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sábado, 29 de junio de 2024

El fútbol. La identidad nacional y el espectáculo, entre Copas

 Existe una contraparte político cultural que emerge en situaciones límites, donde el futbol se conjuga con el orgullo social de quienes no tiene voz o representación; y les permite desde lo popular tenerlo como medio de expresión.

Enoch Adames M. / Para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá


En su libro “El fútbol a sol y sombra”, Eduardo Galeano, escribe: “El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”.

sábado, 4 de noviembre de 2023

Nuestra identidad: un aporte a la historia universal

 En Nuestra América se creó una teoría política, una doctrina de los derechos y un conjunto de instituciones de cooperación y encuentro regionales con su propia teoría de la integración que, paso a paso, ha buscado culminar en la práctica el sueño de unidad de Bolívar y Martí del Siglo XIX.

Jaime Delgado Rojas / AUNA-Costa Rica

Contra la llamada “leyenda negra” de la colonización en América se han congregado intelectuales, historiadores, periodistas y filósofos que buscan reivindicar como positiva y civilizatoria la gesta colonizadora de los peninsulares europeos en América. A su vez, definen a España como un imperio colonial humanista y avanzado científica y culturalmente, a diferencia de otros imperios europeos. Esa es una batalla cultural que no es reciente, pues acumula libros y años de debate. Pero ha sido activada para dar respuesta a la demanda de disculpas hecha por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a la corona española en el 2019. No voy a confrontar sus argumentos pues pienso que los mejores testimonios de la historia se pueden leer con diferentes anteojos, para justificar infinitas intenciones: sobre todo en la actualidad en que una nación, como España, requiera ser maquillada de sus atrocidades en el pasado, aunque más bien debería saldar cuentas. Voy a colgarme de esa agitación pro española, para destacar nuestra historia bicentenaria.

sábado, 9 de enero de 2021

¿Monocultivo de la lengua?

El lenguaje inclusivo, en este momento, se define como un posicionamiento político que busca concientizar a la población y visibilizar las desigualdades de género. Es una intención loable, pero tal vez, insuficiente y se requiera un cambio profundo en las estructuras políticas, socioeconómicas y culturales de las comunidades. 

Nuria Rodríguez Vargas / Especial para Con Nuestra América


“Cuantas veces no hemos probado nosotros mismos una sopa que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso, son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo”. Palabras de Gabriel García Márquez en el I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas 1997. Propuso el colombiano jubilar la ortografía, algunas ideas fueron eliminar la hache, delimitar los usos de la ge y la jota, fundir la be y la uve, revisar la marca de algunos acentos, aceptar conjugaciones verbales normalizadas por los hablantes en el uso diario, pero que son consideradas no gramaticales. Esto como una forma de preparación de la lengua española para entrar al siglo XXI “es un derecho histórico, no por su prepotencia económica como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su fuerza de expansión”. Si se piensa un poco, la propuesta estaba basada en el profundo conocimiento de la cultura, en las necesidades de los hablantes, en las hablas del pueblo, en su humanidad. Pero tuvo más rechazo que apoyo en el mundo académico.

sábado, 15 de julio de 2017

Las paradojas de la coherencia, a propósito de la muerte del cantautor Jorge Marziali

Se le ocurrió partir al pie del monumento de El Che en Santa Clara, en el centro de ese gran caimán que es Cuba, en donde participaba del Festival del Caribe entre esa ciudad y Santiago; había llegado acompañado de su compañera, la cantora entrerriana Marita Londra y el actor cordobés José Luis Serrano, más conocido como Doña Jovita.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Jorge Marziali
No tuvo mejor ocurrencia su leal corazón que dejar de latir luego de haber cantado la noche anterior en el escenario, El niño de la estrella, dedicado justamente a su admirado compatriota, Ernesto Guevara de la Serna, ese santo laico, aventurero, romántico y vagamundo, como lo identifica en su biografía, el escritor mexicano Ignacio Paco Taibo II.

sábado, 22 de abril de 2017

América Latina 50 años: el Gabo y el Che

A las justas conmemoraciones de los 100 años de la Revolución Soviética, se suman, para América Latina, dos fechas decisivas para la identidad del continente. Son 50 años de la primera edición de Cien años de soledad y la muerte del Che. La imagen de América Latina en el mundo cambió para siempre.

Emir Sader / ALAI

Ya teníamos tres Premios Nobel de Literatura – Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda -, pero la cultura del continente era todavía conocida solo de manera fragmentada, individualizada, sin que el imagen que tenemos de nosotros mismos fuera difundida por el mundo.   La publicación de Cien años de soledad fue el marco definitivo, sin retorno, de la proyección de la capacidad creativa de los latinoamericanos respecto a su propio mundo.

