Hace un año nos dejó Mercedes Sosa. Pero su voz sigue ascendiendo por “la cintura cósmica del Sur”, por el espinazo de Los Andes, alimentando el espíritu de sus hermanos latinoamericanos, porque el canto no es nada “si hay un niño en la calle”.
Roberto Utrero / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Argentina
Nuestra querida comunidad latinoamericana, siempre convulsionada por quienes quieren perpetuar un modelo de dominación que ya cumplió cinco siglos, fue agredida una vez más la semana pasada en Ecuador, intentando bajar al presidente Correa. Más próximo, este domingo, el gigante brasileño estuvo de elecciones por la sucesión de Lula. Los mineros chilenos aguardan salir desde el fondo de la mina. Los paraguayos esperan que mejore el presidente Lugo y así, podríamos seguir enumerando hechos normales y no tanto, que hacen a nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, nos sentimos solos. Solos de la humanidad de esa voz contenedora, tan poderosa de la Negra, la querida Negra Mercedes Sosa, la que hace un año nos dejó, más precisamente, el 4 de octubre.
Su voz sigue ascendiendo por “la cintura cósmica del Sur”, por el espinazo de Los Andes, alimentando el espíritu de sus hermanos latinoamericanos, porque el canto no es nada “si hay un niño en la calle”.
La gran tucumana pudo expresar con su garganta el lamento de los millones de oprimidos, hijos de la miseria como ella. Esa luchadora humilde salió de una de las miles de familias pobres de la “Tacita de plata”, Tucumán, cuna de la independencia de Argentina. Pero que su verdadera carrera la inició en la provincia de Mendoza, en Pedro Molina, otro barrio humilde cuna de otro grande de las letras, Armando Tejada Gómez, y de su marido, Manuel Oscar Matus.
Allí, sin quererlo, sin pensarlo, en reuniones de entre casa, nació “el nuevo cancionero cuyano” del que la Negra sería la gran difusora.
Eran los años sesenta, años complejos, con una Cuba revolucionaria que se erguía entre la amenaza de misiles de los dos colosos enfrentados en la Guerra Fría.
Envuelta en ese escenario convulsivo, surgía una juventud que encendía con su música y poesía al mundo: el folclore argentino llenaba de guitarras a una patria oprimida por la dictadura rabiosa de la Libertadora, que había derrocado al gobierno de Perón. Fue tal vez, la época más pródiga en músicos y poetas.
El tango se manifestaba con los grandes maestros como Aníbal Troilo, Astor Piazzola, Osvaldo Pugliese y cantores como Julio Sosa, El varón del tango, Argentino Ledesma, o “El polaco” Roberto Goyeneche.
El bolero, la gran música romántica tan cara a los sentimientos, paseaba por la boca de cantantes como Lucho Gatica, Raúl Show Moreno, Antonio Prieto, o Javier Solís, Brasil con “Chega de Saudades”, creaba la era de la Bossa nova de la mano de João Gilberto, Vinicius de Moraes, Tom Jobim, Carlos Lyra, Roberto Menescal y otros tantos.
En el viejo Imperio británico, los Beatles estaban empezando, así como en el americano estaba Elvis Presley y Los Plateros.
Entonces la Negra asombraba con su profunda y melodiosa voz, allá en el barrio de La media luna, pegadito al zanjón Cacique Guaymallén, en donde iniciaba su vida y profesión con Oscar Matus.
El Armando Tejada Gómez ponía los versos que le surgían como agua de manantial, como desde la misma acequía que riega el canto y las viñas, y Mercedes las cantaba. Nadie pensaba adonde se iba a proyectar su voz y que en algún momento, ya consagrada, desde Suecia la declararían La voz de la humanidad.
Su gran éxito fue sin duda su participación en el Festival de Cosquín, en Córdoba, en1965 y desde allí no paró. A pesar de las persecuciones, la prohibición por parte de la última dictadura y el obligado exilio.
Desde mediados de los sesenta grabó discos memorables: “Yo no canto por cantar”, “Para cantarle a mi gente” y “Mujeres argentinas”, todos con canciones de profundo contenido social que irritaban a la cúpula castrense.
Vuelta a la democracia en 1983, fue la gran cantora que contenía al resto de los cantores populares que iban llegando al país luego de años de ausencia.
Para entonces, ya había abarcado el cancionero latinoamericano y podía expresarse con sus grandes intérpretes. Todos querían compartir el escenario con Mercedes.
Su último trabajo colectivo, el disco Cantora 1 y 2, fue como previendo su despedida. Estuvo nuevamente con los consagrados como Serrat, Caetano Veloso y Shakira, pero también con los pichones locales que con su presencia, se instalaban en un nivel internacional.
Su ductilidad hacía que interpretara tanto a Charly García como a Calle 13, o que volviera en una samba bien tucumana, con su sobrino, Coqui Sosa.
Ya hace un año que no está con nosotros y, conforme su voluntad, parte de sus cenizas fueron depositadas en Tucumán, su tierra natal y el resto, arrojadas al Zanjón Cacique Guaymallén, ese cauce huarpe que tantas veces atravesó en vida, en sus años en Mendoza.
Su voz, su impresionante voz, seguirá alimentado el espíritu de todos los que la hemos disfrutado, y la seguiremos sintiendo como parte de esa legión que Bertold Brech definía como “los imprescindibles”.
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