La historia del experimento “Honduras” ha sido una de las más crueles,
infames y sangrientas de América Latina. El capitalismo imperialista neoliberal
en forma progresiva ha exterminado a las poblaciones indígenas, afro
hondureñas, campesinas, obreras y sobre todo a la niñez y a la juventud. Se ha
instaurado un proceso aniquilador de la cultura, de la interculturalidad, de
las lenguas originarias y del sentido de vida comunitaria y de nación.
Juan Almendares* /
Especial para Con Nuestra América
Desde Tegucigalpa, Honduras
Prólogo al libro “Honduras entre la Resignación y la Esperanza”, de Jubenal
Quispe.
“El mundo del colonizado es un mundo cortado en dos. La línea
divisoria, la frontera, está indicada por los cuarteles y las delegaciones de
policía. En las colonias, el interlocutor válido e institucional, el vocero del
colono y del régimen de opresión es el gendarme o el soldado... La Iglesia en
las colonias es una Iglesia de blancos, una iglesia de extranjeros. No llama al
hombre colonizado al camino de Dios, sino al camino del blanco, del amo, del
opresor...La descolonización realmente es creación de hombres (mujeres) nuevos”.
Frantz Fanon (Los condenados de la
tierra).
El Dr. Juan Almendares, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. |
Mi primer encuentro con Jubenal Quispe ocurrió en Tegucigalpa. Sus
palabras me recordaron la auténtica esperanza tal como la consideraba Paulo
Freire: “No soy esperanzado por pura terquedad, sino por imperativo
existencial e histórico... Ella sola (la esperanza) no gana la lucha, pero sin
ella la lucha flaquea y titubea”.
Aquella conversación sacudió mi memoria acerca a la injusticia extrema
en Honduras cuyos seres viven colonizados y neocolonizados como si fueran los
“condenados de la tierra” que describió magistralmente Frantz Fanon. Dialogamos
sobre los diversos modos de analizar la realidad hondureña. Sobre el enfoque
relacional, comunitario y colectivo que parte de lo local, de la vida cotidiana
y de la cultura en una “secuencia de coyunturas” que articula los saberes y
conocimientos con las prácticas sociales, políticas y transformadoras que
contribuyen a la descolonización de las ideas prestadas o impuestas por el
coloniaje del poder.
Coincidimos en la necesidad de replantear y cuestionar el enfoque
angloeurocéntrico que tanto ha dominado al pensamiento y a las prácticas de los
sectores y movimientos sociales y de las organizaciones no gubernamentales que
al seguir la cultura hegemónica de occidente llegan a negar y excluir la
sabiduría y la lucha histórica de los pueblos originarios, indígenas y
afrohondureños.
Pocos meses después recibí la invitación de Jubenal a escribir el
prólogo de su libro titulado: HONDURAS ENTRE LA RESIGNACIÓN Y LA ESPERANZA
Aquella noticia fue la grata sorpresa, el honor especial y el desafío
intelectual. Acepté el desafío y solicité la hoja de la vida al autor. Jubenal
me respondió con una breve epístola:
“Pues, soy indígena quechua, vengo del campo, amo a la tierra porque
me siento y soy Tierra que ama, que piensa, que siente, que sufre... Aprendí el
español a los 9 años. Por la gratitud de la vida pude nadar en el río de la
cultura occidental. Estudié derecho, filosofía y teología. Escribí algunos
libros sobre ecología y teología, derechos humanos y medio ambiente, democracia
boliviana, etc. Pero, ante todo soy un apasionado por la Vida como Ud., y,
ahora, enamorado de las Hibueras. Un abrazo doctor Almendares y muchas gracias
por leer y prologar mis impertinencias”.
La lectura del libro convulsionó mi conciencia de tantas atrocidades,
masacres, genocidios, desigualdades e injusticias que históricamente ha vivido
nuestro pueblo. El texto plantea un reto teórico y práctico. Presenta el debate
sobre el enfrentamiento contrahegemónico de la cultura y sabiduría de nuestros
pueblos con el bloque histórico hegemónico capitalista.