Gabo no se imaginaba qué destino tendría el paquete que mandó desde el correo de México hacia la Editorial Sudamericana, en Buenos Aires, juntando los pocos pesos que tenían: solo pudieron mandar la mitad del libro y, por error, siguió la segunda parte. Cuando las ediciones del libro sumaron el primer millón de ejemplares, Gabo se dio cuenta de que había pasado con aquel envío por correo.

sábado, 1 de abril de 2017

Latinoamérica tiene complejo de inferioridad

¿Quién dice que esta “bárbara” región del mundo es atrasada? En definitiva: ¿qué es eso del atraso? ¿Por qué sentirnos avergonzados de ser lo que somos? ¿Por qué sigue teniendo efecto sobre nosotros, los latinoamericanos, la odiosa maldición de Malinche?

Marcelo Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala

No es infrecuente ver en cualquier punto de Latinoamérica a algún ciudadano (hombre o mujer) de aspecto aindiado, moreno, en definitiva: no-blanco, con el cabello teñido de rubio. En esta sufrida región del mundo, para ambientar un programa cultural radial o televisivo, en principio a cualquiera se le podría ocurrir usar música llamada “clásica” (música académica europea de los siglos XVII al XIX) y no, seguramente, cumbia o ranchera. Y si se trata de organizar una cena de lujo muy probablemente cualquier habitante latinoamericano pensaría en ofrecer langosta, algún plato con un complicado nombre en francés, lasagna quizá… pero seguro que no arepa, humita ni indio viejo. Y por supuesto, para ir “bien” vestido, un varón debe llevar saco y corbata y una mujer tacones altos con joyas y mucho perfume; sería de “mal gusto” presentarse en güipil o con chaqueta de colores típicos. Los palacios gubernamentales, aún rodeados de palmeras y bajo abrasadores soles tropicales, deben tener muchas columnas jónicas y dóricas con amplias escalinatas de mármol como los de los “hombres blancos” del norte, y la juventud “chic” canta en inglés. ¿¡Cómo habría de tararear una canción en guaraní o en mapuche?! Y en diciembre, ¡por supuesto!, los malls (también se puede decir shopping centers) se llenan de pinos plásticos y nieve artificial con un viejo barbudo vestido con trajes de piel viajando en trineo (¿en nuestros países?). Si pensamos en pirámides fabulosas, pensamos en las de Egipto, olvidando que en Mesoamérica hay otras tan fantásticas como aquellas. Dato interesante: la civilización maya llegó al concepto de número cero hace más de mil años, cuando en Europa se cazaban brujas por herejía.

sábado, 30 de mayo de 2015

¡La patria es la América! Una lectura actual de la proclama del Libertador (I)

La fortaleza de la identidad será el elemento decisivo para salvar la nación en estos tiempos de imposiciones e intentos de uniformar y universalizar la vida desde una visión que se pretende imponer por vía de la fuerza.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

El 12 de noviembre de 1814, en una proclama a los soldados de la División del general Rafael Urdaneta en Pamplona, el Libertador pronunció una frase que quedaría para la posteridad: “Para  nosotros la patria es la América” la cual, retomando el credo de Francisco de Miranda, adelantaba el eje central de las ideas que menos de un año después esbozaría en la Carta de Jamaica, la cual este año conmemora su bicentenario. Vale la pena, -en el contexto actual- intentar una proyección de esta máxima del ideario bolivariano cuando entramos raudos en el siglo XXI y la región se adentra en nuevas vicisitudes y se aproxima a inéditos retos en tiempos de globalización en el marco de la incertidumbre de un mundo que se torna agresivo y confuso.

sábado, 8 de febrero de 2014

Quito: mirar al otro

Mirar al otro es bueno, no para comparar, sino para comprendernos y visualizarnos mejor, especialmente en momentos en que decidimos el futuro de nuestra Nación. 

Griselda López* / La Estrella de Panamá

"Ramblas Nº 2", de Oswaldo Guayasamín.
Recientemente estuve en Quito, Ecuador, una ciudad, que conocí hace décadas y que hoy ha crecido convirtiéndose casi, en dos ciudades: la histórica y la moderna. Esta evolución de la colonia al mundo contemporáneo, no le ha hecho perder su identidad. En cada espacio quiteño uno siente que entra en el laberinto de los siglos, en la cultura indígena en donde la tierra, el cielo, el ser humano y el aire eran uno, con la presencia implacable de la colonia, con su hermosa arquitectura, edificada sobre calles estrechas, en donde cada recodo nos da una sorpresa. Sus múltiples iglesias, donde el pan de oro, el barroco, las imágenes religiosas le confieren una belleza estremecedora, junto a los modernos e imponentes edificios que nos señalan que la ciudad camina hacia el futuro, con nuevas perspectivas y nuevas visiones, pero respetando el acumulado de su historia que le da, identidad y perspectiva.

sábado, 3 de agosto de 2013

Panamá: A propósito del avistamiento del mar del sur. La cuestión de la identidad.

A casi quinientos años del avistamiento del mar del sur -y más, si se trata del encontronazo de ambas culturas– sigue pendiente establecer el significado de ese hecho tan relevante para la historia mundial y la geopolítica, en el plano de su significado en la formación de la identidad nacional.

