En Estados Unidos está en curso una serie de cambios que están transformando radicalmente la sociedad. Su clase media ha venido disminuyendo, los mega-ricos concentran cada vez más riqueza, y crecen los bolsones de miseria en regiones en las que grandes corporaciones se han traslado a otros lugares del mundo que les ofrecen ventajas comparativas que abaratan su producción.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Ese mundo distópico se basa en tendencias reales que, leídas desde las aspiraciones y temores del pensamiento neoconservador, se ven como terribles amenazas que deben ser enfrentadas radical y enérgicamente desde ahora, antes que sigan su curso y se concreten.
Uno de los agentes de cambio que llevaría a ese horizonte distópico serían los migrantes, que alimentarían a la tendencia que estaría llevando a un cambio en el perfil demográfico de la población estadounidense.
En efecto, los migrantes “de color”, que tratan de llegar a los Estados Unidos haciendo un largo peregrinaje a través de selvas inhóspitas; enfrentando al crimen organizado que planea sobre ellos como zopilotes al acecho; a los corruptos órganos represivos de los estados por donde tienen que atravesar y que, al final, tienen que enfrentarse a los desiertos de Arizona, Texas o Nuevo México, alimentarían ese “oscurecimiento” de la sociedad estadounidense que llevaría a lo que la novela de Jean Raspall llamó, en 1973, “el gran reemplazo”, que llevaría al colapso de la cultura occidental.
El supremacismo blanco, que tuvo un protagonismo de primer orden en la pasada administración de Donald Trump, cuyos integrantes llegaron a tomar el edificio del congreso en Washington, clama por que no se haga realidad las proyecciones de la Oficina del Censo de EEUU, que proyecta que hacia el 2043 los blancos dejarán de ser la mayoría de la población estadounidense y serán desplazados por la suma de la población hispana que aumentaría de 53,3 millones en la actualidad a 128,8 millones en 2060 y la afroamericana, que pasaría de los 41,2 millones actuales a los 61,8 millones.
Partiendo del supuesto según el cual los blancos son la “raza” que porta la vocación de progreso, tal cambio demográfico llevaría a la transformación de los Estados Unidos en un país del Tercer Mundo, algo que ya estaría sucediendo en la actualidad por el desplazamiento del poderío económico mundial hacia China.
Quiere decir todo lo anterior que los migrantes no son vistos solamente como amenaza por la eventual sustitución de fuerza de trabajo local, sino, más profundamente, como agentes portadores del declive de los Estados Unidos. Serían el equivalente a los bárbaros que asediaron al imperio romano en los albores de nuestra era y que a la postre le hicieron morder el polvo de la derrota, llevando a una era de oscurantismo que duró siglos.
En este contexto, la oposición a la llegada de migrantes “oscuros” se entiende como una verdadera cruzada, y sus impulsores son vistos como héroes salvadores. El principal héroe de estas huestes “salvadoras” es Donald Trump quien, ahora en cuarteles de invierno, se apresta a volver a la presidencia en 2024 para seguir construyendo el muro “de la vergüenza” en la frontera con México, y hacer todo lo posible por detener a quienes provienen de esos “agujeros de mierda” a los que tanto aborrece.
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