El insaciable afán de la ganancia nos está llevando a un desastre climático, como lo revela el calentamiento global que ha provocado oscilaciones extremas de la temperatura, sequías, inundaciones, deshielos, huracanes, aumento del nivel del mar y crisis alimentaria.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Lo que no pudo lograr el capitalismo con el colapso del socialismo real, fue demostrar que era la panacea para la humanidad ni su destino final como argumentó Francis Fukuyama con su absurda teoría del fin de la historia. El derrumbe soviético aceleró la versión más salvaje del capitalismo, el neoliberalismo. Hizo manifiesto el señalamiento de Marx de que el capitalismo era una monstruosa maquina devoradora de seres humanos y de la naturaleza. Resultó imposible probar que el capitalismo era la vía para la prosperidad social. En 2018 según el Banco Mundial, 3,400 millones de personas (aproximadamente el 50% de la población mundial) tenían dificultades serias para satisfacer sus necesidades básicas. Ese mismo año, 0.4% de la población concentraba el 45% de la riqueza mundial mientras 64% solamente tenía 2% de dicha riqueza.
El auge de empresas armamentistas y la necesidad del capitalismo de las guerras para salir adelante de sus crisis, nos tiene en la orilla de la guerra nuclear. El insaciable afán de la ganancia nos está llevando a un desastre climático, como lo revela el calentamiento global que ha provocado oscilaciones extremas de la temperatura, sequías, inundaciones, deshielos, huracanes, aumento del nivel del mar y crisis alimentaria. La pandemia que hoy vivimos es producto de la ruptura del equilibrio con la naturaleza que ha provocado la ambición capitalista. En pocas palabras, el capitalismo puede acabar con la humanidad si la humanidad no acaba con el capitalismo. Por ello el sociólogo alemán Ulrich Beck ha dicho que vivimos en “la sociedad del riesgo”.
Para Marx el antídoto para las dos grandes depredaciones del capitalismo (humanidad y naturaleza) fue una economía destinada a la satisfacción de las necesidades sociales, no a la ganancia. También la distribución equitativa del excedente mediante la abolición de la propiedad privada y la sustitución del Estado como dominador de los seres humanos a un aparato administrador de las cosas. La paradoja de hoy es que el mundo está más lejos de dicha utopía cuando más necesitado está de su realización. La manera de ser comunista hoy, es estar conciente de dicha paradoja. Y buscar los caminos para resolverla.
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