Abdiel Rodríguez Reyes / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

 “Y la ceguedad de los que regían las Indias no alcanzaba ni entendía aquello que en sus leyes está expreso y más claro que otro de sus primeros principios, conviene a saber: que ninguno es ni puede ser llamado rebelde si primero no es súbdito”
Bartolomé de Las Casas

Vasco Núñez de Balboa toma posesión del mar del sur.
Es imperativo analizar el papel de ruta de tránsito desempeñado por Panamá en la formación y desarrollo del sistema-mundo del siglo XVI a la actualidad, en estrecha relación a la formación de nuestra identidad.  De momento, cabe decir que a partir del avistamiento del mar de sur no solo por Balboa sino también por los indígenas que lo acompañaran el 25 de septiembre de 1513 se inicia el proyecto de la modernidad, cuyo desarrollo debe ser entendido en ondas complejas de larga duración.

sábado, 27 de julio de 2013

Identidad nacional y marca país

Las identidades colectivas van adquiriendo nuevas características, más acordes con las necesidades que impone la sociedad de mercado y consumo galopante en la que vivimos. De eso se tratan los esfuerzos que diferentes gobiernos del orbe hacen por construir lo que se conoce como la marca país.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Identidad, mercado y consumo: la marca país.
Las identidades nacionales latinoamericanas se construyeron en el siglo XIX al amparo del proyecto liberal. Fue un proceso en el que en el vasto territorio que se independizó de la Corona Española, debía justificarse la parcelación en repúblicas y republiquetas, crearles una fisonomía propia que las diferenciara de sus vecinos y proveerlas de un horizonte de futuro propio.

Este proceso tuvo raíces en el período colonial, cuando fueron naciendo regionalismos e intereses asociados a los espacios que había delimitado la Corona para administrar sus posesiones. Tales intereses encontraron terreno fértil para florecer en la confusa situación que siguió a la independencia, y así fueron naciendo las nuevas naciones.

sábado, 23 de marzo de 2013

¿Qué somos nosotros, los latinoamericamos? (Video)

En esta entrevista, el politólogo argentino Atilio Borón y el filósofo cubano Roberto Fernández Retamar dialogan sobre la identidad y la diversidad cultural latinoamericana, sobre las complejas relaciones entre Occidente –otro nombre del capitalismo- y los pueblos latinoamericanos, entre otros temas.

América Latina: La tierra nueva

Aquí, donde la naturaleza parece lo único original, vivimos una originalidad más sorprendente: la flor de las fusiones culturales. Esta es la encrucijada de los mundos, la playa de los vientos cruzados, altar de dioses momentáneos y nicho de sentencias proféticas.

William Ospina / Tomado de El Espectador (Colombia)

Alguien dijo que América Latina es la región donde van a morir los sueños y las locuras de Europa. Tendría que añadir que América Latina ha sido el destino de muchas tradiciones del mundo y es también la región donde van a resurgir y resucitar los sueños y las sabidurías de Europa. Una región que sabe aprender de las experiencias y los fracasos de ese continente.

América conserva plenamente el legado europeo: sus lenguas, sus religiones, sus valores, sus instituciones, sus artes y sus sueños. Porque Europa estuvo en Asia, pero no permaneció en Asia; estuvo en África, pero no permaneció en África. América volvió americanas las lenguas: el español, el inglés, el portugués, el francés y finalmente las convirtió en lenguas planetarias. América cada cierto tiempo reinventa y redefine la democracia, el sueño de griegos y cristianos. Prolongó y enriqueció la tradición grecolatina, la Declaración de los Derechos Humanos, la herencia de la Revolución Francesa, la idea de la República que se fue decantando de Platón a Montesquieu, de Juana de Arco a Garibaldi, de Byron a Bolívar.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Palabras al ALBA

Lo nuevo, lo original, lo imprevisto es el más fehaciente signo de vida de individuos y colectividades. Seres y comunidades nos constituimos en el imaginario antes que en la práctica. Existimos desde que nos pensamos con cabeza propia.

Luis Britto García / Cubadebate

Palabras de aceptación del Premio Alba Cultural de las Letras

HABLA

La cultura une a Nuestra América donde la política o la agresión imperial dividen. Valores compartidos borran fronteras. Comunidades de ideas salvan abismos. La trabazón de hilos teje la tela y la de pensamientos anuda fraternidades. La preponderancia de dos lenguas romances y de los valores inherentes a una religión sincretizada son instrumentos heredados de comunicabilidad. A partir de esa herencia cada día debemos inventar nuevos puentes. Nuestra unión será la de los signos. En el mundo de la cultura subsistirá América Nuestra conservando y fundiendo en totalidad fecunda la espléndida proliferación de su memoria.

