Es posible que en esta pandemia que trastoca todo, este triunfo popular consolidado en la amistad de Evo y Alberto Fernández, como manifestaron en un almuerzo en Olivos apenas conocida la noticia del triunfo eleccionario, comience otra etapa en el Sur como la iniciada hace quince años en la Cumbre de Mar del Plata.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Es de prever la injerencia estadounidense que está detrás de la manoseada organización, como otras, hartamente conocidas que van a socavar a las nuevas autoridades, como antes apoyaron a la autoproclamada presidenta y sus secuaces, como lo han hecho con el fracasado presidente de la Asamblea Nacional Venezolana, Juan Guaidó quien no dudó en fogonear como ejemplo el golpe al gobierno legítimo, confesándole a Jeanine Áñez, “nos inspiramos en ustedes, en el ejemplo de la hija dilecta del Libertador, de esa fuerza que han demostrado, sobre todo el apego a su carta magna y a conducir una transición. Su ejemplo no es una brisita, es un huracán de democracia para liberar a Venezuela, pero también Nicaragua y a Cuba.”
Hay toda la larga lista de atropellos contra nuestros sufridos y explotados pueblos desde los albores de la emancipación de España, cuando enarbolaron la doctrina Monroe en el intento de desplazar a los ingleses. Historia consabida, repetida, y que por repetida no debe ser olvidada.
La ansiada alegría que ha producido en la Patria Grande, no debe opacar la figura del gran articulador del empedrado y cruel camino transitado. Evo, el eterno luchador, supo – como Cristina Fernández el 18 de mayo de 2019, (cuando anunció la fórmula del Frente de Todos, Fernández-Fernández) – dar un paso al costado y elegir el mejor e indiscutido candidato a la presidencia: el ex ministro de economía, Lucho, autor del milagroso crecimiento económico, un hombre blanco, que sería aceptado tanto por las mayorías indígenas como por las clases medias progresistas.
Es posible que en esta pandemia que trastoca todo, este triunfo popular consolidado en la amistad de Evo y Alberto Fernández, como manifestaron en un almuerzo en Olivos apenas conocida la noticia del triunfo eleccionario, comience otra etapa en el Sur como la iniciada hace quince años en la Cumbre de Mar del Plata. Hecho que ya empieza a preocupar a la derecha instalada y su cómplice rubicundo, como ha expresado el mandatario brasileño. Seguramente, no puede ignorar que esto es un inmenso aliento a la candidatura de Lula para las próximas elecciones y puede acarrearle futuros dolores de cabeza como le está pasando al expresidente argentino, escrachado ahora por su propio hermano.
Otros, como Rafael Correa por el contrario miran con optimismo renacer la esperanza en esta parte del continente. Lo mismo que Andrés López Obrador, que hizo lo posible para salvar la vida de Evo cuando tuvo que huir de su patria amenazado junto con su familia y un pequeño grupo de funcionarios de su gobierno.
También José Luis Rodríguez Zapatero, el ex mandatario español que mira con interés lo que sucede en esta parte del mundo, consciente que se agota la predica odiosa de las extremas derechas – en su país representada por Vox – mientras la tradicional advierte que la pandemia está generando una caída en la economía como hace mucho tiempo no sucedía. Que es necesario trabajar para atenuar las desigualdades y para ello se debe fortalecer el rol del estado para establecer un régimen de distribución más equitativo; socializar las riquezas concentradas en bancos y transnacionales que en la crisis del 2008 promovieron los gobiernos dándole la espalda a la sociedad, sobre todo a los menos favorecidos. Aun se recuerdan los desalojos masivos y las deudas que debían pagarse a pesar de la pérdida de las viviendas. Una década no es nada en la memoria popular.
El recrudecimiento de la pandemia en casi todos los países por el aumento de velocidad en la circulación del virus, está obligando a toques de queda, dejando desiertas las ciudades durante la noche. Se está en un proceso de constante aprendizaje frente a un enemigo mutante y díscolo, el que será dominado a través de una sólida y planificada acción pública y privada, acción esta última que deberá desestimar ganancias en pos del bien común.
Como se viene pregonando desde los primeros días del confinamiento obligatorio, esta crisis de crisis, impone otra relación con el medio ambiente, un cambio drástico de paradigma de pensamiento. Una relación armónica con la tierra que nos contiene como siempre insistieron los pueblos originarios.
Por eso celebramos el triunfo de nuestros hermanos bolivianos como propio, porque significa un aliento y una esperanza para el resto de Nuestra América.
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