Entre 1898 y 1933 el imperialismo permanente presenció una desgarradora rivalidad entre viejas y nuevas potencias imperiales, que tuvo consecuencias incalculables sobre el futuro desarrollo económico, social y político de América Latina y del Caribe.
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Rodrigo Quesada Monge / Revista Globalización
Con algunos escritores a veces se tiene el sentimiento, a pesar de su enorme erudición y competencia en ciertas disciplinas humanísticas y sociales, de que se está frente a una descomunal exhibición de cinismo. Cuando se habla de imperialismo, regularmente la gente poco versada en estos asuntos, tiende a emitir una opinión casi siempre sustentada en los análisis, para llamarlos de alguna forma, hechos por los editorialistas de los periódicos, o por publicistas más o menos bien informados.
Pero cuando un académico de rango internacional se deja ir con determinado tipo de opiniones, muy viscerales valga decirlo, no deja de sorprendernos, porque las mismas parecieran haber sido emitidas al calor de un impulso; o pudiera ser que la edad ha dejado su trazo inmisericorde, sobre estudios e investigaciones apoyadas en el buen decir de aquello que realmente queremos escuchar. Uno de los grandes historiadores del siglo XX, el profesor David S. Landes, en su hermoso libro, el cual es una exhibición impresionante de erudición y sabiduría (más de cien páginas de bibliografía así lo atestiguan), también emite criterios azarosos y antojadizos, sobre temas y problemas para los que, pareciera, no estar debidamente capacitado. Dice Landes en el capítulo XX de su texto:
“Los estudiosos locales y los simpatizantes han atribuido el fracaso del desarrollo en Latinoamérica, aún más doloroso si se compara con lo ocurrido en América del Norte, a las fechorías de las naciones más ricas y poderosas. Esta vulnerabilidad se ha calificado de “dependencia”, lo que implica una situación de inferioridad en la que uno no es dueño de su propio destino, sino que debe plegarse a los designios ajenos. Huelga precisar que el Otro aprovecha su superioridad para apoderarse de la producción de las economías dependientes, como hicieron los primeros soberanos de la era colonial. La bomba que alimentaba al imperio se convierte así en la bomba del imperialismo capitalista.
Las tesis “dependentistas” han florecido en Latinoamérica. También se han exportado con éxito, haciendo eco, tras la Segunda Guerra Mundial, a los apuros económicos y a la concienciación política de las colonias recientemente liberadas. Los cínicos dirán incluso que las doctrinas de la dependencia han sido el producto más exportado por Latinoamérica. Pero son perjudiciales para el espíritu de empresa propio y para la moral. Al fomentar la propensión enfermiza a encontrar culpable a todo el mundo menos a uno mismo, promueven la impotencia económica. Aunque fueran ciertas, habría que desecharlas”.
Este texto sorprendente, contrasta, sobre todo por el cinismo de la frase destacada por nosotros, al final del párrafo, con el resto del libro, posiblemente uno de los mejores trabajos que existe sobre la cultura occidental, publicados en inglés durante los últimos veinte años. Este tipo de argumento, utilizado por algunos intelectuales latinoamericanos, menos dotados, quienes se consideran a sí mismos “liberales radicales”, han dado origen al tratamiento desarrollado por una derecha histérica, que ahora nos habla “del idiota latinoamericano”, cuando se trata de escritores críticos y de pensamiento independiente, que se niegan a reconocer los dictados de Washington, como la última palabra en materia económica, política, diplomática, militar y cultural. Sin embargo, un pensamiento de izquierda pujante, imaginativo, y de gran poder de creación, como lo prueba la historia reciente en América Latina, ha dado un triste mentís a los aspavientos triunfalistas de los neoliberales en nuestros países, sobre todo con el aterrador telón de fondo de una crisis capitalista internacional cuyas consecuencias están todavía por verse.
Con este capítulo, entonces, el autor intentará honrar también, esos afanes críticos y reflexivos de un pensamiento historiográfico latinoamericano que busca darle nuevas respuestas y hacer nuevos planteamientos sobre viejos temas, como el imperialismo, a la luz de una bibliografía reciente no sólo en lengua española, sino también en inglés y francés. Latinoamericanistas con la cabeza ventilada, han hecho contribuciones decisivas para una comprensión más cabal de nuestros problemas más acuciantes, y ello hay que recuperarlo.
Según se indicó en el capítulo I de este libro, el imperialismo permanente posee un conjunto de características muy bien definidas, que lo convierten en un objeto de estudio indispensable para el entendimiento cabal de la historia contemporánea de América Latina. En esta oportunidad, son esas características, precisamente, las que trataremos de desplegar ante el lector, como se hizo en los capítulos anteriores.
Si el subdesarrollo es una cuestión mental, como diría, entre otros, el eminentísimo profesor Landes, a quien ya nos hemos referido, se hace obligatorio fijarse un poco más de cerca en la historia del Caribe, sobre la cual él no dice casi nada en su célebre libro. Para que el tratamiento de lo que llama “el estilo sudamericano” hubiera ido más allá de citar las consabidas adulteraciones históricas de Thomas Carlyle (1795-1881), procedentes de su ensayo sobre el dictador paraguayo, Dr. Gaspar Rodríguez de Francia (1756-1840), al profesor Landes se le debería demandar un poco más de trabajo sobre la historia del Caribe y de América Central.
Es bien conocida la insuficiencia de la filosofía de la historia para comprender el fenómeno del imperialismo en Nuestra América, como diría José Martí. Por ello, hemos dividido este capítulo en cuatro aspectos básicos, para comprender las acciones del imperialismo hacia América Latina y el Caribe durante los años que median entre 1898 y 1933. Tales aspectos son los siguientes:
- La guerra de 1898. Su legado.
- Los inicios de la ocupación de Nicaragua (1897-1912).
- La Doctrina Monroe y el Canal de Panamá (1903).
- De la crisis de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a la Gran Depresión de 1929-1933.
- Los inicios de la ocupación de Nicaragua (1897-1912).
- La Doctrina Monroe y el Canal de Panamá (1903).
- De la crisis de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a la Gran Depresión de 1929-1933.
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