Más que una posición, ser
de izquierda es una práctica diaria y cotidiana, es actuar conforme a lo que se
sostiene en la palabra y practicar lo que se piensa y se dice. De lo que
realmente se trata no es de posicionarse, sino de transformar al mundo.
Jorge
Núñez Sánchez / El Telégrafo
Finalmente se ha abierto
en nuestro país un debate sobre qué es ser de izquierda en el tiempo actual.
Esto es útil para definir nuestros horizontes nacionales y universales. Y
resulta necesario en esta hora de definiciones, en la que no basta proclamarse
izquierdista, sino tomar posición frente a los grandes cambios impulsados por
la Revolución Ciudadana.
Buscando aportar al
mismo, hemos resumido para ustedes un ensayo que publicaran en 2011 dos
pensadores mexicanos (la doctora Rosaura Ruiz, directora de la Facultad de
Ciencias de la UNAM, que fuera candidata a rectora de esa universidad, y el
profesor Bruno Velázquez) sintetizando el pensamiento del notable filósofo
marxista Adolfo Sánchez Vázquez.
“Ser de izquierda es
estar por un modelo de desarrollo que responda a los intereses y necesidades de
las mayorías, y, por ende, ir en contra de un sistema que favorezca al egoísmo
de una minoría y a los intereses ajenos (de gobiernos extranjeros o de
transnacionales).
Es oponerse a las relaciones
desiguales y de dependencia entre las naciones y repudiar las prácticas
hegemónicas y neocolonialistas de las potencias.
Es estar por un
desarrollo sustentable que no amenace la vida humana y planetaria, y por tanto,
defender las reivindicaciones ecológicas.
Es combatir toda forma de
discriminación, asumir y luchar por los derechos de todas las personas sin
importar su género, raza, etnia, condición, creencias, orientación sexual o
nacionalidad.
Es hacer una política que
no confunda ni separe los fines y los medios, que no se guíe por resultados
inmediatos ni pierda de vista los valores y principios que le dan sentido, en
busca de dádivas y prebendas individuales o grupales.
En suma, es hacer una
política que sea congruente con sus ideales, que sea incorruptible y se
sostenga sobre un profundo contenido moral.
Ser de izquierda requiere
escepticismo frente al dogmatismo y una constante crítica y autocrítica.
Significa ser crítico de los males sociales producidos por el sistema
imperante, pero también de las deficiencias y debilidades propias.
Implica tener o sumarse a
un proyecto a largo plazo de nación y sociedad, que tenga como fin el que
desaparezcan las injusticias sociales. Conlleva conocer la realidad y tener
claras las posibilidades, las condiciones necesarias y los medios adecuados
para transformarla.
Ser de izquierda es tener
una voluntad inquebrantable para realizar el proyecto de una sociedad más
justa, solidaria, equitativa y libre.
No se puede ser de
izquierda en teoría o de forma nominal. No se es de izquierda por pertenecer a
un partido o grupo específico, o por el solo hecho de conocer la realidad de
los marginados.
Más que una posición, ser
de izquierda es una práctica diaria y cotidiana, es actuar conforme a lo que se
sostiene en la palabra y practicar lo que se piensa y se dice. De lo que
realmente se trata no es de posicionarse, sino de transformar al mundo.
Ojalá que los políticos
que se dicen de izquierda se preocuparan más por llevar a la práctica su
izquierdismo, y menos por su popularidad o su imagen mediática”.
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