sábado, 3 de octubre de 2020

Che: el elegido de la inmortalidad

No hay duda alguna que el Che constituye una de las figuras políticas más importantes de la historia latinoamericana y universal. Es conocido por distintas generaciones en todos los continentes y sus fotos más emblemáticas, siguen aún alentando utopías en muchos confines o encabezando las luchas por un futuro mejor de millones de habitantes en este planeta.


Pedro Rivera Ramos / Especial para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá


Este año, precisamente el 9 de octubre, se cumplen cincuenta y tres años de la caída en combate en tierras bolivianas del Guerrillero Heroico, Ernesto Guevara, mejor conocido como el “Che”. Cuando es asesinado dos días después de su captura, por órdenes de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), había transcurrido once meses de lucha guerrillera en tierras bolivianas. Caía así el hombre al que Sartre llamaría poco después: “el ser humano más perfecto de nuestra época”.  


Su desaparición física ponía fin al más importante intento, con el más experimentado partisano, de crear un foco guerrillero para iniciar desde el sur del continente, la gesta emancipadora de toda América. Con su muerte el imperialismo estadounidense y las oligarquías locales, creyeron ahora sí, estar a salvo del más fiero y valeroso de sus enemigos. ¡Cuánta responsabilidad les cabe por haber avivado con su miopía política y su odio visceral, el nacimiento de una leyenda que perdura, pese a todos los infructuosos ensayos por desvirtuarla, hasta hoy! 

 

No hay duda alguna que el Che constituye una de las figuras políticas más importantes de la historia latinoamericana y universal. Es conocido por distintas generaciones en todos los continentes y sus fotos más emblemáticas, siguen aún alentando utopías en muchos confines o encabezando las luchas por un futuro mejor de millones de habitantes en este planeta. Con una certeza insuperable, sobre él diría Fidel en el acto de despedida por su muerte: “Podrá morir el artista, sobre todo cuando se es artista de un arte tan peligroso como es la lucha revolucionaria, pero lo que no morirá de ninguna forma, es el arte al que consagró su vida y consagró su inteligencia”.

 

Guevara no fue tan solo un extraordinario combatiente, ni el más depurado de los jefes guerrilleros conocidos hasta entonces. Tampoco fue únicamente un brillante teórico de la lucha revolucionaria y guerrillera. Fue y es sencillamente, la inmortalización del revolucionario cabal. El mismo que supo entregarse también con su trabajo y su insuperable sacrificio, en los primeros años de la Revolución y de la construcción socialista en Cuba, con sus importantes aportes en el terreno económico, de la industrialización, en la concepción del trabajo voluntario, del “hombre nuevo socialista” y de la participación activa de los trabajadores en la gestión de las empresas cubanas.

 

Desde muy temprano el Che comenzó a mostrar una gran sensibilidad por los problemas sociales de nuestros pueblos, lo que lo llevó a vivir hasta en los últimos minutos de su muerte, del lado de los desamparados, oprimidos y explotados. En su primer viaje en motocicleta por el norte argentino en 1950, escribe sobre la dolorosa miseria que va encontrando a su paso en los 4,500 kilómetros recorridos. 

 

Va comprendiendo con mayor claridad que este estado de cosas, solo puede cambiar con grandes y profundas transformaciones revolucionarias. Cinco años más tarde en México conoce primero a Raúl y luego a Fidel, y así el médico argentino junto a 82 expedicionarios en el yate Granma, pone rumbo a las costas de Cuba el 25 de noviembre de 1956 y sin pretenderlo siquiera, se dirige cual guerrero mitológico, hacia la eternidad.

 

Cuba y América Latina lo conocerán por su asma y entereza moral, por sus hazañas, por sus intrínsecas cualidades de líder y por su alto espíritu solidario e internacionalista. Consecuente con sus concepciones sobre la lucha revolucionaria, partirá Guevara en abril de 1965 hacia Tanzania y de allí al Congo, país donde sufrirá amargamente el fracaso de su experiencia guerrillera. Después de esto retorna a Cuba, luego de una corta estancia en Praga, capital de la antigua Checoslovaquia, para que a principios de noviembre de 1966, aparezca al mando del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, que compuesto por 47 combatientes (16 cubanos), ocupa una zona montañosa cerca del río Ñancahuazú, en el sureste boliviano.

 

A poco más de medio siglo de su muerte, el Che sigue siendo un símbolo universal de rebeldía y lucha. No han bastado todos los intentos del imperialismo y sus lacayos de ayer como de hoy, para que del Che muera todo su ejemplo, su memoria y la fuente de inspiración revolucionaria que surge de la leyenda que rodea toda su vida. No hubo tal derrota en la Quebrada del Churo (Yuro), ni tampoco en la escuela de La Higuera a la 1:10 p.m. del 9 de octubre de 1967, porque los restos del Che y de sus compañeros desde 1997, descansan en la ciudad de Santa Clara en el Memorial Ernesto Guevara y porque todavía somos muchos los que como dijera Frank Delgado en su canción Con la adarga al brazo:

 

“Por eso te llevo en mi cartera

como un buen resguardo

o como la casera estampita de un santo

para que me proteja y me jale las orejas

si algún día malo me olvidó del Che”.

 

Y es que tú, Guevara, “sigues estando en todas partes, como no te querían”. 

1 comentario:

Unknown dijo...

Lo felicito muy reflexivo su artículo y bueno para compartir. Gracias