Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El cobre, la minería que se utiliza para extraerlo y el movimiento obrero vinculado a su explotación son emblemáticos de Chile. Su nacionalización constituyó un símbolo de las transformaciones que impulsó la Unidad Popular. La Ley de la Nacionalización del Cobre promulgada por el Presidente Salvador Allende, en julio de 1971, comportó el clímax de un largo proceso de lucha de los sectores políticos y del pueblo que siempre reivindicaron como una demanda de soberanía recuperar el cobre para los chilenos. Allende llamó a este hecho "lo más importante después de la Independencia de Chile".
La mina San José, escenario del “rescate de los mineros”, es de rango medio, por lo que no fue nacionalizada en su momento. Desde el mes de julio de este año, el sindicato había denunciado las precarias condiciones de trabajo, y había alertado sobre la inseguridad que privaba en ella, advirtiendo de la posibilidad de que sucediera algo como lo que, a la postre, sucedió.
Las condiciones de trabajo de los mineros chilenos son precarias, y se han visto deterioradas debido a la implementación de las consabidas políticas neoliberales que han regateado salarios y condiciones de trabajo.
Todo esto quedó opacado y pasó a un segundo plano una vez que los medios de comunicación colectiva, especialmente la televisión, asumieran la cobertura de los acontecimientos que se sucedían en la mina San José. La estrategia comunicativa fue la de orientar la atención del público hacia dimensiones distantes de aquellas que, en última instancia, son las verdaderas causantes de la situación que ahí se vivió.
Los televidentes nos enteramos de los gustos gastronómicos, la cantidad de hijos, primos y tíos de cada uno; hasta de los deslices amorosos de alguno, que se transformaron en la comidilla de todos y llevaron a la señora primera dama de la República de Chile a tomar partido por la esposa “de toda la vida”.
Una cobertura a la altura de la revistas Vanidades y Cosmopolitan, es decir, superficial, light, apta para todo público en horario de máxima audiencia.
Los medios de comunicación masiva se han constituido en los más importantes fabricantes de opinión pública. No hay espacio de la realidad que se les escape para llevar harina para su costal, que es el amplio costal de la enajenación al servicio de los intereses más retrogrados.
A la cabeza de estas estrategias comunicativas se encuentran las grandes cadenas de televisión que, cada vez más, se muestran como puntas de lanza del statu quo neoliberal adosado a los intereses de Washington. Hace un par de semanas, se cebaron con las elecciones venezolanas. En ellas, lograron colocar en la agenda electoral, como eje alrededor del cual girara la discusión, el tema de la seguridad ciudadana, problema agudo en ese país que, sin embargo, le convenía a la oposición que saltara a la palestra en un primer lugar.
Así, contando con un reportaje realizado por una televisora española, CNN montó una campaña casi sin precedentes que la convirtió en un protagonista más de las elecciones en ese país.
Algo parecido sucedió con el intento de golpe de estado perpetrado en Ecuador, que fue reducido a reivindicación salarial de la policía salida de cauce, ocultado las ramificaciones que tuvo hacia la oposición al gobierno de Correa.
Algo parecido sucedió con el intento de golpe de estado perpetrado en Ecuador, que fue reducido a reivindicación salarial de la policía salida de cauce, ocultado las ramificaciones que tuvo hacia la oposición al gobierno de Correa.
Aparte de la noticia a la cual se le da seguimiento deformado in situ, se ejecutan otros niveles de la fabricación de esa visión de mundo afín a sus intereses: aprovechando las celebraciones del bicentenario de la independencia colombiana, Discovery Channel prepara un documental que recrea la marcha libertadora de Bolívar hace 200 años en ese país pero, esta vez, con columnas del ejército colombiano que, a lo lejos, son asediadas por fuerzas guerrilleras que, hoy por hoy, aparecen como el enemigo a derrotar para llegar a la libertad.
La televisión como Caballo de Troya.
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