sábado, 31 de octubre de 2020

Centroamérica y las elecciones presidenciales en los Estados Unidos

 Lo más importante de estas elecciones es, simplemente, que Donald Trump se vaya. El actual presidente norteamericano es punta de lanza del emergente neofascismo mundial, un punto de referencia y modelo para las posiciones de la derecha más rancia que se ha empoderado en buena parte del mundo.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica


Para América Latina, las elecciones en los Estados Unidos nunca son indiferentes. Nuestra región se encuentra tan estrechamente vinculada a la mayor potencia mundial, que lo que en ella suceda repercute en nuestras vidas. Esta afirmación, aunque cierta, no es igualmente válida para todos nosotros. Para Centroamérica y el Caribe, espacio natural de influencia de los Estados Unidos, a veces puede llegar a ser vital, y la de este año 2020 lo es aún más.


Para Cuba, por ejemplo, la política de la administración Trump ha sido de una agresividad sin precedentes, una vuelta de tuercas que ha llevado el bloqueo a límites que solo los cubanos pueden soportar en el mundo. Lo mismo sucede, guardando las proporciones, con Nicaragua, en donde además de bloquear recursos económicos de asistencia internacional, ya ha empezado el proceso de desconocimiento de las elecciones presidenciales del año entrante, sobre todo después de constatar los altos índices de aprobación con los que cuenta el gobierno (casi un 60%) y su presidente Daniel Ortega (cercanos al 70%); y ya no digamos con Venezuela, a la que le han saqueado sus recursos e inversiones en el extranjero, y cercado para evitar que pueda producir y comercializar su petróleo, fuente de más del 90% de sus ingresos.

 

En lo referente a los países del Triángulo Norte centroamericano, en el que la problemática está centrada en los temas de interés de los Estados Unidos el de la migración y el del tráfico de drogas, recuérdese que, en lo referente a los primeros, Donald Trump hizo de la estigmatización de los migrantes y sus países de origen su caballito de batalla, no solo en las elecciones pasadas sino a lo largo de toda su administración. Las consecuencias han sido devastadoras, desde el aumento de las agresiones por racismo, pasando por el drama en la frontera mexicano-norteamericana, hasta el aumento de la peligrosidad del viaje a través de México.

 

Joe Biden no es la panacea. Aclaremos: ningún gobernante de los Estados Unidos es la panacea ni mucho menos para esta parte del mundo, pero si establece una continuidad con las políticas de Barak Obama, de las cuales fue partícipe activo, las cosas podrían ser un poco distintas.

 

Respecto a Centroamérica, la idea que maneja públicamente es que hay que hacer viables estos paisitos para evitar que la gente tenga que migrar. Es tarea imposible. Las oligarquías locales, atascadas en el atraso estructural, corruptas e ineptas, no están en la capacidad de llevar a cabo tal tarea. La propuesta, por la que Biden viajó a Centroamérica y los presidentes centroamericanos a Estados Unidos en varias ocasiones, fue el Plan de la Alianza para la Prosperidad. Como el gobierno estadounidense no es nada tonto, sabe que su plan está en las manos equivocadas, pero no le importa mucho, porque la agenda que realmente quiere impulsar es la aprovechar in situ las “ventajas comparativas” de la región: fuerza de trabajo barata, bajos o nulos impuestos, cercanía a sus fronteras, etc.

 

Pero lo más importante de estas elecciones es, simplemente, que Donald Trump se vaya. El actual presidente norteamericano es punta de lanza del emergente neofascismo mundial, un punto de referencia y modelo para las posiciones de la derecha más rancia que se ha empoderado en buena parte del mundo. Su presencia como presidente de la mayor potencia mundial es nefasta, fortalece todo lo que se le parece: la chabacanería, la ignorancia, el cinismo, el racismo, la misoginia y la mentira. Donald Trump es, al mismo tiempo, efecto y causa de esa forma de hacer política que ha contaminado a todo el mundo, pero sobre todo a nuestros países, en donde ha contribuido a crear un ambiente que lo emula.

 

Si el neoliberalismo ya estaba haciéndonos un daño que cada vez deja más huella negativa en nuestras sociedades cada vez más desiguales, más violentas y corruptas, su presencia termina de agravar el panorama. ¡Que se vaya Trump!

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