No recuerdo, en las últimas tres décadas, que un presidente de una potencia como EEUU, haya dicho sobre un país, situado en un confín tan poco gravitante en el tráfico estratégico excepto por la Antártica y la Patagonia, que podía constituirse en modelo por su manejo económico y en el funcionamiento de la relación internacional bilateral con EEUU.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
En su encuentro con la prensa del martes 23 después de mediodía, el Presidente Barack Obama menciona a Chile repetidamente en dos aspectos.
Primero, lo destaca como un modelo en cuanto a la forma de enfrentar la recesión económica. En una traducción a la rápida: “Si se mira cómo Chile ha manejado la recesión, que la ha manejado muy bien, en parte porque protegieron el superávit derivado del alto precio del cobre. Esto es una buena lección para EEUU. Cuando teníamos el superávit, lo hicimos disipar”.
Segundo, enfatiza el modelo de relación bilateral con Chile, señalando que no obstante las diferencias en algunos puntos en política exterior que se respetan, los importante es que “EEUU no le dicta a Chile cómo debe velar por sus intereses".
La conferencia de prensa ocurre en medio de procesos álgidos: el debate de la reforma a la salud en el Congreso, y la revuelta en Irán. También coincidía con la visita de la Presidenta de Chile Michelle Bachelet.
Pocas veces un presidente de una potencia como EEUU, se ha referido a un país como modelo en dos temas macro, como son la economía política y las relaciones internacionales.
Dice Obama: “Ese es el modelo a que aspiramos: el asociarse”. Después agrega: “Esperamos que la Presidenta Bachelet nos entregue sus consejos de manera que podamos expandir el tipo de relación que EEUU tiene con Chile a través de toda Latinoamérica".
Ante una pregunta de cómo funcionaría EEUU frente a otros países con menos democracia, Barack Obama comenzó a responder así: “El punto es que Chile lidera a partir del ejemplo. Ver a Chile como un ejemplo”.
Más allá de la dosis de entusiasmo diplomático que se adopta durante visitas de estado -como la que llevaba a cabo la presidenta de Chile en Washington al momento de esta conferencia de prensa-, a Barack Obama no se le caracteriza por la ostentación en el elogio y en el comentario. Frecuentemente, dentro de la calidez que proyecta, hay contención y a menudo la prensa de su país le fustiga a veces su parquedad y frialdad. Esta vez se le vio diferente.
Independiente de la evaluación propia, quizás hace muchas décadas que no se escuchaba a un presidente de EEUU señalar con tanta confianza –podríamos decir convicción - y a la vez con pulcritud de lenguaje, un elogio tan rotundo hacia un país, y menos de la región.
Decir modelo siempre es riesgoso o exagerado, y la verdad es que en todas partes se puede palpar injusticia, exclusión, y mal manejo. No hay modelitos como para que el género humano se vanaglorie, incluyendo los atribuidos a nórdicos. Guía u orientación estarían más apropiados creo, pero claro, no le vamos a corregir a un presidente que se destaca por la precisión de sus discursos.
También es tentador transferir el entusiasmo al ingrediente innato de chovinismo ramplón que se acostumbra a tener cuando algún forastero elogia algo bueno del país propio, a lo cual nadie está exento, creo. Pero eso es importante resaltar en este caso, que el tema tal vez no sea solamente Chile y ni siquiera lo que uno pueda opinar sobre lo dicho por Obama respecto a Chile.
Aquí interesa poner atención por qué lo dice y cuando lo dice. Es así que es más importante el tema de cómo Obama comienza a perfilar en EEUU una política exterior que ni se soñaba en la narrativa más optimista de política internacional.
Puede que sea prematuro aventurar juicios con menos de seis meses en el cargo, frente a hechos como dos guerras, Corea del Norte reclamando un derecho nuclear que otros tienen, la revuelta en Irán y la revuelta permanente interna neoconservadora que lo presiona por todos lados. Esto recién comienza.
Pero aún aplicando el más obsesivo realismo, es innegable que en la administración que comanda se desarrolla una tendencia a buscar denominadores comunes en los países para reestructurar una maquinaria de relaciones internacionales precaria y roída.
Chile es como el pretexto para los anuncios, y por cierto es importante, pero lo de Obama son los mensajes breves, concisos y plenos de contenido en cómo restablecer cierto orden mundial para poder hacer las cosas en paz. Igualmente ha sido su mensaje equilibrado respecto a lo de Irán. “No me pidan intervención los que protestan; el régimen debe saber que el mundo observa”.
Existe un credo político que dejó de tener expectativas, entusiasmo, y hacer suposiciones sobre Chile en particular y un continente al cual le han caído los egoísmos y narcisismos más fecundos en cuanto a apoderarse de los espacios políticos para sacar cuentas alegres en algunos casos, y en otros, para el revanchismo destructivo. De allí que escuchando a Barack Obama elogiar a Chile de esa forma, uno volvía a las preguntas de siempre:¿Tendrá que ser un forastero el que venga a decir lo que está sucediendo, en este caso la parte positiva del asunto, dicha por el Presidente de EEUU? ¿O es que ha sido informado sobre un sólo lado del asunto? Las preguntas quedaban circulando.
No recuerdo en las últimas tres décadas, que un presidente de una potencia como EEUU, haya dicho sobre un país, situado en un confín tan poco gravitante en el tráfico estratégico excepto por la Antártica y la Patagonia, que podía constituirse en modelo por su manejo económico y en el funcionamiento de la relación internacional bilateral con EEUU.
Obama no quiso entregar una disculpa respecto a las dictaduras impulsadas y apoyadas en América Latina por las administraciones anteriores en EEUU. Solo admitió equivocaciones del pasado. Muchos pensarán que es poco, pero es un comienzo. En Chile en amplios sectores todavía no se debaten públicamente las equivocaciones y sucede lo mismo en muchos países.
El elogio llega en un período de inflexión en la campaña presidencial, y cuando más lo necesitaba la alianza de gobierno de la Concertación para estabilizar la curva ascendente en su reencuentro con los objetivos de su ideal político, para muchos desvirtuado.
La pregunta es paradójica. ¿Comenzará a gobernar la verdadera Concertación después de 20 años en el poder?
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