La libertad que defiende Vargas Llosa es la libertad del capitalismo, que sacrifica al ser humano y a la naturaleza en el altar del mercado. No hemos visto en estos últimos lustros que este “paladín de la libertad” haya hecho la más mínima objeción a gobiernos autoritarios, corruptos y violadores de los derechos humanos, como por ejemplo el de Álvaro Uribe en Colombia.
La reciente concesión del Premio Nobel de Literatura a Vargas Llosa recibió el espaldarazo mediático que desde hace varios años tenía el júbilo contenido. Muchos de los que hoy, desde los grandes medios halagan su premiación no lo hacen por las novelas del autor, sino porque siguen los mismos senderos políticos de Vargas. Ejemplos de esto lo encontramos en las recientes intervenciones de un par de cortesanos del laureado: el terrorista Carlos Alberto Montaner y el populista Alan García Pérez.
El primero de ellos, vinculado desde principio de los años sesenta a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), con un largo historial terrorista que desde Miami y Madrid alienta, organiza y financia todo tipo de ataques contra los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador. En el 2009 defendió abiertamente el golpe de Estado de Roberto Micheletti en Honduras y recientemente -30 de septiembre- el frustrado golpe de Estado en Ecuador.
El desvarío y cinismo del agente Montaner es tan descomunal, que al presentar a su amigo como un “fenómeno extraliterario” lo exhibe como mesías y defensor de la libertad en América Latina. ¿Quién es ese Vargas Llosa del que habla el publicista Montaner? La historia latinoamericana no registra su adhesión por ninguna parte con los condenados y oprimidos de nuestros pueblos. La libertad que defiende Vargas, es la libertad del capitalismo, que sacrifica al ser humano y a la naturaleza en el altar del mercado. No hemos visto en estos últimos lustros que, este “paladín de la libertad” que el terrorista adula, haya hecho la más mínima objeción a gobiernos autoritarios, corruptos y violadores de los derechos humanos como por ejemplo el de Álvaro Uribe en Colombia. Por el contrario la defensa de la libertad que pregona Vargas ha sido la de sus reiterados ataques a los gobiernos democráticos y populares como Venezuela, Bolivia y Ecuador; la libertad de este “fenómeno extraliterario” ha sido la de ponerse al servicio de las turbas reaccionarias de la derecha millonaria en estos países.
Por eso sus séquitos se rasgan las vestiduras, cuando Evo Morales Presidente de Bolivia afirma que, los premios Nobel nunca les serán otorgados a los anticapitalistas o antiimperialistas. Para Morales, el premio Nobel de Literatura este año fue concedido a un personaje caracterizado por sus reiterados ataques a él y a su Gobierno (en la misma línea política trazada por Washington). En breve: se ha premiado a un predicador del neoliberalismo, distinguido por inmiscuirse en asuntos internos de países contrarios a los dictados de Estados Unidos. Es conocido -y también ridículo-, que el ataque de Vargas a Evo Morales empezó, cuando éste una vez elegido en el 2005 Presidente se rehusó a usar saco y corbata; pequeños detalles que incomodaron al hombre de la cultura y las letras.
Ha sido el populista García Pérez, actual Presidente del Perú, quien ha salido en defensa del españolizado Vargas, diciendo “Estoy seguro que de literatura no le van a dar el premio Nobel de ninguna manera a mi amigo Evo Morales; quizá el premio Nobel de la constancia para ser candidato y presidente, o el premio Nobel de la reelección, puede ser”. La intervención de García es pasional y envidiosa, porque mientras Morales está facultado por la Constitución, para postular a una reelección inmediata en el 2014, García no, porque la Constitución peruana no se lo permite. Y a eso se suma que, mientras Morales tiene más del 57% de aprobación de su gestión, García sólo cuenta con un 31%.
Enfurecido el otrora autoconsiderado antiimperialista, pero hoy acérrimo administrador del capitalismo salvaje, defiende a Vargas, espetando: “Resulta un absurdo querer ofender a Vargas Llosa, y como Presidente del Perú y a nombre del pueblo del Perú, levanto eso que me suena a calumnia, a casi una infamia (…) a Vargas Llosa no le llegan esos calificativos”. Lo que pretende García es crear una cortina de humo, tratando de mostrar que entre él y Vargas existen buenas relaciones. Resulta que hace un mes, el “fenómeno extraliterario” renunció a seguir presidiendo el Museo de la Memoria en Lima; en una carta dirigida a García, protesta por el decreto 1097, que Vargas califica como "amnistía disfrazada" en favor de militares acusados de violar derechos humanos. Con ese decreto el Gobierno de García se proponía beneficiar al ex presidente Alberto Fujimori (quien derrotó a Vargas en las elecciones presidenciales de 1990) y a Vladimiro Montesinos, su ex jefe del Servicio de Inteligencia.
Como puede evidenciarse, en esa fiesta de ciegos de la derecha cavernaria, todos bailan la misma música, pero cada uno con su propio pañuelo y, queriendo o no, se delatan mutuamente.
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