La historia es la historia del dolor y el sufrimiento, de la
humillación y la rebeldía. Se caracteriza por el sujeto negado, el “no ser”,
las reformas epidérmicas, la deformación de la verdad y la construcción de la
infamia donde las víctimas son los agentes de la violencia y por lo tanto ellas
son el objetivo estratégico del exterminio, la tortura y todas las formas de
violación a los derechos: humanos, individuales, familiares, comunitarios, de
la Madre Tierra; la soberanía alimentaria, y la autodeterminación de los
pueblos.
Narra los crímenes de lesa humanidad, racismo y exclusión social que
se han realizado desde inmemoriales tiempos en nombre de la democracia, de
Dios, la ley y el orden; ante lo cual el pueblo responde por medio de la
organización, la movilización, la resistencia y los sueños de la transformación
radical de las estructuras de explotación y dominación.
El sueño de libertad es la esperanza; y la esperanza auténtica es la
liberación y la construcción de una sociedad nueva plurinacional, con
democracia económica política, autonomía cultural y respeto a los derechos de
la Madre Tierra, la territorialidad, la vida y la dignidad histórica de América
Latina y el Caribe.
Jubenal nos invita a la reflexión crítica a partir de la local, de la
vida cotidiana, al análisis de las raíces estructurales e históricas de la
violencia. Nos hace comprender el silencio e inmovilidad que ocasiona el
terror. Mueve las conciencias ante el grito de los excluidos y explica con
claridad la algarabía de la juventud alienada o rebelde que se enfrenta a los
procesos de violencia del colonialismo interno, externo o, como lo expresa
Aníbal Quijano, coloniaje del poder.
En estas páginas me concentraré en tres de los aportes significativos
del texto de Quispe. El Análisis del Estado, el Frente Nacional de Resistencia
Popular y Los Desafíos del Futuro.
-Análisis del Estado
A través de la lectura de este libro llegué a la sencilla conclusión
de que son esenciales la reflexión e investigación sobre la naturaleza y la
transformación del Estado para comprender la realidad político social de
Honduras, su situación de violencia y los desafíos del futuro.
Porque he considerado limitados mis conocimientos sobre esta materia,
desde hace algún tiempo me he dedicado a estudiar y a cuestionar los modelos o
sistemas que aplicados mecánicamente a nuestra realidad resultan poco
creativos, reduccionistas y a veces una copia burda del pensamiento
angloeurocéntrico.
Sin embargo, no se trata de un simple rechazo a las ideas dominantes
occidentales; sino en saber analizar el contenido ideológico y hegemónico; de
valorarlo en forma dialéctica, histórica y crítica; desde la ontología
(realidad), la gnoseología (diálogo de saberes, conocimientos, ciencia,
filosofía entre los pueblos) para llegar a la validez objetiva intersubjetiva,
histórica, artística, científica y cultural de la epistemología del Sur,
manifestada en la cosmovisión y la dignidad histórica de los pueblos...
Reconocer la sabiduría concreta y singular de lo local, lo comunitario;
luchar por el respeto a los derechos de la Madre Tierra, de los territorios, y
al buen vivir de los pueblos es un proceso sustantivo para lograr la identidad
cultural que se expresa en la capacidad organizativa movilizadora,
participativa, en la toma de decisiones. Políticas que se encaminan a la
trasformación del Estado por una sociedad más justa, verdaderamente humana y
planetaria.
La naturaleza de este proceso debe ser simultánea y sinérgica; de
solidaridad conjunta y contrahegemónica en la transformación de la base y la
superestructura de la sociedad frente a la violencia del Estado hondureño por
parte de las clases dominantes y de dirigentes racistas, patriarcales y
opresores del género y de la diversidad sexual mediante el proceso de la mundialización
del capital y del coloniaje del poder, articulados con las oligarquías y las
burguesías locales.
Después de estas reflexiones escribí en el tablero de mensajes la
siguiente reflexión de Quispe:“En Honduras, ante la ausencia del Estado, el
reino de la muerte se impone como el único modo posible de subsistencia”.
