Los gobiernos
latinoamericanos que irrumpieron en el nuevo siglo quebraron la tendencia de la
desigualdad en el continente con peor reparto de la riqueza. Y lo hicieron
disputando el espacio político y la gestión al neoliberalismo, que hoy
maquillado manifiesta preocupación por los pobres con la misma receta de
siempre.
Alfredo Zaiat / Página12
Con muy pocas semanas
de diferencia se difundieron dos documentos del Banco Mundial y otro de la
Cepal que muestran con datos duros estadísticos y evaluaciones cualitativas que
la situación social ha mejorado en América latina en los años de gestión de
gobiernos progresistas, durante la primera década del nuevo siglo. Esas
investigaciones se conocieron en días en que grupos conservadores de Argentina
cuestionan la intervención del Estado en la economía, el aumento del gasto
social orientado a grupos vulnerables y las políticas de fomento del mercado
interno y de industrialización creadoras de empleo. Críticas que las defienden
afirmando que por ese camino no han mejorado los indicadores sociales y de
empleo. Los informes de esas instituciones internacionales, exhaustivas y de
base ideológica diferentes (el BM, neoliberal; la Cepal, estructuralista),
desestiman las observaciones de sectores de difusión masiva, de políticos, de
empresarios y del mundo académico conservador. Las conclusiones de esos
trabajos, además de desarmar la construcción analítica que afirma que no ha
progresado el panorama social en Argentina, permiten evaluar que cuando
gobernaron los que hoy critican los actuales niveles de pobreza fueron los años
donde se registraron los peores índices de exclusión social.
La cantidad de pobres e
indigentes sigue siendo elevada y la desigualdad en la distribución del ingreso
continúa siendo obscena en la región. La relevancia de las investigaciones del
Banco Mundial y de la Cepal consiste en que exhiben que el deterioro social
durante la vigencia del neoliberalismo fue frenado y comenzó un cambio de
tendencia a partir de políticas económicas de gobiernos progresistas. El
desafío para esas experiencias políticas es profundizar el sendero que les
permitió modificar el destino de desigualdad estructural. Para ello se presenta
como necesidad evitar el regreso a estrategias de política económica que
encubiertas en preocupación por los pobres sólo tienen como resultado la
concentración del ingreso.
El reciente “Panorama
Social de América Latina 2012” de la Cepal avanza en precisar el reto de la
región, al destacar que en la mayoría de los países un conjunto reducido de la
población acumula una gran proporción de todos los ingresos generados, mientras
que los más pobres sólo alcanzan a recibir una escasa porción. Precisa que el
promedio simple de los valores de los 18 países de los que se cuenta con
información relativamente reciente indica que el 10 por ciento más rico de la
población recibe el 32 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 40
por ciento más pobre recibe el 15 por ciento. La Cepal observa niveles
relativamente altos de concentración en Brasil, Chile, Colombia, Guatemala,
Honduras, Paraguay y República Dominicana, países en que esos porcentajes se
acercan al 40 por ciento de los ingresos para los más ricos y entre el 11 y el
15 por ciento para los más pobres. A la vez, destaca que Argentina, Ecuador, El
Salvador, México, Nicaragua y Perú registran valores mayores en el extremo
inferior de la distribución (16 o 17 por ciento) y algo menores entre el 10 por
ciento más rico, en torno del 30 por ciento. En el Uruguay y Venezuela se da la
menor concentración.
“La persistencia de
altos grados de de-sigualdad en el ingreso no debería oscurecer el hecho de que
en los últimos años se hayan logrado avances en este campo”, sentencia la
Cepal. Señala que el balance con respecto a inicios de la década de 2000
muestra una clara tendencia a la reducción de la concentración del ingreso, una
dinámica que ha distinguido al proceso de desarrollo de América latina en el
último decenio y que implica un cambio en la tendencia dominante durante al
menos los dos decenios anteriores. Al comparar los resultados del último año
con los registrados en 2002, los investigadores de la Cepal constataron mejoras
distributivas en la mayoría de países de la región. De 17 países considerados,
en nueve el índice de Gini se redujo a un ritmo de al menos un uno por ciento
anual. Entre los países que registraron los descensos más significativos se
encuentran Argentina, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, todos ellos con tasas
anuales de reducción del Gini superiores al 2 por ciento por año en ese
período.