ARCA

Nuestra América es cuerpo de veinte millones de kilómetros cuadrados donde fluye más de la mitad del agua dulce y la mitad del oxígeno del planeta. Aire y aguas son las materias primas de la vida; preservarlas es salvar la existencia. El mundo sólo sobrevivirá resguardando de la rapiña los recursos que lo constituyen. En ningún otro sitio se da tan espléndida conjunción de todo lo que permite la vida, en ninguno está tan amenazada por el saqueo y el envenenamiento.

sábado, 29 de enero de 2011

A 120 años de "Nuestra América": El texto en sus contextos

El ensayo “Nuestra América” fue elaborado justamente en la ocasión precisa en que su autor debía sintetizar su análisis sobre nuestra región, y en que esta requería de una interpretación de su problemática, capaz de asegurarle el mantenimiento de su soberanía y la apertura de los caminos para un futuro propio.

Pedro Pablo Rodríguez / Prensa Latina y Argenpress Cultural

(Ilustración: Martí en Dos Ríos, de Carlos Enríquez)

El primero de enero de 1891 apareció publicado en La Revista Ilustrada de Nueva York el ensayo titulado "Nuestra América", bajo la firma de José Martí.

Esa publicación, que ya había abierto antes sus páginas al cubano, era un mensuario de pensamiento y de letras, de impresión que podría considerarse de cierto lujo, cuyo editor propietario fue el panameño Elías de Losada.

Es casi seguro, desde luego, que los primeros lectores del texto martiano fueran los integrantes del reducido grupo de intelectuales latinoamericanos entonces residentes en la ciudad del Norte, buena parte de ellos bien conocidos por Martí y colaboradores suyos en la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York, fundada algunos años antes.

No es de dudar que la revista también tuviera grata y sistemática acogida en muchos lugares de Hispanoamérica.

El 30 del mismo mes, con ligeras variantes, el escrito fue publicado en el diario El Partido Liberal, de la Ciudad de México, en el que el Maestro compartía desde 1886 con La Nación, de Buenos Aires, sus "Escenas norteamericanas", las crónicas que le convirtieron en escritor admirado y guía del naciente movimiento modernista de las letras en español.

No sabemos si "Nuestra América" le fue expresamente solicitado para su reproducción en el periódico mexicano o si su envío formó parte de una estrategia editorial de su autor.

En verdad, este ensayo no es propiamente una escena norteamericana, aunque hay algunos casos excepcionales en tal sentido en lo publicado por Martí en ese diario.

De todos modos, uno se pregunta, sin embargo, por qué no se incluyó en La Nación. ¿Su autor no lo remitió allá o sería desechado por el editor argentino?

El hecho real es que ambas publicaciones, la neoyorquina y la mexicana, garantizaron a "Nuestra América", muy probablemente, un público lector relativamente amplio por nuestra región, atraído por el conocimiento de la firma y por el tema del escrito.

Las causas del fracaso republicano de Hispanoamérica eran materias de viejo interés entre la clase ilustrada del continente, cuyo debate se actualizó desde que a mediados del siglo XIX las reformas liberales fueron intentando la formación de la nación moderna en nuestras sociedades.

Martí, pues, no estaba entregando un tema nuevo, sino que la originalidad de su texto se asienta en sus respuestas totalmente diferentes a las que solían dictarse entonces y, sobre todo, en la perspectiva con que organiza sus ideas desde una lógica contrapuesta a la razón moderna.

No es casual que el cubano escribiera aquel ensayo iluminador en ese momento. La propia evolución de su pensamiento y la interrelación de aquella con las circunstancias del año 1889, permiten comprender que "Nuestra América" fue un texto casi imposible de ser creado varios años atrás.

Al mimo tiempo, marca un hito significativo e imprescindible en esa evolución que conduciría a Martí tras su publicación, de modo natural, a diseñar y exponer una estrategia liberadora para la región, con pretensiones universales, y su inmediata puesta en marcha mediante la gran pelea de su vida: organizar a los patriotas en el Partido Revolucionario Cubano, a fin de impulsar la guerra necesaria y alcanzar la independencia de Cuba y Puerto Rico, las Antillas libres que habrían de cortar la posibilidad de la expansión de Estados Unidos hacia el Sur y desde las que se encaminaría la acción concertada de toda nuestra América. LEA EL ARTICULO COMPLETO AQUI...

José Martí: La idea del bien

El referente histórico se convirtió para José Martí en arma principal de toda su actividad política, ideológica y sociocultural. Poniendo por delante el reflejo de las mejores vidas de aquellos que veían más allá de donde alcanzaba su bolsillo y veían los intereses de la patria; de esos que, puestos de pie sobre el yugo miserable de la ignominia, colocaban en su frente honrada la estrella “que lumina y mata”.

Carlos Rodríguez Almaguer / La isla desconocida

(Ilustración: Retrato de José Martí, de René Mederos)

Los que participábamos en la clausura de la primera Conferencia Internacional José Martí: Por el equilibrio del mundo, aquel 29 de enero de 2003 en el Palacio de las Convenciones de La Habana, recordaremos siempre la pregunta con que Fidel comenzó su discurso: “¿Qué significa Martí para los cubanos?” Y recordaremos aún más la respuesta que, luego de analizar un párrafo del texto martiano El presidio político en Cuba, sobre la existencia de dios en la idea del bien y la lágrima como fuente de sentimiento eterno, dio el Comandante a su propia pregunta: “Para nosotros los cubanos, José Martí es la idea del bien que él describió”.