Esta afirmación me obligó a conversar nuevamente con él y a formularle la
siguiente interrogante: ¿Existe el Estado hondureño? A lo cual me respondió:
“Desde la perspectiva de las y los excluidos hondureños, no existió
Estado (constitutivo y/o garante de derechos). Existió y existe un Estado
aparente en proceso de licuefacción, fruto de las contradicciones de las élites
que lo pergeñaron. Pero este Estado aparente (Marx lo plantea así para
diferenciarlo del Estado Integral que propone como una etapa necesaria para
llegar a la nueva sociedad) es enemigo para los colectivos de indígenas,
movimientos sociales, etc. En ese sentido, incluso la condición de aparente
está en entredicho en estos sectores. Desde lo coyuntural fáctico, ¿cómo
podemos sostener la existencia del Estado si la materialización más próxima del
Estado, como es la policía, evidencia, en el caso hondureño, la ausencia total
de garantías, imperio del crimen delincuencial, sicariato, derrota de lo mínimo
racional contractual, etc.? Sólo asumiendo la inexistencia del Estado para las
grandes mayorías, y la situación de crisis terminal del Estado aparente para
las minorías (acomodadas), podemos plantear con mediana coherencia racional la
necesidad de crear el Estado mediante un proceso constituyente originario”.
Existe un debate teórico sobre el análisis del Estado en América
Latina; sin embargo son poco los estudios sobre el Estado hondureño. Sin entrar
en la discusión sobre esta temática, Quispe nos plantea relevantes
interrogantes sobre el Estado como una cuestión esencial en el abordaje de la
direccionalidad del proceso de la construcción de la toma y mantenimiento del
poder, ya sea a través del proceso electoral, la movilización social, la
Asamblea Nacional Constituyente o la Refundación del Estado.
En los pasajes o etapas del Estado Colonial Capitalista, Estado
Criollo Burgués, Estado Nación Moderno, Estado Neoliberal y al Estado No Ser
(Negación del Estado), el poder siempre ha estado controlado por una minoría
local oligarca y burgués articulada al capitalismo mundial y al neoliberalismo.
No obstante, en Honduras, al igual que en la mayor parte de los
pueblos de América Latina coexisten las diversas formas de vida precapitalista
y capitalista; sin embargo, el modo de producción capitalista es el dominante y
su naturaleza es racista, desigual, excluyente, patriarcal, violadora
sistemática de los derechos humanos integrales de la vida de la Madre Tierra y
de la dignidad histórica de los pueblos.
Así, se puede observar que, según el momento histórico y las
necesidades del sistema capitalista y de sus aliados locales, el Estado
hondureño ha tenidos diversas estigmas: enclave minero, enclave o “República
Bananera”, dictadura militar, “Estado de contrainsurgencia”, “Estado de la
Seguridad Nacional”, “ Porta aviones Político, Ideológico y Militar del
Pentágono”, “Patria Alquilada” “Narco- Estado”, “Estado Terrorista”, “Estado
Privatizado”, “Estado de Sitio”, “Estado Alterno de Golpes militares” y, en la
proyección próxima futura “El Estado de las Ciudades Charter”. Son
nombres malditos que enmascaran la historia del crimen, la corrupción y la
negación de un pueblo que siempre ha luchado por su liberación.
La historia del experimento “Honduras” ha sido una de las más crueles,
infames y sangrientas de América Latina. El capitalismo imperialista neoliberal
en forma progresiva ha exterminado a las poblaciones indígenas, afro
hondureñas, campesinas, obreras y sobre todo a la niñez y a la juventud. Se ha
instaurado un proceso aniquilador de la cultura, de la interculturalidad, de
las lenguas originarias y del sentido de vida comunitaria y de nación.
La maquinaria de la barbarie ha realizado la tortura y muerte
programada del pueblo mediante las invasiones de “marines”, filibusteros,
mercenarios, sicarios. Los experimentos de los manuales de tortura de la CIA en
los cuerpos y mentes de los compatriotas sirvieron para ser aplicados en Irak y
Guantánamo y en la propia Honduras durante y después del golpe militar del 28
de junio del 2009.
La invasión militar ha estado articulada a la explotación minera,
bananera, destrucción del bosque, la biodiversidad, los manglares y de la vida
de pescadores y ecosistemas del mar con la industria del camarón. La biotecnología
de la MONSANTO y de otras empresas ha violado la soberanía alimentaria al
sustituir las semillas originarias, al crear y dominar el mercado con las
semillas híbridas, transgénicas y promover los agrocombustibles y los
plaguicidas. Por otra parte, las maquilas, como parques industriales, se han
caracterizado por la explotación de niñas, particularmente de mujeres jóvenes,
expropiándolas de sus derechos laborales.
