguna respuesta.
Como humorada, este domingo coincide con la celebración del día de la madre, suspendieron las reuniones familiares y habilitaron los restaurantes para juntadas y festejo.
De más está decir que toda esta derecha concentrada y esparcida por la región hará lo imposible para obstaculizar el voto de Luis Arce, ex ministro de Evo, como expresan las usinas mediáticas que fueron cómplices de las felonías contra el legítimo gobierno socialista del MAS.
Por si quedan dudas, en cierre de campaña el ex presidente Carlos Mesa, que nuclea la mayor facción derechista, alentaba a sus seguidores “Morales never in the life”, en el idioma de sus amos. Como también la usurpadora mandataria Jeanine Áñez se encargó de señalar este viernes, al cumplirse 53 años del asesinato de Ernesto Guevara: "La lección que dimos los bolivianos al mundo, con la derrota y la muerte de Che Guevara en Bolivia, es que la dictadura comunista aquí no tiene paso, ni la comunista ni la fascista ni la populista". Como una manifestación más al sometimiento del país al imperialismo.[1]
Agobiados por la pandemia, las miradas están pendientes de Bolivia, cuyos resultados eleccionarios pueden reverdecer la esperanza pisoteada un año atrás.
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