Conocida es para todos la máxima legada por el Maestro en su artículo Maestros Ambulantes, publicado en Guatemala, donde nos dice que “Ser culto es el único modo de ser libre”, pero no siempre recordamos la oración anterior que constituye otra máxima de vida y en la cual nos revela que “Ser bueno es el único modo de ser dichoso”. Profundizar en el estudio y significación de estas dos verdades esenciales, más allá de una repetición cómoda y superficial que termina por convertir cualquier evangelio en mera consigna, bastaría para contribuir de manera eficaz a la formación de mejores seres humanos. Y en esto es bueno dejar sentado que cuando nos referimos a esa formación no estamos hablando solamente de las nuevas generaciones, sino de todos los hombres y mujeres que vivimos estos tiempos que él mismo llamaría “de reenquiciamiento y remolde”, porque a fuerza de destruir el medioambiente, de fabricar bombas y armas de destrucción cada vez más sofisticados y de ensayar a escala universal la enajenación de los hombres hasta hacerlos besar y bendecir la daga que los degüella, no le va quedando mucho tiempo de rectificación a nuestra desdichada especie.

Que cualquier idea por elevada y noble que sea tendrá en la práctica únicamente el valor que sean capaces de darle, en sentimientos, palabras y hechos, aquellos que dicen defenderla, no hace falta repetirlo; que ninguna doctrina política, filosófica, ideológica o religiosa sobrevive en la práctica social más allá del punto en que sus sacerdotes le deshonran el templo, es una verdad vieja; que a la patria se le honra tanto con la vida pública como con la privada, es algo conocido; que cualquier obra de amor, como lo ha sido la Revolución martiana de 1959, ha tenido siempre muchos enemigos, no es tampoco nuevo; y que los hombres somos el resultado de nosotros mismos, también lo conocemos.

Cuba tiene, en sus poco más de dos siglos de forja de la nación, una cantidad enorme de paradigmas, en proporción, no solo al tiempo histórico, sino también a su espacio geográfico. Nadie podrá negar que, desde los inicios, fue el seguir a determinados paradigmas universales, continentales o regionales, lo que inspiró a nuestros padres fundadores en su labor primigenia. Luego, cuando con sus sacrificios en los cadalsos, en las prisiones y en los destierros, los hombres de pluma y de palabra se fueron convirtiendo ellos mismos, acaso sin saberlo ni pretenderlo, en los primeros paradigmas de la incipiente cubanía, entonces comenzamos a nacer como pueblo y como nación, pues ellos se habían puesto de semillas para que germinara el sentimiento que daría “luego a los generales ejércitos para sus batallas”.

El referente histórico se convirtió para José Martí en arma principal de toda su actividad política, ideológica y sociocultural. Poniendo por delante el reflejo de las mejores vidas de aquellos que veían más allá de donde alcanzaba su bolsillo y veían los intereses de la patria; de esos que, puestos de pie sobre el yugo miserable de la ignominia, colocaban en su frente honrada la estrella “que lumina y mata”, Martí se convierte en Apóstol no solo de la independencia de Cuba, sino de aquella a la que él mismo llamó República Moral, donde cada hombre defendiera como cosa sagrada, “como de honor de familia”, la dignidad y el decoro de cada cubano, y donde nadie permitiera nunca que se ultrajara, ni en los demás ni en sí, a la tierra sagrada donde se vino al mundo.

Cada conmemoración del 10 de octubre, cada artículo de prensa, cada carta a compañeros de lucha, a amigos íntimos, a familiares, iría permeada de aquella idea encarnada en él de que la dignidad, el honor y la grandeza de la patria solo podría hacerse visible a través de la actitud cotidiana de sus hijos. Así, en respuesta al menosprecio y la ofensa lanzada contra los cubanos por la prensa yanqui, traza en su artículo Vindicación de Cuba, a partir de unos cuantos nombres de cubanos ilustres, el deber ser de un pueblo que apenas si existía en la diáspora de las emigraciones, donde el ejercicio de la libertad le permitía al cubano el despliegue de sus poderosas facultades, pues la otra parte, era llaga adolorida que padecía bajo la bota colonial de España, y cuyos mejores hijos morían asesinados o tuberculosos en las prisiones africanas.

