El debate en torno a una “crisis civilizatoria” tiene grandes implicaciones para el tipo de acción política que uno respalda y el tipo de papel que los partidos de izquierda en busca del poder del Estado jugarían en la transformación del mundo que está en discusión. Esto no se resolverá con facilidad. Pero es un debate crucial de la década siguiente.
Immanuel Wallerstein / LA JORNADA
El Foro Social Mundial (FSM) está vivo y bien. Se acaba de reunir en Dakar, Senegal, del 6 al 11 de febrero. Por coincidencia imprevisible, ésa fue la semana en que el pueblo de Egipto logró derrocar a Hosni Mubarak, lo que finalmente ocurrió mientras el FSM celebraba su sesión de clausura. El FSM se pasó la semana vitoreando a los egipcios –y discutiendo el significado de las revoluciones tunecino-egipcias, por su programa de transformación, por lograr otro mundo que es posible –posible, no hay una certeza.
Una cifra de entre 60 mil y 100 mil personas participaron en el foro, lo que en sí mismo es una cifra notable. Para lograr un evento así, el FSM requiere de movimientos sociales locales fuertes (que existen en Senegal) y un gobierno que al menos tolere las sesiones del foro. El gobierno senegalés de Abdoulaye Wade estuvo dispuesto a “tolerar” la celebración del FSM, aunque apenas unos meses antes se retractó de la asistencia financiera que había prometido y la recortó en tres cuartas partes.
Pero luego vinieron los levantamientos tunecino y egipcio y al gobierno le dio susto. ¿Qué tal si la presencia del FSM inspira un levantamiento semejante en Senegal? El gobierno no podía cancelar el evento, no con la asistencia de Lula de Brasil, Morales de Bolivia y numerosos presidentes africanos. Así que hizo lo más que pudo hacer para sabotear el foro. Despidió al rector de la principal universidad donde se iba a celebrar, cuatro días antes de la inauguración, e instaló a un nuevo rector que de inmediato revirtió la decisión del rector previo de suspender las clases durante el FSM para que hubiera salones de juntas disponibles.
El resultado es que hubo un caos organizativo por lo menos los dos primeros días. Al final, el nuevo rector permitió el uso de 40 de los más de 170 salones requeridos. Con imaginación, los organizadores alzaron tiendas de campaña por todo el campus universitario, y las reuniones procedieron a pesar del sabotaje.
¿Tenía razón el gobierno senegalés en tenerle tanto miedo al FSM? El mismo FSM debatió qué tan relevante era el foro para los levantamientos populares en el mundo árabe y en otras partes, que eran llevados a cabo por gente que tal vez nunca hubiera oído hablar del FSM. La respuesta que dieron los asistentes refleja una división de mucho tiempo entre sus filas. Hubo aquéllos que sienten que 10 años de reuniones del FSM han contribuido significativamente a socavar la legitimidad de la globalización neoliberal, y que el mensaje había penetrado en todas partes. Y hubo otros que sintieron que los levantamientos mostraban que la política de la transformación está en otros lados y no pasa por el FSM. LEA EL ARTICULO COMPLETO AQUI...
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