En nuestra América en los meses de septiembre y octubre se conmemoran a dos grandes próceres latinoamericanos que fueron sacrificados por los sectores contrarrevolucionarios de su tiempo, creyendo que con sus sacrificios serían sepultados sus idearios y los ejemplos de sus luchas emancipadoras. Sin embargo, la proyección histórica de su obra y pensamiento liberador ha trascendido en la historia.
Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
La trascendencia de estos dos grandes hombres de la historia política latinoamericana, es que ambos en su tiempo buscaron la emancipación de sus pueblos, así como la unidad e integración de nuestra América. Francisco Morazán fue presidente de la Federación Centroamericana (que abarcaba los estados de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) en la tercera década del siglo XIX. En los años de vigencia de la revolución morazanista, que abarcó desde 1830 hasta 1839, se logró mantener la integración centroamericana. Proyecto político que finalmente no logró desarrollarse plenamente, pero quedó como el ideario y una gran herencia del pensamiento de Francisco Morazán. La idea unionista vive todavía y no ha logrado madurar y desarrollarse plenamente en la región centroamericana en nuestros tiempos. A pesar de que hoy es un instrumento necesario y urgente para poder enfrentar de la mejor manera el proceso de internacionalización de la economía. En ese sentido las ideas morazanistas del siglo xix cobran actualidad en la misma medida en que sirven como norma moral, como un legado para entender cómo orientar la modernización centroamericana en beneficio de los más amplios grupos sociales de la región.
La experiencia de Morazán y su pensamiento emancipador sin duda son enseñanzas de la historia que apelan a reflexionar en torno a la integración para enfrentar de la mejor manera posible los retos del siglo XXI. En ese sentido histórico que le imprime a Centro América su ubicación geoestratégica, hay que considerar que lo realmente visible para la ruptura de la Federación y de la propuesta unionista de Francisco Morazán fue la enorme distancia entre el proyecto político y la realidad social, así como el interés de las grandes potencias por el control de la región. A esto en su tiempo se sumó la pugna entre los bandos liberales y conservadores. Hasta nuestros días la balcanización del Istmo centroamericano en gran medida alentada por los intereses de EU y de los grupos más conservadores en el poder en los distintos países de la región centroamericana, han frenado que las naciones del istmo centroamericano avancen para hacer factible esa integración. En nuestros tiempos funcionan algunos organismos regionales como el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el Parlamento Centroamericano (PARLACEN). Sin embargo, falta mucho para emancipar a los más amplios sectores de la pobreza y la marginación y con ello lograr mejores niveles de bienestar social. A 228 años del sacrificio de Morazán, su ideario de la unión centroamericana sigue vigente. Sus últimas palabras siguen teniendo gran actualidad y son una luz para el ideario de la integración regional en estos años del Bicentenario de la Independencia: “Declaro: que mi amor a Centro América muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.
En el caso de Ernesto Che Guevara, su ideario por liberar en los inicios de la segunda mitad del siglo XX a los pueblos oprimidos de América Latina y el Caribe e incluso de África, lo llevó también al sacrificio. Si se prefiere a su heroica inmolación. La lucha guerrillera que comandaba el Che en Bolivia, fue finalmente derrotada en el año de 1967 por las fuerzas de la dictadura militar boliviana que azotaba a ese país sudamericano en alianza con las fuerzas intervencionistas. Injerencia que no ha dejado de estar presente en la sociedad boliviana y de nuestra América a través de los activos de la Agencia Central de Inteligencia de los EU, actores que buscaban darle caza al heroico comandante guerrillero. El 9 de octubre de 1967, asesinaron al comandante Guevara, pensando que con su sacrificio quedaría derrotado su ideario y figura política. Sin embargo, sus enemigos jamás pensaron que con ese magnicidio lo que hicieron fue inmortalizar al Che. Hoy en pleno siglo XXI, su pensamiento y ejemplo sigue presente en millones de hombres y mujeres que en todo el mundo lo han reivindicado como el emblema del más noble revolucionario que acompaña e inspira a las luchas de diversos pueblos del mundo. Su imagen frente a la consigna “Hasta la victoria siempre”, muestran que sus ideas son invencibles. Tal como lo apuntaba José Martí: “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra".
En un planeta globalizado como el que vivimos en los comienzos de la tercera década del siglo XXI, el ideario del Che, ha quedado plasmado en el imaginario de los pueblos en resistencia frente al modelo neoliberal. Su imagen con la boina negra y su estrella roja, es un emblema que circula por todo el orbe a los 54 años de su muerte. Su pensamiento sigue vigente en sus tesis sobre las luchas emancipadoras de los pueblos de nuestra América y el mundo. En su carta de despedida dirigida al comandante Fidel Castro en marzo de 1965, consideró que: “Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”. Su deber de revolucionario era hacer la revolución en otros escenarios donde sus esfuerzos fueran necesarios e imprescindibles. Así, después de estar en diversas luchas de liberación en África, finalmente inicio una nueva epopeya para emancipar a Bolivia. El Che, sabía tal como lo escribió “que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)”. En efecto, él cayó en esa trinchera boliviana, pero no murió. Sus ideas siguen presentes y forman parte esencial del ideario de la actual Bolivia, la cual ha mostrado que con golpes de Estado como el más reciente generado por la oligarquía en 2019 y con la complicidad de la secretaria general de la OEA y de los ex gobiernos del argentino Maurico Macri y del ecuatoriano Lenin Moreno, no han podido borrar la huella del Che. Por el contrario, el pueblo boliviano ha refrendado con el retorno al poder del Movimiento al Socialismo (MAS), que el ejemplo de los próceres como Ernesto Che Guevara, son las mejores herencias de un pensamiento emancipador que sigue vivo. Tal como lo sentenció Fidel Castro en la Segunda Declaración de La Habana el 4 de febrero de 1962 y que el Che Guevara lo refrendó en su discurso en la Asamblea General de la ONU del 11 de diciembre de 1964: “Porque esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia”.
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