Debo, luego soy. Padecemos la esclavitud de la deuda. La deuda, porfiada sombra, siempre vuelve. Nuestro país debe, y cuanto más paga, más debe. Y cuanto más debe más lo acorralan. Luego está Estados Unidos, que debe más que toda América Latina junta y no lo acorralan. Es más, impone condiciones. Que me lo expliquen.
José Luis Lanao / Página12
En un visto y no visto la “biblia” neoliberal del capitalismo ilustrado determinó que Leo es un especulativo “activo capital riesgo”. Así. Como lo escucha. Literal. Sin anestesia. Lo deconstruyó. Pasó de ser el mejor jugador del mundo a un “complejo producto financiero”. Dejó de ser para seguir siendo. Se nos “fue”. Se convirtió en el mito que todos llevamos dentro. De desaparecer tal como somos y reaparecer siendo otros para otros y en otros lugares del tiempo y del espacio. Leo lo ha conseguido. Hoy es un “activo de riesgo”.
El diario “salmón” publicaba, el 16 de agosto, una extensa nota de "La Pulga” desde una mirada analítica, exponencial y especulativa del mercado. Volvía a nacer. Como James Carville, aquel asesor del presidente Clinton, que manifestó aquello de que si renacía le gustaría ser un “mercado de bonos”. La realidad nunca está acabada del todo. Lo dice el Financial Times. Oráculo del liberalismo neo de sistemas desregulados, de fondos “buitres” y fondos “palomas”, que son lo mismo: los dos se te cagan encima. Desestabilizador de gobiernos y de economías en desarrollo. “Influencer” de mercados donde habría que legalizar la droga aunque solo fuera para dejar sitio en las cárceles a estos mangantes distinguidos, los nuevos delincuentes encorbatados, que van a necesitar cada día de más espacio.
El periódico financiero inicia el artículo con un adagio sugerente del jugador argentino: “Los cementerios están llenos de gente imprescindible”, y matiza que hay “vicisitudes que sopesar en la gestión de un activo, y más en un activo de riesgo especulativo”. En su intento por iluminar el camino sobre Messi recoge el análisis de Michel Moritz, ejecutivo del fondo capital riesgo, Sequoia Partners: “Ningún inversor está obligado a comprar, y ningún gestor de inversiones que se precie se puede anclar en el pasado. No se debe buscar refugio en nombres para exprimir el rendimiento de un activo que puede resultar problemático y de riesgo”. La columna la cierra con una recomendación inquietante: “Los clubes deben pagar una parte de los sueldos de sus jugadores en acciones”. Este hombre no canta, no baila, pero no se lo pierdan: es un “blablablá” de dickesiana desesperanza. Eramos felices y no lo sabíamos.
El fútbol cotiza, seduce, y se consume. Ningún ámbito materializa la soberanía de la seducción con tanta fuerza como la economía del consumo. Todo se hace para atraer al consumidor, cortejarlo, entretenerlo, tentar sus afectos. Dependencias inducidas que el mercado nos inyecta. Los hinchas, consumidos de consumir, seguimos soñando con “sombreritos”, gambetas, caños y “dobles bicicletas”. Románticos de usar y tirar. Las penas son de nosotros, las “pelotitas” son ajenas.
A Messi lo perdimos. Ya “fue”. Es un “activo”. Lo vemos sin verlo. En una época de falso esplendor. Una época para seguir soñando con detener este tiempo que nos devora.
(*) Ex jugador de Vélez, y campeón del Mundo Tokio 1979.
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