La geoexpansión bélica, la construcción de múltiples represas y el desalojo violento de comunidades
indígenas, garífunas, campesinas, junto con las frecuentes masacres en la zona
de El Aguan por parte del complejo militar, minero, energético, agroindustrial
y financiero
han destruido la naturaleza e intensificado el impacto humano y
ambiental de los huracanes, tormentas tropicales, inundaciones y de los
fenómenos sísmicos tales como deslizamientos y derrumbes.
Al ser Honduras el epicentro de las maniobras militares
estadounidenses en América Latina, el territorio se ha convertido en el área geopolítica
clave del Pentágono, en la contrainsurgencia, contrarrevolución y amenaza
constante a Nicaragua, a Cuba, a Bolivia, Ecuador, Venezuela y otras naciones
de América Latina. En el presente siglo XXI, la agresión neocolonial en contra
de Honduras se ha hecho más evidente después del golpe militar.
El país está inmerso en la violencia de los proyectos hegemónicos:
Plan Puebla Panamá (Plan Mesoamérica), Plan Colombia, Plan Mérida, Bases
militares, Programas Satélites de la Escuela de las Américas (Honduras, Panamá,
El Salvador, Costa Rica y Guatemala). Maniobras militares, incremento de la
carrera armamentista, (golpes de Estado) y los planes bélicos de la Cuarta
Flota del Atlántico del Comando Sur. Estos planes neocoloniales no han estado
divorciados de las políticas concesionarias y dominantes del Tratado de Libre
Comercio de Estados Unidos de América y Europa (TLC y ADA).
El texto de Quispe nos plantea la ausencia del Estado en Honduras en
el sentido de que las políticas no están dirigidas a transformar la desigualdad
e injusticia social. En igual forma nos desafía sobre la identidad como país, y
como sujetos que viven sometidos y avasallados.
Ante este entramado perverso e infame se plantean las siguientes
preguntas: ¿Cuál es la reacción social y política del pueblo hondureño? ¿Tienen
identidad las y los hondureños? ¿Somos seres conformistas, sumisos? O, por el
contrario, Honduras es uno de los países más violentos porque tiene la tasa de
homicidios más alta del mundo ya que excede de 80/100 mil habitantes.
Nuestras reflexiones nos conducen a pensar que no somos el país más
violento sino que es el territorio donde el capitalismo y todas sus formas
ideológicas, religiosas, jerárquicas, educativas, mediáticas y políticas han
ejercido la mayor violencia militar, policial y cultural.
Bien podría decirse con Fanon que las primeras reacciones violentas de
los hondureños no son contra el colonizador sino
contra sus hermanas y hermanos colonizados o que el “sujeto negado” se
autodestruye por medio del alcohol, el tabaco y las drogas.
El colonialismo interno, externo y el coloniaje del poder en el
proceso de la negación del sujeto: “el no ser”, han creado valores negativos y
desvalorizantes de la cultura e historia hondureña. Héroes, heroínas y mártires
desconocidos y notorios como Lempira y Morazán fueron aniquilados por sus ideas
y prácticas de libertad y justicia.
Francisco Morazán, héroe máximo de la unión centroamericana, fue
fusilado 1842 por la oligarquía colonial en Costa Rica y desde aquella época
hasta la fecha actual no ha sido posible la construcción de la Federación
Centroamericana.
La guerra colonial y neocolonial (interna y externa) contra nuestro
pueblo, aparece como una guerra entre nosotros y nosotras. Se inventa al
enemigo y se crea la idea perversa de que la amenaza bélica proviene de
Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y otras
naciones en proceso de liberación. Somos objeto de agresiones por parte de
soldados entrenados en el terror y la tortura en la Escuela de las Américas, de
los sicarios de Colombia y de las políticas de contrainsurgencia de bases y
maniobras militares estadounidenses que hieren la dignidad y violan la
soberanía.
