La desaparición de las materias humanísticas es la
boca de una crisis sin proporciones. La mística del neoliberalismo: privar a
nuevas generaciones de la meta de convertirse en ciudadanos del universo
Urania
A. Ungo / La Estrella de Panamá
El neoliberalismo deshumaniza la educación. |
En dicho proceso la Filosofía ocupa el primer lugar
como asignatura favorecida por la exclusión. Es necesario preguntarnos las
razones de tales decisiones, en qué contextos se toman, a qué criterios
obedecen y a qué horizonte de futuro se dirigen.
Los sistemas educativos son los instrumentos
fundamentales con los cuales una sociedad establece la ciudadanía a producir, a
partir de su población y en consecuencia con lo que se establece como
principios fundantes de la Educación en diversos consensos nacionales e
internacionales. Así, la ONU en su Declaración de 1948 establece la
obligatoriedad de la instrucción elemental y el igual acceso a los estudios
superiores, así como ‘2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de
la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos
y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos...’”
Pero, como bien afirma Nussbaum se trata ahora de
una visión educativa muy tecnológica, instrumental y mercantilizada, con muy
poca relación con el segundo parágrafo citado. Un fenómeno generalizado en un
momento crucial para la vida humana y que se produce en un contexto de crisis
general y multidimensional. ¿Cuáles son los criterios que subyacen a dichas
decisiones?
La Educación hoy como proceso general, desde sus
niveles más elementales hasta los más avanzados, debe ser concebida como ‘Bien
Público’ y como un ‘Derecho Humano fundamental’ y no como un mero servicio. Es
decir, que acorde con el nivel de desarrollo tecno científico y cultural,
acorde con el nivel de civilización global tanto material como simbólicamente
alcanzada, la Educación debe ser concebida como un asunto de primera necesidad.
Vinculado con ello debe asumirse que en el marco actual de desigualdades,
exclusiones y problemas sociales crecientes en extensión e intensidad, la
Educación no puede tampoco ser conceptualizada como un mero asunto de formación
técnica e instrumental. Siguiendo a Nussbaum ella debe encaminarse también a la
formación y enriquecimiento de ‘…la imaginación, la creatividad y la
rigurosidad en el pensamiento crítico’. No un mero ajuste tecnocrático, una
visión utilitaria, instrumental de la sociedad y la ciudadanía.
A contramano de lo anterior, las políticas
estatales en el sistema educativo se ejecutan con un espíritu que muchas veces
contraviene lo acordado. Un ejemplo es la Declaración, firmada por la Ministra
de Educación de Panamá, en el marco de la XX Cumbre Iberoamericana,’, el 13 de
septiembre de 2010 en Buenos Aires, en la que se sostiene lo siguiente: ‘4.
Reconocer el derecho a recibir una educación en valores que contemple la
solidaridad, la paz, el ejercicio de la sexualidad responsable, el respeto a
los derechos humanos y la formación democrática para que cada niño, niña y
joven despliegue su potencial intelectual, emocional y social.’
Pese a ello, es visible que impera en el Ministerio
de Educación una concepción del mundo, evidente en su proceso ‘de
transformación curricular’ según la cual la Filosofía no es importante ni
pertinente y por ende es progresivamente eliminada. ¿Qué debería lograr el
proceso educativo?
Hace ya varios años se incorporó una asignatura
llamada ‘valores y religión’ y en algunos se le añade ‘relaciones humanas’.
Loable decisión y para decirlo en breve, claramente insuficiente cuando no
estéril y francamente banal. Pues no es suficiente enseñar teóricamente algunos
diluidos conceptos sobre libertad, solidaridad y o justicia. Ello debe hacerse
‘carne’, vivirse… y reflexionarse críticamente. ¿Cómo se aprende ello en un
ambiente hipersaturado de normas insignificantes sobre el corte de cabello o el
largo de la falda en tanto la real transmisión de valores opera de otro modo no
meramente enunciativo?…vale decir la ‘doble moral’ se aprende de facto…nadie,
ninguna persona ha oído jamás a alguien hacerle publicidad, pero todas y todos
hemos visto como opera e instrumentalmente atraviesa todas nuestras relaciones
y vida social.
Filosofía no va a dejar de hacerse, porque en una
universidad de Nuestra América se cierre un departamento, se clausuren carreras
o se elimine de los programas de la educación media. Ha habido siempre personas
que la cultivan sin que sea su modo de ganarse la vida. Al parecer todo ello no
es realmente un problema. Éste se ubica en el otro ángulo de la cuestión,
enunciado cómo una simple pregunta: ¿de qué se priva a las personas, sobre todo
a las más jóvenes cuando se prescinde de la Filosofía?
La Filosofía logra o debería lograr fundar en los y
las estudiantes una visión integral, universal, reflexiva, consciente de su ser
y estar en el mundo, poniendo a su servicio y formación lo mejor del
pensamiento mundial. Debe contribuir a gestar una mente crítica, informada y
formada, capaz de construir criterios propios y pensamiento ordenado. La
sabiduría filosófica es un patrimonio humano que induce la empatía y la
comprensión de la injusticia, la apreciación ética y estética, la valoración de
la libertad y la autonomía, tanto como al autoconocimiento. ¿No se propone esto
el proceso educativo?
Se priva a las jóvenes generaciones de aspirar a
lograr lo que las disciplinas humanísticas y particularmente la Filosofía deben
alcanzar, aquello que tan bien enunciara Bertrand Russell ‘… hacernos
ciudadanos del Universo’. Aquello que Nussbaum denomina ‘máquinas utilitarias’,
son lo menos parecido a la ciudadanía necesaria para la vida en las actuales
condiciones del mundo.
Empobrecer la Educación suprimiendo las disciplinas
humanísticas y la Filosofía no va a resolver ninguna de las múltiples crisis
hoy existentes. Mirado esto desde las actuales condiciones del mundo, las
mayúsculas contradicciones contiguas a espectaculares paradojas sociales,
tecnocientíficas, éticas y políticas se hace evidente que una mera instrucción
tecnocrática e instrumental es claramente insuficiente para construir tanto la
matriz conceptual como la voluntad necesaria para la ciudadanía de ésta época.
Para formar la ciudadanía que logre conjurar las
múltiples crisis que hoy vivimos hace falta que la población sea más que un
grupo de gente técnicamente instruida. La ciudadanía debe poseer una mente
teóricamente formada para comprender que habitamos ya una época distinta, que
el mundo experimenta desafíos nunca antes vistos, comprender el desafío
planetario de vivir juntos y tener una visión amplia pero rigurosa, vocación
democrática y sentido pluralista de la convivencia humana, ser solidaria con la
gente marginada y excluida y una adecuada comprensión y empatía por la
diversidad étnica, genérica, sexual, cultural, y etaria. Y con la conciencia de
que los principios democráticos son no solo normas externas sino instrumentos
conceptuales para ‘mirar’ el mundo y a sí mismos.
A menos que el proyecto sea la tecnocracia, una
visión utilitaria, instrumental de la sociedad y la ciudadanía, no hay
justificación posible para las citadas decisiones. Una ciudadanía sin formación
humanista, sin los instrumentos para emprender la asunción crítica de valores y
principios, solo centrada en lo tecno instrumental a la vez que sumergida en la
acriticidad dogmática podrá ver esto y leer el mundo de este modo?
Desde éste ángulo es evidente que no, como también
que al no poder deshacerse de toda la educación pública el neoliberalismo optó
por erradicar sus dimensiones más molestas y menos rentables, la Filosofía y
todo pensamiento crítico que no tenga como sentido final fortalecer el lucro.
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