Las cifras de 2011
sobre pobreza e indigencia en América latina recopiladas por la Cepal muestran
que ambos indicadores continuaron disminuyendo a nivel regional hasta tasas que
son las más bajas observadas en los tres últimos decenios. Uno de los datos
clave para analizar ese comportamiento se encuentra en el dinamismo del mercado
de trabajo. La mayor disponibilidad de recursos monetarios entre los pobres “se
ha debido principalmente a un aumento de los ingresos laborales”. La
continuidad de la tendencia a la disminución del desempleo desde 2002,
interrumpida solo en 2009, ha permitido que las cifras actuales sean las más
bajas desde mediados de la década de 1990 y que casi la totalidad de los países
latinoamericanos tenga tasas inferiores al 8 por ciento. Este resultado no es
por orden natural o por fortuna espontánea, sino que está originado en
políticas económicas deliberadas de impulso del mercado interno, alentando el
consumo y la inversión doméstica, protegiendo a la actividad local de la
competencia importada. O sea, una estrategia económica opuesta a postulados del
neoliberalismo, cuyos representantes se ofrecen como alternativa política con
promesas de bienestar social. Cuando predominaron el mercado en la economía y
la apertura comercial, los índices de pobreza aumentaron sin pausa.
Las transferencias
públicas en jubilaciones y asistencia social, como la Asignación Universal por
Hijo en el caso argentino, también contribuyeron a la reducción de la pobreza.
La Cepal también abordó aspectos cualitativos de la población pobre en la
región. Menciona que aun cuando el perfil de las personas pobres es similar al
que se observaba a finales de la década de 1990, hay algunos cambios que
guardan relación con la evolución de tendencias que ha experimentado la región,
como el aumento de hogares con jefatura femenina, el incremento de los niveles
educativos o la disminución del tamaño medio de los hogares. Algunos de los
rasgos de la pobreza descriptos en la investigación de la Cepal son:
- El área de residencia
es una de las dimensiones que más varía entre las personas según sus niveles de
ingreso. Mientras que los indigentes se reparten por igual entre áreas urbanas
y rurales, casi tres de cada cuatro pobres no indigentes viven en áreas
urbanas.
- El porcentaje de
menores de edad (hasta 17 años) pobres no indigentes es del 45 por ciento; es
decir, prácticamente la mitad de los pobres son niños.
- La mitad de los
adultos (entre 25 y 65 años de edad) en situación de indigencia no había
completado la educación primaria.
- Aun cuando el empleo
remunerado es una de las principales vías para salir de la pobreza, la mayoría
de las personas pobres y vulnerables (de 15 años y más) ya se encuentran
ocupadas. La heterogeneidad de la estructura productiva explica que cualquier
tipo de empleo remunerado no es garantía de superación de pobreza.
- La infraestructura sanitaria
es el servicio más escaso, al que accede sólo el 61 por ciento de la población
pobre.
Entre 1999 y 2011, la
incidencia de la pobreza en América latina se redujo en más de 14 puntos
porcentuales, al ubicarse en 29,4 por ciento. Falta mucho para disminuir los
elevados niveles de exclusión social, como también falta mucho en el capítulo
de distribución del ingreso. Pero los gobiernos latinoamericanos que
irrumpieron en el nuevo siglo quebraron la tendencia de la desigualdad en el
continente con peor reparto de la riqueza. Y lo hicieron disputando el espacio
político y la gestión al neoliberalismo, que hoy maquillado manifiesta
preocupación por los pobres con la misma receta de siempre.
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