¿La
restauración se consolida? El discurso de los sectores conservadores varía poco
a la hora de leer la crisis económica, escondiendo del debate público los
programas de gobierno a ejecutar.
Desde Caracas, Venezuela
Al examinar
la historia de América Latina y el Caribe, encontramos que las formas de
gobierno instaladas dependen también de la dinámica exógena. Así, en los años
de la Guerra Fría, cuando la contención del comunismo era la base de la
política exterior de los Estados Unidos, la dictadura militar se convirtió en
la norma. La democracia representativa se consolidó bajo la alternancia de las
élites en el poder. En teoría, la democracia liberal estaba sustentada en un
ciclo virtuoso de opciones.
Para
diagnosticar la salud de la democracia en América Latina y el Caribe es
necesario revisar las estadísticas sobre la desigualdad. La democracia liberal
basada en consensos, se caracterizó por un fuerte elitismo. La legitimidad
obtenida por un sistema monocromático de partidos, terminó desgastándose. Lo
político como complejidad, no podía ser ordenado siguiendo la reproducción del
capital en las mismas condiciones del centro y, dependió de la captación de las
renta en base a los recursos naturales. Esta clase dominante, edificó modelos
de Estados altamente dependientes del capital transnacional, codificados bajo
la exigencia del mercado.
La
alineación a inicios del Siglo XXI, de un bloque de países gobernados por
corrientes de izquierda, permitió visualizar las deficiencias de la democracia
representativa. En base a la tradición liberal, este nuevo contrato social se
materializó invocando el poder constituyente en Bolivia, Ecuador y Venezuela.
El sufragio se convirtió en el instrumento, permitiendo la
conquista de nuevos derechos para incluir a las mayorías “invisibles”. A
este oleada, se suman las iniciativas de integración regional, la reconexión
con Cuba y la recuperación de los recursos naturales; una etapa que marcó
distancia con el experimento neoliberal de la década precedente.
Sin
embargo, estos cambios no incluyeron a todos los países por igual. Los
gobiernos conservadores, devinieron en pragmáticos en su relación con los
vecinos, mientras la disputa de los Estados Unidos por la hegemonía, se
trasladó al hemisferio. Las inversiones de China, la presencia de Irán o Rusia,
consolidaron el marco de la multipolaridad. El boom en los
precios de las materias primas, permitió a los gobiernos progresistas aumentar
la redistribución de la riqueza. Pero en el fondo, la dependencia económica no
logró ser resuelta y, el cambio de acreedores no implicó una alteración de las
reglas del juego basadas en el capitalismo.
La economía
se convirtió en el Talón de Aquiles para los gobiernos de Venezuela y
Argentina, agobiados por la presión inflacionaria, el control cambiario y el
fantasma de la recesión. El impacto es evidente, con la derrota electoral
(2015) de las alianzas de izquierda en ambos países. ¿La restauración se
consolida? El discurso de los sectores conservadores varía poco a la hora de
leer la crisis económica, escondiendo del debate público los programas de
gobierno a ejecutar. Las medidas de Macri ilustran un camino lleno de
devaluaciones, reducción de inversión social y desmantelamiento jurídico para
garantizar las privatizaciones; adicional al retorno del FMI.
La
desaceleración de la economía mundial o la guerra de precios en los
hidrocarburos han tenido su impacto directo en las economías locales. Lo que
Maduro denomina “guerra económica” no es otra cosa que la naturaleza
espasmódica del capitalismo rentístico. La crisis no es sólo regional, la
capacidad de gestionar alternativas no depende de políticas de austeridad como
proponen los sectores conservadores, que exponen el gasto público como blanco
para la crítica. El estancamiento de los gobiernos progresistas (Zibechi)
en América Latina, no se puede leer sólo en indicadores económicos, han hecho
lastre del mismo modo la ineficiencia y la corrupción.
El sostenimiento
de la gobernabilidad ha dado pasos a coaliciones donde el reformismo cierra el
camino a las alternativas anticapitalistas. La movilización de los pueblos por
una vida digna no se detendrá ante la restauración conservadora; no obstante,
se complica. Es preciso evocar el manifestó zapatista, cuando afirma que “la
palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser
arrancada por la soberbia del poder.”
@jfortique
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