Óscar Niemeyer pudo
haber sido un millonario. Pero como me contó alguna vez el principal vocero del
MST, Joao Pedro Stédile, Niemeyer simplemente cobró un salario por diseñar y
construir Brasilia. Regaló casas a sus amigos y compañeros de ideales y terminó
sus días trabajando en su amplio y
sencillo estudio en Copacabana. El motivo de todo ello es que Niemeyer fue
comunista de toda la vida.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. |
El 5 de diciembre de 2012, después de mes y
medio de dolencias terminales, murió en un hospital Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares
Filho nacido el 15 de diciembre de 1907. Conocido simplemente como Oscar
Niemeyer, murió a la avanzada edad de casi 105 años. Escribo estas líneas
evocando la memorable ocasión en que tuve la oportunidad de conocerlo
personalmente. Fue en el homenaje que en 2005
le rindió el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), en las afueras del Museo de Arte Moderno de la ciudad de Niterói, ubicada al otro lado
de la bahía sobre la que se encuentra Río de Janeiro.
Fue Óscar Niemeyer una
de las grandes figuras de la arquitectura mundial y probablemente la figura más
notable en ese ramo en la segunda mitad del siglo XX. Acaso su obra más
conocida no sea precisamente un edificio, sino una ciudad entera. La concebida durante el gobierno del
presidente Juscelino Kubitschek (1956-1961) y que serviría como capital de
Brasil. Mientras que su mentor Lucio Costa, se encargó de la planificación y
urbanismo de Brasilia, Niemeyer fue el que diseñó el conjunto de los edificios
de dicha ciudad. Costa y Niemeyer tuvieron la oportunidad única de construir
una ciudad entera. Entre los edificios diseñados por Niemeyer se encuentra la famosa catedral de Brasilia. Además, el
genio desbordado de Niemeyer diseñó decenas de edificios de viviendas, comerciales y administrativos: la residencia
presidencial, el Congreso Nacional, el Palacio de Itamaraty, la sede el
Ministerio de Relaciones Exteriores, la del Tribunal Federal Supremo y el
Palacio de Planalto, sede del gobierno brasileño. Pero Niemeyer ya era famoso
antes de emprender esta tarea.
Ni más ni menos que al lado del padre de la
arquitectura moderna, el francés Le Corbusier, diseñó el edificio principal de
las Naciones Unidas en 1952. El genio creativo de Niemeyer lo llevó a construir
edificios en muchos países. En Argelia diseñó
la Universidad Constantina y la mezquita de Argel, en Francia la sede del
Partido Comunista Francés, en Italia la sede de la editorial Mondadori, en
Portugal el Pestana Casino Park. En Malasia, la mezquita del estado de Penang.
En Cuba, la Plaza Niemeyer en La Habana.
Se ha dicho que en su
obra destacan las formas femeninas, las líneas ondulantes, las medias cúpulas cóncavas o convexas “como
copas de corpiño”. Niemeyer decía que se inspiraba en las curvas de las
montañas y ríos de Brasil, las olas del mar, las nubes y las de la “mujer preferida”.
Con razón dijo alguna vez: “Las mujeres. Lo mejor para un hombre es tener una
mujer al lado y que sea lo que Dios quiera. La mujer es indispensable”. Amante
de la vida intensa, la fortuna lo favoreció con una extensa. Enviudó en 2004 de
Annita Baldo y dos años después, a los 99 años, se casó con su secretaria Vera
Lúcia Cabreira.
Óscar Niemeyer pudo
haber sido un millonario. Pero como me contó alguna vez el principal vocero del
MST, Joao Pedro Stédile, Niemeyer simplemente cobró un salario por diseñar y
construir Brasilia. Regaló casas a sus amigos y compañeros de ideales y terminó
sus días trabajando en su amplio y
sencillo estudio en Copacabana. El motivo de todo ello es que Niemeyer fue
comunista de toda la vida. Desde 1945
cuando ingresó al Partido Comunista Brasileño,
del cual fue su presidente alguna vez. En sus últimos años fue un
abierto simpatizante del MST.
Así lo recordaré
siempre, rodeado del afecto del MST en el homenaje frente al museo que
construyó en Niterói, con una pañoleta roja en el cuello, hablando de la crisis
general del capitalismo y de sus azotes contra la humanidad.
¡Adiós Óscar Niemeyer!
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