Martí, como haría Fidel un siglo después, no solo nos enseñó el pueblo que éramos, sino que nos dibujó en el horizonte el pueblo que debíamos y podíamos llegar a ser, aún cuando tanto ellos como nosotros sabemos por la historia que nunca han logrado los pueblos empinarse hasta el punto que les ha sido trazado por sus hombres magnos, pero nadie se atrevería a negar que cuanto han crecido lo deben al empeño colectivo puesto en querer alcanzar esos pináculos. Ese horizonte, en tanto utopía, sirve sobre todo—como dijera un sabio americano—para eso, para caminar. Cómo si no, explicaríamos el milagro de que un pequeño país como Cuba, insular, con mínimos recursos naturales, sobre la base material de una economía renqueante por diversos motivos, entre ellos ese odioso monumento a la impotencia imperial que es lo que resultan al cabo el bloqueo y la guerra económica yanqui, pudiera alcanzar en el brevísimo plazo de cincuenta años, con hechos y realizaciones concretas, los beneficios que ha alcanzado la Revolución para los cubanos y para los pobres del mundo con quienes echó su suerte. Cómo explicar la conducta de nuestros combatientes en África, de nuestros maestros en Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Ecuador; de nuestros médicos en medio mundo, sobre todo en aquellos lugares donde la filantropía de otros demuestra su inferioridad con respecto a la solidaridad promovida desde siempre por la Cuba Martiana, como está ocurriendo ahora mismo en el combate a muerte entre el humanismo más puro y la epidemia más terrible que se libra en las dolorosas tierras haitianas.

A ese Martí Maestro, vivo y vivificador, es al que debemos buscar y enseñar los que queremos a Cuba, a América y a la Humanidad, para que nos sirva de alimento al alma y de sostén al cuerpo en estos tiempos tristes y definitivos donde resalta por contraste terrible aquella verdad tremenda contra la cual cada uno deberá medir sus actos: “En la arena de la vida luchan encarnizadamente el bien y el mal. Hay en el hombre cantidad de bien suficiente para vencer: ¡Vergüenza y baldón para el vencido!”

Imaginarios: 120 años de “Nuestra América”

Casi inadvertida en su época, el ensayo "Nuestra América", obra magistral de José Martí, alcanza sus 120 años con una extraordinaria vigencia.

La revista Librínsula, de la Biblioteca Nacional José Martí de Cuba, se suma al homenaje de este acontecimiento con una selección de nuevos y diversos abordajes, y aspira a una lectura cada vez más profunda y múltiple del indispensable ensayo.

Esta edición especial incluye textos de Ana Cairo, Pedro Pablo Rodríguez, Marlen A. Domínguez, María Elena Capó, Marialys Perdomo Carmona, Jorge Sariol.

Además, invitamos a nuestros lectores a disfrutar el texto: “Mis recuerdos de José Martí”, de Enrique José Varona.

HAGA CLICK AQUI PARA ACCEDER AL ESPECIAL DE LIBRINSULA

sábado, 18 de diciembre de 2010

Ecuador: El desprecio racial

El desprecio racial ha tenido peso en el mundo de la política, donde el color de la piel, los rasgos fisonómicos o cualquier otro motivo equivalente han sido usados por las oligarquías criollas para desacreditar o estigmatizar a los líderes políticos populares.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)
El insulto racista ha sido una de las peores expresiones de nuestra vida social. Asumido lo “blanco” como símbolo de superioridad social, lo indio, lo negro y lo cholo fueron mostrados como signos de lo feo, vil y despreciable.
Institucionalizado el desprecio, a veces las mismas gentes de piel oscura han usado el insulto racista contra sus semejantes, recibiendo como réplica aquella sonora frase de: “Un longo me longueó, siendo más longo que yo”. Y es que, aun en el caso de los criollos, resulta absurdo alardear de blanquitud en un país al que las mujeres blancas llegaron tarde y en pequeño número, lo que determinó, junto con la violencia conquistadora, el temprano desarrollo del mestizaje, fenómeno resumido en otra expresión del refranero popular: “En nuestros países, el que no tiene de inga tiene de mandinga”.
El desprecio racial ha tenido peso en el mundo de la política, donde el color de la piel, los rasgos fisonómicos o cualquier otro motivo equivalente han sido usados por las oligarquías criollas para desacreditar o estigmatizar a los líderes políticos populares.
A inicios de la república, fue famoso el caso de Vicente Ramón Roca, un comerciante liberal de Guayaquil, quien ganó en buena lid la Presidencia de la República a José Joaquín Olmedo, en la Asamblea Constituyente de 1845. Esto motivó la ira de sus rivales, algunos de los cuales lo acusaron de ser “negro” o “zambo”, mientras que Rocafuerte, más moderno, lo acusaba de ser “mercachifle”, diciendo: “La vara del mercader ha vencido a la musa de Junín”.
Y es que, en esa señorial república decimonónica, lo natural era que se turnaran en el poder los líderes de las diversas oligarquías regionales. Por ello, resultaba un atentado contra la tradición y la decencia que irrumpieran en la escena política unos jefes militares sin reputación social o, peor aún, unos escritores o líderes subversivos salidos de provincia, como esos tales Juan Montalvo o Eloy Alfaro, a quienes la oligarquía y la Iglesia clasificaron como “zambo” e “indio”, respectivamente. En última instancia, no importaba mucho el color de su piel, puesto que sus actos de rebeldía social y sus ideas insurgentes no eran propios de gente decente, sino de zambos e indios.
El fenómeno siguió vigente en el siglo XX, como lo prueba el caso de Isidro Ayora, a quien la Revolución Juliana encargó el liderazgo revolucionario a partir de 1926. Ayora era un afamado médico, descendiente de cultas e ilustres familias lojanas, pero tenía un fenotipo indígena y bastó esto para que la derecha se ensañara en llamarle “indio”. El mandatario toleró de mala gana el calificativo, pero estalló en cólera cuando su propia esposa, la blanquísima porteña Laura Carbo, lo llamó de este modo, asunto que motivó su inmediata separación y divorcio.
Cosa similar ocurría por entonces en Colombia, donde la oligarquía conservadora descargó todo su odio contra el revolucionario liberal Juan de Dios Uribe, un amigo y colaborador de Eloy Alfaro, al que bautizó como “el indio Uribe”. Quien ve las fotos de este hombre blanco, rubio y de ojos claros, se sorprende de que lo llamaran indio. Y concluye que no era “indio” por su aspecto, sino por su rebeldía.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Nuestra llegada a la modernidad