La solidaridad del pueblo hondureño con los procesos revolucionarios
ha sido genuina y auténtica. El Frente Sandinista de Liberación Nacional de
Nicaragua fue fundado en Honduras. Un contingente de hondureños y hondureñas
participó en los procesos de liberación de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Centenares de exiliados salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos, chilenos y
argentinos fueron acogidos por nuestro suelo. Conquistas relevantes en los
derechos laborales fueron logradas por la huelga bananera antiimperialista de
1954. Honduras firmó el Tratado de la Alianza Bolivariana de Nuestra América
(ALBA).
Las diversas masacres en la historia del movimiento campesino en
diversos lugares del territorio nacional, particularmente en el Valle de El
Aguan, son el cruel indicador de las luchas del pueblo hondureño por la
reivindicación de los derechos y por la transformación agraria. Los crímenes de
lesa humanidad y los asesinatos impunes contra los sectores de oposición a las
fuerzas que produjeron el golpe militar son los hechos más evidentes de que
existe un proceso de resistencia, identidad y liberación nacional.
Los pueblos originarios e indígenas inspirados por la cosmovisión
ancestral sobre el amor y el respeto a la Madre Tierra, nos han legado el
germen de la lucha. El visionario Mariátegui señalaba al respecto:
“No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y
copia sino una creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia
realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano... El
socialismo no es ciertamente una doctrina indoamericana... Aunque haya nacido
en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específica ni particularmente
europeo... El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más
avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la
incaica”.
En relación a la memoria de la desigualdad, el sufrimiento y la
dependencia es la historia de Honduras. El ecuatoriano Agustín Cueva, en una
conferencia sobre el análisis postmarxista del Estado Latinoamericano, en
Tegucigalpa (1962), decía: “Se observa una amnesia recurrente con respecto
al análisis de la dependencia, curiosamente en el momento en que ésta se
acentúa, así como una repulsión a mencionar siquiera las determinaciones
económicas...”
En otro texto agrega: “El desarrollo del capitalismo no es otra cosa
que el desarrollo de sus desigualdades presentes en todos los niveles de la
estructura social...El desarrollo desigual adquiere por eso aquí el carácter de
una verdadera deformación, y a la vez que la explotación y la consiguiente
pauperización de las masas toman el cariz de una súper explotación”.
-El Frente Nacional de Resistencia Popular
Desde 1956 hasta el presente siglo se han producido siete golpes
militares, que significan siete plagas contra el progreso de la nación.
El segundo golpe militar de América Latina durante el inicio de este
milenio se produjo en Honduras el 28 de junio del 2009. El secuestro del
Presidente de la República Manuel Zelaya Rosales por parte de sujetos militares
armados hasta los dientes que aterrorizaron a su familia y golpearon al
mandatario, violó las leyes constitucionales desde el momento en que no tuvo
derecho a defensa alguna. Sumado a lo anterior el “Estado de Sitio” y la
consecuente suspensión de todas las garantías constitucionales.
¿Por qué se produce el golpe de Estado? ¿Por qué la desesperación del
poder para producir el golpe, si tiene casi todo el control de los poderes del
Estado incluyendo las fuerzas militares, policiales nacionales y privadas; y de
las tropas de ocupación del Pentágono? ¿Por qué la totalización o el control
absoluto del poder que caracteriza al Estado fascista?
El golpe militar se produce porque el poder dominante (oligarquías y
burguesías parasitarias del Estado, cuenta con el apoyo de la mayoría de los
propietarios de los medios de comunicación, las jerarquías católicas y
evangélicas vinculadas con las multinacionales, mineras, (Gold Corp, Yamana
Gold, American Pacific, mineral de Agalteca, empresas bananeras,
monocultivos de camarón, piña, agro combustibles, explotación de madera y
maquiladoras. Sin embargo, el golpe militar es el producto del concurso de las
fuerzas de la contrainsurgencia e ideológicas apoyadas por la derecha extrema
estadounidense, europea y latinoamericana con el objetivo de gestar nuevos
golpes en América Latina y obstaculizar el incipiente proceso de liberación de
Honduras y el avance de este proceso en América Latina.
