sábado, 26 de febrero de 2011

¿Hacia dónde vamos?

La pregunta de hacia dónde vamos no es de menor cuantía ni mucho menos retórica. Es tan importante que, en el contexto de la crisis ambiental contemporánea, es casi como preguntarse si la humanidad tiene futuro o no

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

El orden mundial estructurado después de la Segunda Guerra Mundial se desmorona. Es un proceso que se inició hace varios años pero que ha encontrado expresión reconcentrada y dramática en los primeros del siglo XXI.

Se concreta en varios procesos y hechos que, aunque parecen tener distinta naturaleza, responden todos a una tendencia dominante que subyace y se expresa en distintos momentos, lugares y situaciones.

Desde el punto de vista económico, el fenómeno más relevante es la endeble situación financiera norteamericana que cada día se evidencia como dependiente de la dinámica internacional que no siempre puede controlar. La debilidad norteamericana tiene su contrapeso en su poderío militar, que constituye hoy por hoy el balance que le permite mantenerse como el gran hegemón mundial.

Como contrapunto, el ascenso de China a la palestra mundial como la segunda potencia económica anticipa el reperfilamiento que está sufriendo, pero que sufrirá con mayor intensidad en el futuro mediato, el balance de fuerzas internacional.

Este arreglo de fuerzas entre las grandes potencias se da en contexto de una crisis general del sistema capitalista. Sus expresiones han saltado por los costurones rotos que, desesperadamente, tratan de remendar los organismos financieros internacionales o, cuando es necesario, las fuerzas represivas.

Primero fue la crisis financiera, para cuya enmienda se invirtieron miles de miles de millones de dólares tanto en los Estados Unidos como en Europa. Luego se presentó la crisis de la deuda de Grecia, Irlanda y, haciendo cola, Portugal y España. Ahora, el saco se rompe en los países árabes, en una zona caliente de primera importancia para mantener el estatus quo.

A pesar que el sistema en su conjunto parece hacer agua cada vez en más lugares, no se ve en el horizonte la o las alternativas que se puedan considerar viables al mismo. Antes de la década de los 90 del siglo XX, independientemente que nos simpatizara o no, que estuviéramos de acuerdo con ella o no, la vía socialista era una alternativa presente en la que siempre se pensaba como opción alternativa frente al capitalismo.

Pero hoy no existe tal posibilidad. No hay modelo al que remitirse como referente de reorganización cuando lo que se destrama termine de agonizar.

La pregunta de hacia dónde vamos no es de menor cuantía ni mucho menos retórica. Es tan importante que, en el contexto de la crisis ambiental contemporánea, es casi como preguntarse si la humanidad tiene futuro o no. No se trata solamente del tránsito de una formación sistémica a otra, sino de si se puede encontrar una forma de organización social que permita no solamente solventar los ingentes problemas socio-económicos contemporáneos sino, también, la relación que hemos establecido con nuestro entorno natural.

América Latina ha sido, desde el alzamiento zapatista a principios de los años 90, un lugar privilegiado de búsqueda de alternativas. Ellos mismos, los zapatistas, constituyeron un aldabonazo que prendieron una luz en el oscuro panorama que se vislumbraba después del derrumbe del socialismo real en Europa del Este. Recuérdese, sin embargo, que para llegar a los gobiernos progresistas de nuestros días, hubo que pasar por períodos que lindaron con el caos político y social en el que se ponían y quitaban gobiernos casi sin solución de continuidad.

Los gobiernos progresistas actuales, sin embargo, no tienen asegurada la lealtad de los de abajo de forma permanente. Los sucesos de la Bolivia del gasolinazo de fines del año pasado y la caída de la popularidad del gobierno de Evo Morales así lo demuestran.

Estamos inmersos en un muy dinámico proceso de cambio que no sabemos hacia dónde se dirige.

Eso es un peligro y una esperanza.

1 comentario:

Marcelo Colussi dijo...

Coincido plenamente con Rafael Cuevas: no sabemos bien hacia dónde vamos. Algunos años atrás, aunque no lo supiéramos con certeza, al menos teníamos clara la esperanza de que nos movíamos. Hoy eso ha desaparecido. Podríamos decir que, sin dudas, la historia no ha terminado, contrariamente al grito de guerra de Fukuyama cuando la caída del muro de Berlín (caída de sueños y esperanzas). Pero eso solo no marca caminos alternativos. Es cierto que la historia no está escrita, pero hoy se torna angustiante predecir para dónde seguirá. Por eso, en momentos de desconcierto como el actual, valen palabras de X. Gorostiaga: "los que seguimos teniendo esperanzas no somos estúpidos". Con eso solo no se construyen los nuevos caminos..., pero al menos no se deja de intentar buscarlos.