Estos dos siglos de independencia nos dieron una relación vaga con el territorio, una idea harto imprecisa de nosotros mismos. Todavía hace 120 años ni siquiera sabíamos cómo nos llamábamos, y la palabra Colombia, soñada por Miranda y heredada por Bolívar, sólo se convirtió en nombre definitivo del país con la Constitución de 1886.
William Ospina / Tomado de El Espectador (Colombia)
Su redactor, Miguel Antonio Caro, era un gran erudito, un gran latinista, un gramático notable, un poeta esforzado, un traductor insigne, un orador admirable, pero un colombiano muy precario. No por falta de amor a su tierra sino por falta de conocimiento. Nunca salió de la Sabana de Bogotá, no sabía o no quería saber que le tocó vivir en la región equinoccial de América, vivía en la Roma de Virgilio, en las conjugaciones y en los gerundios, sabía qué era una hipálage y un oxímoron pero no sabía qué era la Mojana, y creo que, como buen castizo, no le gustaba la palabra Orinoco. Y ese curioso señor redactó la Constitución que gobernó a Colombia durante cuatro generaciones.
Esos cien años de soledad sirvieron al menos para crearnos una mínima conciencia nacional; la Independencia, de la que Bolívar tanto esperaba, apenas alcanzó para formar una vaga conciencia nacional. En algunos más fuerte que en otros, no por la voluntad sino por la mayor o menor facilidad para reconocerse en una tradición. Un país indígena, como México, encontró en esa memoria un sustento suficiente para la construcción de su imaginario nacional, y fue más lejos. Avanzó de verdad en el camino del mestizaje cultural desde las instituciones. El hecho de que la Independencia tuviera un alto contenido indígena, familiarizó a los indios mexicanos con los ideales de la Ilustración: tampoco México alentaba el sueño de reconstruir una ilusoria arcadia indígena.
La Independencia se hacía contra la Edad Media, contra el absolutismo español, a favor de la modernidad. Por eso, 40 años después se dio en México la Reforma, un paso de avanzada hacia la sociedad liberal. Derrotando a Napoleón III, fusilando a un emperador de la casa de Habsburgo, México rechazó la imposición de los modelos europeos, tuvo un presidente indígena en el siglo XIX, y después de expulsar a los franceses, en defensa de su orgullo, entonces sí dialogó con Francia con holgura y con dignidad.
Manuel Gutiérrez Nájera leyó a Verlaine y a Victor Hugo, y recibió su influencia. Y empezó a escribir en español con la libertad de los parnasianos y de los simbolistas, con una sonrisa verleniana: Toco, se viste, me abre, almorzamos,/ con apetito los dos tomamos/ un par de huevos y un buen beafsteak,/ media botella de rico vino/ y en coche juntos vamos camino/ del pintoresco Chapultepec.
Había nacido el Modernismo latinoamericano, y de la palabra mariage surgió la palabra mariachi, y Diego Rivera combinó la estética mexicana con los lenguajes de la modernidad, y Alfonso Reyes puso a dialogar su lenguaje mexicano con las fuentes helénicas, y después Juan Rulfo alió para siempre los descensos al Hades de Virgilio y de Dante con la fiesta de los muertos del primero de noviembre.
Aquí fue menos visible ese proceso: las instituciones se encargaban de negar día a día a la gente y sus creaciones. Todavía en los años cuarenta en los clubes sociales de Barranquilla sólo se podía bailar el foxtrot de las orquestas internacionales: estaban prohibidos los porros, la expresión musical del alma popular. La cultura insistía en sus creaciones, pero la alta sociedad y el Estado procuraban no darse cuenta.
Esas son las consecuencias de la falta de una revolución liberal. O siquiera de una reforma liberal, para no usar palabras tan fuertes. Nuestra Independencia no redimió a los indígenas, no liberó a los esclavos, no reconoció el territorio, no derrocó las leyes coloniales, y el paso de la encomienda a la hacienda no obró las transformaciones a las que podía y debía aspirar una sociedad basada en los Derechos Humanos y en la Ilustración.
Las tareas pendientes fueron muchas, y eso no significa que lo que se hizo no haya sido importante. Tener una patria es ya una ganancia, aunque uno esté todavía desterrado del festín de la vida. Todavía no era posible Gaitán gobernando, pero ya era posible Gaitán sembrando su discurso en el alma de un pueblo. Todavía no eran posibles Benito Juárez o Emiliano Zapata, pero ya eran posibles Barba Jacob y José Barros y Aurelio Arturo y Gabriel García Márquez.
Luchábamos por la modernidad, y llegó la modernidad. Esta época traía beneficios y desgracias, pero nos llegó en una versión rudimentaria. Baste un ejemplo: llegaron los automóviles, pero no las carreteras. Ni siquiera después de ocho años de continuidad del gobierno Uribe llegaron las carreteras.
En cambio sí llegaron las retroexcavadoras que convierten una llanura en un campo bombardeado, para saquear el oro que sobrevivió a la conquista. Y las aguas que convergen sobre la Mojana desde el comienzo del mundo, llevan ahora los desechos industriales del país entero. Llegó la contaminación. Llegó el mercurio que arranca el oro de la escoria y envenena los arroyos y baja por los ríos y envenena a los peces y envilece el medio ambiente por siglos y hace nacer a los niños con el paladar hendido.
Llegamos al mercado mundial pero de contrabando, y vendiendo sustancias ilícitas, y desarrollando industrias que no siempre cumplen con responsabilidades ambientales. Sacrificando los bosques en una vasta depredación, y sacrificando nuestra juventud en sórdidas guerras de supervivencia.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Construyendo la Patria Grande