Proclaman y mantienen el golpe militar en nombre de la paz, el
diálogo, el respeto a los derechos humanos. En vez de usar las camisas negras
fascistas, se visten de uniforme blanco y enarbolan consignas fundamentales
como “ley y orden”; discursos xenofóbicos, e igualdad de clases, como
proclamaba Mussolini, mientras continúan preparando a sus ejércitos... ¡Qué
contraste con la gran desigualdad social de este sistema que mantiene a los
hondureños como a los “Condenados de la Tierra” en este infierno de
injusticias! La justificación de este golpe, tanto en el discurso golpista como
en el discurso teológico y jurídico, ha sido ¡la defensa de la Constitución en un
país ocupado por las tropas estadounidenses desde la década de los años
ochenta!
Ante el golpe militar surge de inmediato la protesta masiva popular
del pueblo hondureño, aparentemente espontánea; sin embargo, es el resultado de
experiencias anteriores y de la sabiduría acumulada que sorprende a los
analistas locales e internacionales. Nace el Frente Nacional de Resistencia
Popular (FNRP) que logra movilizar con frecuencia a más de un millón de
personas en las calles y llega un momento en que la lucha organizada y
pluralista alcanza condiciones prerrevolucionarias.
Violando todos los principios constitucionales se impone el Gobierno
de Facto con Roberto Micheletti desde el 28 de junio 2009- 27 enero 2010 cuyas
primeras acciones fueron: tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes;
asesinatos y persecución contra los miembros de la Resistencia y de todas las
fuerzas opositoras para amordazar y reprimir la libertad de expresión,
restituir y garantizar el monopolio de las petroleras, facilitar el despido masivo
de trabajadores, el principio del libre mercado, la propiedad privada y la
privatización de los servicios públicos del Estado; multiplicar las concesiones
mineras otorgando todos los privilegios a la oligarquía, a la burguesía y al
capital financiero internacional en perjuicio de las capas medias y las clases
menos favorecidas de nuestro país.
En noviembre del 2009, con el control total del las fuerzas golpistas,
se producen las elecciones de la democracia blindada. El Presidente electo
Porfirio Lobo Sosa tuvo el reconocimiento de la mayor parte de los países que
condenaron el golpe; sin embargo, los actos de corrupción y crimen por parte de
las fuerzas golpistas han continuado. Es un gobierno con cara civil y corazón
militar, oligárquico y de extrema derecha. El mando real lo sigue teniendo la
línea fascista que en cada momento desobedece y hace lo contrario a cualquier
intento reformista del Presidente Lobo.
Tres estrategias han caracterizado al golpe: el Síndrome de Desgaste y
Agotamiento Prolongado del Adversario hasta obtener su derrota total mediante
la guerra psicológica, la guerra de conflictos de baja intensidad y la guerra
irregular. La segunda estrategia es aniquilar, desacreditar, infiltrar, dividir
y demonizar a las fuerzas opositoras aglutinadas en el Frente Nacional de
Resistencia Popular acusándolas de vándalos, anarquistas, chavistas,
comunistas, enemigos de la democracia, subversivos, para crear condiciones y
gestar más violaciones a los derechos humanos y promover el terror de una guerra
civil...
La tercera estrategia es el Síndrome del Chivo Expiatorio, que
consiste en depositar la responsabilidad de todos los males, desgracias ,
violaciones a la ley, la constitución, acuerdos y la mala gobernanza en un solo
individuo o sea en el presidente Zelaya, quien ha sido tratado en forma cruel y
degradante por el circo neroniano mediático, por medio de calumnias, mentiras,
acusaciones de violar la constitución, estigmatización y con privación de su
libertad bajo la tortura psicológica y exposición a gases, sustancias tóxicas,
ruidos infernales tanto a él, como a su familia y acompañantes durante la
estadía solidaria en la Embajada de Brasil de Tegucigalpa.
-Los desafíos del futuro.
El desafío del pueblo hondureño es la sabiduría de la unidad y la
esperanza en el proceso de la construcción, y la toma y el mantenimiento del
poder. La esencia es la formación del sujeto histórico y político que se define
como aquel ser individual y colectivo que se organiza, participa, moviliza,
desarrolla la conciencia social, política, ideológica, ética y cultural; toma
posición en función de la transformación de la realidad generada por el sistema
capitalista mundial de dominación histórica para lograr la justicia social,
climática, la paz humana y planetaria.
