Nadie olvida lo que dijo en 1904 Sir Halford Mackinder, quien elaboró la teoría del corazón continental y definió al Asia Central como la región pivote del mundo. Según su hipótesis, “quien gobierne la Europa oriental dominará el corazón continental; quien domine el corazón continental dominará la isla mundial (Eurasia y África); quien domine la isla mundial dominará el mundo”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
La crisis económica y financiera de Estados Unidos y Europa comienza a generar importantes cambios en el sistema internacional. Pareciera que el más importante de ellos es el desplazamiento del eje de la geopolítica desde Occidente hacia Oriente.
Diversas acciones que se perciben al respecto, manifiestan esta contradictoria situación como preocupante para unos y resplandeciente para otros. El probable regreso a la presidencia de Vladimir Putin en Rusia va a marcar un giro en la política exterior de esa potencia que pondrá el énfasis en la recuperación de la zona de influencia que tuvo mientras existió la Unión Soviética, ahora potenciada con la perspectiva de establecer una alianza estratégica con China en contraposición a Medvedev que privilegió el acercamiento a Estados Unidos y a la OTAN. Todo esto ha ocurrido incluso antes de la decisión estadounidense de ubicar su escudo antimisiles en el este de Europa, lo cual ha significado un fracaso de Medvedev que suponía que Estados Unidos le consultaría acerca de tal decisión.
A mediados de octubre y sólo unos días después de conocer su nominación como candidato a presidente, Putin hizo un viaje a China. Con ello quiso señalar desde el primer momento hacia donde se orientaría su política exterior. Aprovechó para fortalecer la cooperación entre ambas potencias (la mayor productora y la mayor consumidora en el mundo) en materia energética y fijaron las pautas comunes de su futuro quehacer conjunto. La visita produjo sendas declaraciones que dejaron claramente establecidos los objetivos de la misma. El presidente chino, Hu Jintao, dijo que se iniciaba una era de “relación estratégica integral”. Putin, por su parte, fue mucho más allá “La relación entre los dos países no encontrará problemas en ninguna esfera. (…) Hay que terminar con la parasitaria dominación del dólar”
Así mismo, este viaje le dio a Putin la posibilidad de mostrar a China su objetivo de crear la Unión Euroasiática, de la que ya forman parte Belarús, Kazajstán y Rusia y que pretende convertirse en una bisagra entre Europa y Asia. Rusia, además invitó a China a fortalecer la Organización para la Cooperación de Shanghai, de la cual forman parte ambos países y varios de los integrantes de la ex Unión Soviética.
Una primera señal en ese sentido es el acercamiento de las posiciones sino-rusas respecto a las agresivas acciones occidentales contra Irán y Siria incluso, buques de guerra rusos arribaron a este último en días recientes llevando asesores de ese país que ayudarán a los sirios a establecer un dispositivo de misiles S-300 que Damasco recibió hace pocas semanas.
Esta medida ha sido simultánea con el anuncio del gobierno ruso de abandonar el tratado START de desarme nuclear, en caso de que Estados Unidos no revierta la instalación de componentes de su sistema de defensa contra misiles en Europa, que Rusia califica de amenaza para su seguridad De la misma manera, hizo pública su decisión de desplegar en el occidente y sur del país – en las regiones de Kaliningrado y posiblemente en Krasnodar, en el corazón de Europa–, un sistema de misiles tácticos Iskander que pueden destruir los componentes del escudo anti cohetes estadunidense.
Por su parte, Estados Unidos ha intuido el peligro. Durante la reciente cumbre en Cannes, el G-20 casi firmó el acta de defunción de, las negociaciones comerciales multilaterales de la Organización Mundial del Comercio de la Ronda de Doha para el Desarrollo. Ha llegado a la conclusión de que Doha no ha servido para controlar la competitividad comercial china ni el proteccionismo sobre el que reclaman patrimonio exclusivo. Sin embargo, ha virado su atención desde el Atlántico al Pacífico, revelando una nueva iniciativa a la que ha llamado Acuerdo Transpacífico (ATP), presentado por Obama y los gobiernos de otras ocho economías de la región –Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam– que no precisamente se vislumbra como una pretendida alianza comercial
En ese ámbito, la Secretaria de Estado Hillary Clinton, en la víspera de la reciente reunión de Cooperación Económica del Pacífico Asiático en Hawái, presentó esta iniciativa ampliada en términos estratégicos. «Los Estados Unidos continuarán insistiendo en que… [la región] no solo debe buscar más crecimiento sino un mejor crecimiento», que «no es meramente una cuestión económica», afirmó Clinton. «La apertura, libertad, transparencia y justicia tienen un sentido que va más allá del entorno económico», continuó. «Así como los Estados Unidos aboga por ellas en un contexto económico, también lo hacemos en contextos políticos y sociales», afirmó la secretaria de Estado.
A la idea de la Unión Euroasiática y el fortalecimiento de la Organización para la Cooperación de Shanghai, Estados Unidos ha opuesto un concepto que da continuidad al prototipo presentado en dos fases por la Sra. Clinton, la primera fue la noción de la región del «Indopacífico», desarrollada en 2010, a la que siguió este año con un ensayo llamado «El siglo del Pacífico americano». Allí Clinton definió la nueva región de participación estadounidense como «una extensión desde el subcontinente indio hasta las costas occidentales estadounidenses».
Desplegándose hacia el este desde el Océano Índico y hacia el oeste a través del Pacífico, Estados Unidos, está creando un nuevo marco estratégico para el siglo XXI. El ATP es simplemente uno de los pilares de ese nuevo edificio.
Estos dos elementos, el económico-comercial y el político-militar le dan un carácter estratégico a la región cuando se vislumbra la contraparte que se construye desde China y Rusia.
Sin embargo, antes, deben superar lo que para unos es escollo y para otros valladar: la existencia de la República Islámica de Irán, ubicada en el Asia Central a medio camino de Occidente a Oriente.
He ahí el meollo del conflicto estratégico de los próximos años. Nadie olvida lo que dijo en 1904 Sir Halford Mackinder, el más influyente impulsor de la geopolítica de Gran Bretaña y Estados Unidos, quien elaboró la teoría del corazón continental y definió al Asia Central como la región pivote del mundo. Según su hipótesis, “quien gobierne la Europa oriental dominará el corazón continental; quien domine el corazón continental dominará la isla mundial (Eurasia y África); quien domine la isla mundial dominará el mundo”.
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