La
educación reinventada nos debe ayudar en la descolonización y la superación del
pensamiento único, aprendiendo con las diversidades culturales y sacando
provecho de las redes sociales. De este esfuerzo podrán nacer entre nosotros los
primeros brotes de otro paradigma de civilización.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
Muniz
Sodré, profesor titular de la Universidad Federal de Río de Janeiro, es una
persona que sabe mucho, pero lo singular de él es que piensa, como pocos, lo
que sabe. El fruto de su pensar es un libro notable que acaba de salir: Reinventando
la educación: diversidad, descolonización y redes (Vozes 2012).
En
ese libro procura enfrentarse a los desafíos planteados a la pedagogía y a la
educación que se derivan de los distintos tipos de saberes, de las nuevas
tecnologías y de las transformaciones promovidas por el capitalismo. Todo esto
a partir de nuestro lugar social que es el hemisferio sur, un día colonizado,
que está pasando por un interesante proceso de neodescolonización y por un
enfrentamiento con el debilitado neoeurocentrismo, hoy devastado por la crisis
del euro.
Muniz
Sodré analiza las distintas corrientes de la pedagogía y de la educación desde
la paideia griega hasta el mercado mundial de la educación, que representa una
burda concepción de la educación utilitarista, al transformar la escuela en una
empresa y en una plaza de mercado al servicio de la dominación mundial.
Desenmascara
los mecanismos de poder económico y político que se esconden detrás de
expresiones que están en la boca de todos, como «sociedad del conocimiento o de
la información». En otras palabras, el capitalismo-informacional-cognitivo
constituye la nueva base de la acumulación del capital. Todo se ha vuelto
capital: capital natural, capital humano, capital cultural, capital
intelectual, capital social, capital simbólico, capital religioso… capital y
más capital. Por detrás se oculta una monocultura del saber maquinal, expresado
por la «economía del conocimiento» al servicio del mercado.
Hoy
en día se ha planeado un tipo de educación que busca la formación de cuadros
que prestan «servicios simbólico-analíticos», cuadros dotados de alta capacidad
de inventar, de identificar problemas y de resolverlos. Esta educación
distribuye conocimientos de la misma forma que una fábrica instala componentes
en la línea de montaje.
De
esta manera la educación pierde su carácter de formación. Cae bajo la crítica
de Hannah Arendt que decía: se puede seguir aprendiendo hasta el fin de la vida
sin educarse jamás. Educar implica aprender a conocer y hacer, pero sobre todo
aprender a ser, a convivir y a cuidar. Implica construir sentidos de vida,
saber tratar con la compleja condition humaine y definirse frente a los rumbos
de la historia.
Lo que agrava todo el proceso educativo es el predominio del pensamiento único.
Los norteamericanos viven de un mito y del «destino manifiesto». Imaginan que
Dios les reservó un destino, el de ser el «nuevo pueblo escogido» para llevar
al mundo su estilo, su modo de producir y consumir ilimitadamente, su tipo de
democracia y sus valores del libre mercado. En nombre de esta excepcionalidad
intervienen en el mundo entero, con guerras incluso, para garantizar su
hegemonía imperial sobre todo el mundo.
Europa
todavía no ha renunciado a su arrogancia. La Declaración de Bolonia de 1999 que
reunió a 29 ministros de educación de toda Europa afirmaba que sólo ella podría
producir un conocimiento universal, capaz de ofrecer a los ciudadanos las
competencias necesarias para responder a los desafíos del nuevo milenio. Antes,
la imaginada universalidad secundaba los derechos humanos y estaba presente en
el propio cristianismo con su pretensión de ser la única religión verdadera.
Ahora, la visión es de menor alcance, sólo Europa garantiza eficacia
empresarial, competencias, habilidades y destrezas que realizarán la
globalización de los negocios. La crisis económico financiera actual está
volviendo ridícula esta pretensión. La mayoría de los países no saben cómo
salir de la crisis que han creado. Prefieren lanzar a sociedades enteras al
desempleo y la miseria para salvar el sistema financiero especulativo, cruel y
sin piedad.
Muniz
Sodré plantea en su libro estas cuestiones para la realidad brasileña con el
fin de mostrar qué desafíos debe afrontar nuestra educación en los próximos
años. Ha llegado el momento de asumirnos como pueblo libre y creativo y no un
mero eco de la voz de los otros. Rescata los nombres de educadores que pensaron
una educación adecuada a nuestras virtualidades, como Joaquim Nabuco, Anísio
Teixeira y particularmente Paulo Freire. Darcy Ribeiro hablaba con entusiasmo de
la reinvención de Brasil a partir de la riqueza del mestizaje entre todos los
representantes de los 60 pueblos que vinieron a nuestro país.
La
educación reinventada nos debe ayudar en la descolonización y la superación del
pensamiento único, aprendiendo con las diversidades culturales y sacando
provecho de las redes sociales. De este esfuerzo podrán nacer entre nosotros
los primeros brotes de otro paradigma de civilización que tendrá como
centralidad la vida, la humanidad y la Tierra, la que algunos llaman también
civilización biocentrada.
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