La disyuntiva hoy es construir una historia de la Patria Grande o una veintena de historias chicas relatadas en manualitos incomprensibles.
Carla Wainsztok / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
(Ilustración: detalle del mural "Grito de los excluidos", de Pavel Egüez)
Pensar hoy en nacional y latinoamericano es una tarea que hemos heredado de los viejos y queridos maestros. Entiendo por viejos maestros, no sólo a Bolívar, San Martín, a Jauretche, Martí, Mariátegui, por sólo nombrar a algunos de los autores que hemos de convocar en este trabajo, principalmente porque son guías para las prácticas de liberación de nuestros pueblos.
“Los líderes, ensayistas o intelectuales que calaron hondamente en el registro político cultural latinoamericano, fueron verdaderos intérpretes; capaces de sintetizar, con mayor o menor envergadura, los deseos, identidades y reivindicaciones; los lineamientos a menudo complejos y contradictorios de contenidos en el modo de percibir el mundo de las mayorías” (Argumedo, 1992: 175).
Denunciar la opresión ominosa es comenzar a transitar la tarea de una América Latina venturosa.
“Cuando las grandes naciones tienden sus brazos de conquista sobre los pueblos indefensos, siempre declaran que sólo aspiran a favorecer el desarrollo de las comarcas codiciadas” (Ugarte: 1996, 29). Sin embargo, sabemos bien y demasiado que significa civilizar, democratizar, visitar y conquistar El problema se suscita cuando -al hablar de ilustración, modernidad y razón-, se confunden, la “universalidad abstracta con la mundialidad concreta hegemonizada por Europa como centro” (Dussel, 2003:48) o por los Estados Unidos.
La expoliación en Nuestra América es doble: explotación económica y colonización cultural o pedagógica. Nos han privado, nos quieren seguir privando, de nuestras cuentas (recursos naturales, estratégicos) y de nuestros cuentos (relatos identitarios). Por ello “se impone una especie de arqueo continental, un recuento de las riquezas enajenadas (con sus posibilidades de rescate), un inventario de cuanto escapó a las compañías extrañas, un balance, en fin, de lo que todavía nos pertenece o puede volver a nosotros. Porque en todos los órdenes, en todos los capítulos, en todos los engranajes, han de ser gradualmente reemplazados en el porvenir de los organismos ajenos por fuerzas propias que aseguren a la nación la solidez a que tiene derecho” (Ugarte: 1996, 173) y a América Latina.
Por eso aquí estamos los Pueblos, combatiendo con la mejor de nuestras armas: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras” (Martí: 1980; 19)
Y es que, como afirmaba Jauretche, debemos aprender a ver y a pensar en nacional y latinoamericano, sabiendo que la tarea consiste en “formar conciencia… Por eso hablo de las napas profundas, trabajo que pasa inadvertido para un pragmatismo que computa resultados a la vista sin indagar cómo el napa de las aguas subterráneas afloró y por qué (…) Aprendamos del adversario, de esa oligarquía y de ese coloniaje que han organizado la superestructura cultural del país y han dispuesto de ella, como la más eficaz arma de su arsenal” (Jauretche, en Galasso, 2005: 539) LEA EL ARTÍCULO COMPLETO AQUÍ...