Cuando hablamos de unidad nos referimos a la idea de la totalidad de
una determinada realidad, en este caso a la formación social concreta de
Honduras a partir del momento que ocurre en el siglo XXI, sin excluir la
historia, antes, durante y después del golpe de Estado militar del 28 de junio
del 2009. Esta visión nos lleva a considerar la totalidad como el movimiento de
la unidad material, espiritual y cultural heterogénea, contradictoria, de
relaciones desiguales, que se manifiesta en la lucha de clases, el racismo, el
sexismo y el patriarcado frente al movimiento de poder hegemónico.
Son dos poderes que se enfrentan: El bloque histórico hegemónico (la
articulación de la oligarquía, el poder militar, policial, ideológico
mediático, educativo, jerarquía religiosa con el capital minero, agroindustrial
y financiero en el plano local e internacional). Y el poder contrahegemónico
que se organizó espontáneamente al inicio y posteriormente como Frente Nacional
de Resistencia Popular (FNRP), que a integra todas las fuerzas sociales
opositoras con carácter pluralista que se oponen a las fuerzas golpistas que
todavía controlan al Estado.
Ante el desencanto del pueblo con el bloque hegemónico de poder, el
FNRP se convirtió en la esperanza del pueblo; sin embargo la esperanza no es
vacua, se ancla en la práctica con la satisfacción de las necesidades
materiales, espirituales y culturales. La satisfacción de tales necesidades es
la tarea esencial de la resistencia y se logra con el proceso de construcción
del poder en todos los espacios de la vida cotidiana de las familias,
comunidades, esferas políticas locales, regionales, nacionales e
internacionales mediante la asimilación de las experiencias propias, mundiales
sin excluir ninguna de ellas en el análisis y la praxis social.
Entender la unidad es reflexionar sobre la identidad, la diferencia y
semejanza, que se da en los procesos en los cuales pueden existir o coexistir
los fenómenos de cooperación, antagonismo, resistencia, y transformación.
La unidad sólo puede entenderse cuando se comprende la unidad
dialéctica de lo viejo y lo nuevo. Por lo tanto, los procesos pueden ser
evolutivos, involutivos, reformadores, transformadores y revolucionarios. Lo
inmediato, lo urgente debe ser tratado y es el primer paso para mover la conciencia
de realidad; sin embargo, no debemos quedarnos en esta etapa y debemos pasar
del fenómeno a la esencia, o sea a la raíz de los problemas y de la esencia al
fenómeno.
La idea de la unidad está en toda cosa o en toda relación social. Para
construir la unidad se requiere la organización, la resistencia, la
movilización y la transformación de los procesos sociales desiguales e
injustos.
La reflexión crítica y la participación real y transparente garran-
tizana el rechazo al verticalismo, autoritarismo, patriarcado, racismo y
exclusión de género y clase social. Ésta es la base para la construcción de los
sujetos históricos y políticos que van más allá de ser simples ciudadanos
partidarios de un sistema dominado por el capitalismo.
En otras palabras, es esencial erradicar al sectarismo tanto en la
base como en la dirigencia mediante el respeto mutuo durante los procesos de
participación en la toma de decisiones. El respeto mutuo de la base y la
dirigencia se construye con el amor, la solidaridad humana y planetaria;
mediante la transformación de todos los valores del patriarcado, la explotación
clasista, racista y de género.
Uno de los caminos esenciales es la Refundación del Estado de Honduras
mediante la lucha pacífica activa de la articulación de la cultura comunitaria
de los pueblos originarios, indígenas, garífunas, misquitos, campesinos con las
demandas de los trabajadores de la educación y la salud; el movimiento
estudiantil, los artistas, las organizaciones feministas y de la diversidad
sexual.
Otro camino es la construcción del poder constituyente mediante la
convocatoria a la Asamblea Constituyente por parte del pueblo organizado
mediante la transformación cualitativa de normas y principios que contiene la
Carta Magna de una democracia representativa actual, para llegar a ser una
democracia participativa, comunitaria, construida por sujetos históricos y
políticos.
