No hubo mejor forma para conmemorar estos 86 años de la fundación de la Universidad de Panamá que reconocer la implacable trayectoria del doctor Alfredo Figueroa Navarro con el Premio Universidad, máximo galardón de esta casa de estudios superiores.
Abdiel Rodríguez Reyes / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Vimos al maestro brioso, su humildad no tiene límites, al inicio señaló que el premio era a las ciencias sociales y humanas. De hecho, es quien más estudió su historicidad, coordinó el tomo 5 de la Biblioteca de la Cultura Panameña de la Universidad de Panamá titulado: El desarrollo de las ciencias sociales en Panamá (1983); posteriormente Las ciencias sociales en Panamá. En vísperas del tercer milenio (1998) y, en esa misma dirección, La Sociología en Panamá en el siglo XX (2003). No se le escapó ningún detalle. En el discurso señaló quienes se fueron, ya sea por deceso o por jubilación y también al relevo generacional en el Departamento de Sociología. Escribió muchísimos otros libros. Destaca su preocupación por los “grupos populares”, por el “arrabal”. Escribió sendos libros sobre personalidades negras, como Carlos A. Mendoza y Gaspar Octavio Hernández, entre otros muchísimos temas de su cantera de conocimiento.
En ese sentido, en su órbita histórica, su abordaje es desde lo social, desde abajo. Sin denostar la cuidadosa indagación archivística, no deja de lanzar supuestos ensalzadores de un prisma crítico que aún no hemos valorado en su justa dimensión. En el segundo capítulo de Dominio y sociedad en el Panamá colombiano (1821-1903) (Escrutinio sociológico) (1978), va tejiendo desde lo social: “los grupos marginales están desposeídos […] y viven en la inopia de una plutocracia urbana relativamente prospera y dominante”. Como buen clásico siempre tendrá algo que decirnos y con un ligero esfuerzo heurístico vemos cómo esta realidad aún continua. La desigualdad de otrora continúa ahogándonos en la opulencia de una burguesía cuyo interés es mantener las tasas de ganancias. La historia está en movimiento y las contradicciones continúan bajo nuevos ropajes, “la sociedad de castas” (castas no en un sentido de sistema de castas de la India) del régimen colonial, se coló en ese Panamá colombiano, “la burguesía comercial embrionaria de la ciudad de Panamá es, pues, una clase dotada de conciencia de casta”. Vemos una puesta en evidencia del supremacismo blanco cuando dice “el hombre blanco es el ideal”. En definitiva, urge reeditar sus obras para contemplar su inagotable riqueza para también descolonizarnos.
En el discurso, hizo un diagnóstico impecable de las ciencias sociales y humanas en Panamá. También llamó la atención sobre un tema inadvertido hasta entonces: la disputa entre Georgina Jiménez de López y Demetrio Porras; les corresponderá a las nuevas generaciones de sociólogos y sociólogas pesquisar a profundidad esta temática para conocer así las más ricas tradiciones de nuestra historia de las ideas. Hasta el último momento el maestro está anuente a todos los detalles concernientes a las ciencias sociales y humanas en Panamá. Hizo un llamado a atender al próximo Congreso de Sociología, el cual versará sobre las consecuencias de la COVID-19. Temática pertinente para comprender los complejos problemas que nos azotan. No quiero dejar de reiterar el deleite de escuchar este discurso. No hay forma de medir el kilaje del doctor Alfredo Figueroa Navarro, estamos ante un gigante de las ciencias sociales y humanas, como dijese Bernardo de Chartres, “somos enanos a los hombros de gigantes” y solo podremos ver más allá por la gran altura de nuestros maestros.
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