América Latina y Panamá
se encuentran envueltas en las telarañas de un conglomerado de instituciones
trasnacionales creadas por EEUU para (des)orientar a la opinión pública. Las
más antiguas son el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional
(FMI). Otras más recientes son Moody’s, Heritage Foundation y la USAID. En la década de 1960, el BM fue transformado
para “combatir la pobreza” y crear una nueva clase media. Fue un rotundo
fracaso y terminó apoyando los regímenes militares de la época.
La USAID está ahora
mismo en una etapa de transformación (metamorfosis) de la cual pocos saben cómo
va a terminar. El Heritage Foundation promete convertirse en un guerrero
defensor universal de los postulados conservadores más sagrados. Moody’s es una
empresa dedicada a emitir opiniones políticas sobre la solvencia de empresas,
bancos y países. En 2008, cuando colapsaron todas las empresas bancarias de EEUU,
Moody’s las calificaba como sobresalientes. En la actualidad, Perú y México –
políticamente afines a Washington - ocupan las posiciones más altas en la lista
de Moody’s, mientras que Venezuela y Argentina – mal vistos por la Casa Blanca
- ocupan los lugares más bajos.
En la literatura
sociológica, desde principios del siglo XIX, la llamada clase media ocupa un
lugar destacado. Los franceses Comte y Tocqueville incorporaron el concepto en
sus análisis. Igualmente, los alemanes Marx y Lassalle. Los funcionalistas
norteamericanos Parsons y Merton fundaron una escuela de pensamiento que colocó
la clase media en el centro de la “acción social”. Con motivo de un informe
reciente del Banco Mundial sobre la “clase media” en América Latina, todos los
medios comerciales del continente (incluyendo EEUU) se han abocado a la tarea
de resucitar este viejo concepto abandonado por los ideólogos neoliberales.
La clase media en los
textos norteamericanos es en teoría quien garantiza la estabilidad social que
necesita todo país para que los inversionistas puedan extraer sus ganancias. La
afirmación es algo pretenciosa y, además, no refleja la realidad histórica.
Cuando en América Latina las “clases medias” llegaron al poder mediante
gobiernos populistas (Perón, Castro, Goulart, Allende, Torrijos y muchos
otros), EE.UU los declaró sus enemigos y no descansó hasta eliminarlos
físicamente o derrocarlos. Por gobierno populista se entiende el poder
compartido, en forma de alianza, por una clase empresarial (dominante), capas
medias (hegemónica) y trabajadores. El proyecto de los gobiernos populistas es
afianzar el desarrollo capitalista mediante pactos sociales.
Según el informe
reciente del BM, “la clase media en América Latina aumentó entre 2003 y 2009,
hasta llegar a constituir un inédito 30% de la población”. (Se olvida los
períodos donde predominaban gobiernos populistas). La institución bancaria con
sede en Washington anuncia triunfalmente que entre los años mencionados, “la
clase media aumentó en 50 por ciento, pasando de 103 millones habitantes a 152
millones”.
De un plumazo, el Banco
Mundial declara que América Latina se ha vuelto “segura” para las inversiones
de los capitalistas norteamericanos. EEUU está buscando fórmulas para mantener
su nivel de ganancias (“crecimiento económico”) a flote. El gobierno del
presidente Obama anunció que privilegiará a la cuenca del Pacífico para
realizar inversiones. El BM (tal como lo hizo el candidato perdedor Mitt
Romney) le pide al mandatario norteamericano que no se olvide de América Latina.
El BM hace cálculos
aritméticos poco convincentes para llegar a la conclusión que en la región de
Nuestra América el 30 por ciento de la población es clase media. La “clase
pobre” – que divide en dos - representa el 68% de la población. Los ricos son
el restante 2%. El BM asegura que “el panorama es alentador si se compara con
1995”, cuando un 78% de la población era pobre y un 20% era clase media”.
(Durante la década de 1990 los neoliberales destruyeron las economías de muchos
países de la región – Argentina, México, Perú, Venezuela, entre otros - con
políticas de “austeridad”).
Según el BM, la riqueza
producida en la región (PIB), creció a una tasa anual de 2,2% en la década de
2000. Agrega que hubo “una mejor distribución de esos ingresos”. El BM no
menciona el hecho de que este crecimiento y mejora en la distribución en muchos
países fue gracias a las políticas de estímulo y no de austeridad recomendados
por sus programas neoliberales.
Durante el período en
que reinó la política del BM y del FMI en América Latina (1985-2005), la
pobreza se agudizó. Los números positivos que presenta el BM a escala regional
son producto, en gran parte, de las políticas sociales – contrarias al
neoliberalismo - del presidente Lula de Brasil, país con el 40% de la población
de América Latina. Durante el período de Lula (2000-2010) se repartieron
aproximadamente mil millones de dólares a través de programas para los pobres.
Las políticas mitigaron la pobreza pero no crearon una nueva clase media. El BM
alega equivocadamente (con una agenda política que pretende cambiarle la imagen
negativa al neoliberalismo) que ahora los habitantes de las “favelas” son clase
media. Igualmente, los pueblos indígenas en sus comarcas son clase media. Los
campesinos sin tierra también. Obviamente, la aritmética del BM no suma ni
resta.
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