La última asamblea del FNRP aprobó mayoritariamente la creación del
Partido Libertad y Refundación (LIBRE) para participar en las elecciones
presidenciales del 2013. En el seno de las organizaciones políticas del FNRP,
existen las siguientes interrogantes: ¿Es posible que existan elecciones libres
y legítimas cuando el control total de los aparatos electorales está bajo el
poder de las fuerzas golpistas? ¿Cómo se podrá instalar la Asamblea
Constituyente sin tener el poder de convocarla? ¿Podremos derrotar a la partidocracia del
bipartidismo al participar en las elecciones? ¿Tenemos claro el significado de
construir el poder, tomar el poder o mantenernos en el poder, o para qué el
poder?
En el trabajo por la construcción del poder está la sabiduría de la
unidad en la diversidad y en la esperanza. Debemos integrar todas las fuerzas
opositoras al golpe en el FNRP, y si no es posible hacerlo, debemos mantener
con ello los mejores vínculos. El FNRP es la creación nueva del pueblo y
debemos cuidarlo como un tesoro.
En síntesis, debemos fortalecer y desarrollar cualitativamente el
núcleo histórico del Frente Nacional de Resistencia Popular sin excluir a
ningún sector de la construcción del poder; ya sea en la Refundación del
Estado, la Asamblea Constituyente y el instrumento de la lucha electoral del
FNRP, el partido Libertad y Refundación (LIBRE).
Aunque pareciera que son caminos diferentes o contradictorios, todos
son importantes de considerar en una estrategia común del FNRP. Algunas fuerzas
tienen experiencia en los procesos electorales, otras en el desarrollo de la
autoconvocatoria y participación comunitaria y algunas en el contenido
jurídico, teórico, derechos humanos, arte y ciencia; filosofía, género,
diversidad sexual y ambiente, en una nueva Constitución.
Aboguemos por la unidad en la diversidad y la esperanza; por una
conducción colectiva, participativa, democrática, donde todas las fuerzas puedan
trabajar conjuntamente en las elecciones, en la Constituyente y en la
Refundación del Estado de Honduras; y donde el amor y la solidaridad sean el
fundamento del respeto, base y dirigencia. Es urgente que el FNRP le dé
prioridad a la solidaridad con las necesidades materiales (alimentos, vivienda,
educación, salud, transporte y sobre todo la tierra, territorio y el agua para
los campesinos y pueblos originarios, indígenas, garífunas y misquitos).
Como dijo Paulo Freire: “No soy esperanzado por pura terquedad,
sino por imperativo existencial e histórico... Ella sola (la esperanza) no gana
la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea”.
Sin olvidar la realidad objetiva y subjetiva de América Latina,
Agustín Cueva manifestaba con cierta ironía: “Dudo por ejemplo que el poder
se construya a través del voto, no sólo por razones abstractas que hoy no me
propongo exponer, sino por la buena razón empírica de que jamás he visto ni he
oído hablar de ningún lugar del planeta en donde asuntos tan decisivos como los
que a continuación voy a señalar hayan sido sometidos a votación: a)La cuestión
del sistema de propiedad; b) La estructura del aparato militar; c) La
construcción de las relaciones que la CEPAL denomina “centro- periferia”.
En el prólogo de la novela titulada “Metal del Diablo”, de Augusto
Céspedes, Manuel Galich (1964), sobre la explotación minera de Bolivia, nos
recuerda la similitud con Honduras: “Por otra parte, el mundo brutal que
descubre Céspedes no es exclusivo de Bolivia. Pertenece a todos los países
neocolonizados del mundo, a todos los sometidos a la explotación imperialista,
esas tristes páginas del Estado, sus gobernantes, sus magistrados, sus
ministros, sus legisla- dores y sus abogados, grotescos e ínfimos de espíritu,
rendidos abyectamente y a merced de la voluntad de los grandes intereses del
capital internacional, de sus empréstitos y de sus órdenes para depravar la
política nacional hasta convertirla en servidora de la política de los grandes
monopolios”.
Finalmente deseo expresar nuestro reconocimiento a Jubenal Quispe por
su valiosa contribución al escribir como producto de sus reflexiones,
compromiso y solidaridad con nuestro pueblo el libro que nos desafía y nos
invita a leerlo en forma crítica, para profundizar en la práctica y en la
teoría la transformación de la injusta realidad de Honduras.
Tegucigalpa,
diciembre de 2011.
*Juan Almendares Ex Rector de la Universidad Nacional Autónoma de
Honduras
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