sábado, 19 de febrero de 2011

Redes sociales y sociedad civil

Las redes sociales en Internet se han convertido en verdaderos instrumentos políticos que ya han demostrado su eficacia reiteradamente. El movimiento antiglobalización los utilizó para protestar ante los más conspicuos foros del pensamiento hegemónico mundial. En los acontecimientos políticos que sacuden hoy al mundo árabe ocupan un lugar central.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

La revolución científico-tecnológica de las comunicaciones constituye un rasgo constitutivo de nuestra época. Ha contribuido determinantemente a transformar la cultura de la gente, su forma de verse y relacionarse entre sí. Son la base, por lo tanto, de una verdadera revolución cultural que ha trastocado al mundo, subvirtiendo algunos de los más establecidos pilares de la vida social.

Como toda verdadera revolución cultural, permea todos los ámbitos de la vida, los públicos y los privados, los individuales y los colectivos, y tiene su propia lógica y dinámica, independientemente de los deseos o aspiraciones de personas o grupos sociales específicos.

Puede gustar o no, ser considerada positiva o negativa, pero constituye un hecho social que existe más allá de las voluntades particulares o colectivas, y genera toda una serie de fenómenos que tienen incidencia e impacto en la vida de todos.

La red Internet constituye un resultado de esta revolución científico-tecnológica, y un motor dinamizador de la revolución cultural. Tiene la característica de tener una dinamicidad inusitada, es decir, de cambiar y renovarse constantemente, a un ritmo que solamente en la época que vivimos conoce. ¿Quién de nosotros, hace 20 años, se hubiera imaginado que iba a tener la presencia e influencia que tiene hoy en día?

Dentro de ella, las llamadas redes sociales han hecho su aparición apenas hace unos pocos años. La omnipresencia de Facebook y Twitter, sus características, la incidencia que tienen en la vida cotidiana de decenas de millones de personas era inimaginable hace solo 10 años.

Se han convertido, sin embargo, en verdaderos instrumentos políticos que ya han demostrado su eficacia reiteradamente. El movimiento antiglobalización los utilizó para protestar ante los más conspicuos foros del pensamiento hegemónico mundial. En los acontecimientos políticos que sacuden hoy al mundo árabe ocupan un lugar central.

Como toda herramienta, pueden servir para los más disímiles objetivos y fines, porque los objetivos y fines de la gente son siempre disímiles. Por eso en ellas se puede encontrar desde la mascota del amigo hasta el pensamiento político de aquellos a los que, hasta ahora, tal vez solo conocíamos superficialmente.

Constituyen, pues, poderosas herramientas que trascienden los canales oficiales, aquellos que pueden eventualmente estar sometidos a limitaciones como la censura o la autocensura, el sesgo de intereses corporativos o de cualquier otra índole. Permiten identificar ideas y sentimientos; resquemores, aspiraciones y objetivos que antes no se sabía que se tenían en común. Pueden ser, entonces, un motor para unir a la gente.

A eso hemos asistido en estos días en Egipto: a la unión de la gente bajo ciertas ideas comunes. Se ha estructurado lo que no existía hasta entonces: una sociedad civil proactiva, beligerante y tenaz que ha logrado alcanzar el primero de los objetivos que se había planteado: la salida de Mubarack del poder.

Una de las características distintivas de esta sociedad civil contemporánea saltó entonces a primer plano: no hay dirigentes visibles, el espacio de la toma de decisiones es difuso, los objetivos por los que se llevan a cabo las acciones son enormemente distintos dependiendo de cada persona o grupo.

Puede pensarse que esta es una limitación o una ventaja. Si la pensáramos como una limitación, resaltaríamos que un movimiento popular de la magnitud del egipcio podría quedar trunco, inconcluso, mermado; podría, también, ser capitalizado por grupos sociales más organizados, cuyos intereses no coincidan con los de la mayoría. Si lo vemos positivamente, podríamos verlo como un anticipo de un tipo de democracia mucho más abierta y participativa que la que hemos vivido hasta ahora.

Los llamados nuevos movimientos sociales ya habían anticipado, desde hace un tiempo, algunas características de este tipo de novísimos movimientos. Una de ellas es el de su relación con el tema del poder del Estado: este no les interesa. El problema es cuando movimientos masivos como el egipcio logran ciertos objetivos que requieren que este tema sea abordado y asumido como central.

Quien siembra huracanes cosecha tempestades.

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