Comparada
con esa masa gigantesca de agua marina, el agua dulce del planeta es apenas el
1%. La lucha por ese tesoro, más valioso que el petróleo, será intensa este
siglo. Los escenarios posibles están a la vista.
Fander Falconí / El Telégrafo
(Ecuador)
Mientras
muchas personas en todo el mundo asistían a fines de 2015 al estreno del
episodio 7 de Star Wars (mal traducida por los distribuidores de películas como
Guerra de las Galaxias), los investigadores de la crisis planetaria anunciaban
que estamos en vísperas de más Water Wars (guerras por el agua). En
1995, el entonces vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, dijo:
“El siglo venidero, las guerras se pelearán por el agua”.
El primer
cumplimiento de la macabra profecía ocurrió en 2003, en África noroccidental.
30 años antes de hoy, en 1985, esa región estaba sufriendo una de las peores
sequías de su historia. La hambruna resultante mató a más de un millón de
personas; el mismo año los más famosos cantantes estadounidenses se unieron
para despertar la conciencia del mundo rico con la canción ‘We are the World’.
Al sur de Sudán, el país más extenso de la región, los pastores árabes
empezaron a disputar las fuentes de agua a los agricultores étnicamente
africanos. En forma lenta, se cocinaba el conflicto de Darfur, que mataría
después a medio millón más.
La guerra
de Darfur fue una guerra por el agua. Los pastores árabes ya no tenían tierras
de pastoreo por culpa de la sequía que ellos atribuían al destino. Los
agricultores africanos culpaban a los primeros por la sequía, supuestamente
causada por el excesivo pastoreo. Unos y otros se equivocaban, el culpable era
el calentamiento global. Esos carros (a gasolina, con carburador y de 4.200 cc)
que transitaban con un solo pasajero por las carreteras de Estados Unidos y los
vuelos baratos dentro de Europa eran los causantes de la tragedia y no esa
gente pobre de Darfur.
El
conflicto se extendió a la vecina nación de Chad. Como todas las guerras, la de
Darfur tenía un componente aún más importante que el más vital de los recursos.
“Aquí hay un problema moral, no climático”, aseguró un jefe tribal, “la escasez
de agua no es suficiente motivo para matar a tu hermano”.
Aunque las
tres cuartas partes del planeta sean mares, eso no cuenta por ahora; todavía es
muy cara la desalinización. Comparada con esa masa gigantesca de agua marina,
el agua dulce del planeta es apenas el 1%. La lucha por ese tesoro, más valioso
que el petróleo, será intensa este siglo. Los escenarios posibles están a la
vista. El río Senegal, que marca la frontera entre Mauritania y Senegal, en
África noroccidental, ya ha sido escenario de escaramuzas y pronto puede haber
ahí una gran guerra. En el centro de África, el lago de Chad (rodeado por Chad,
Camerún, Níger y Nigeria) está secándose y pronto generará discordias.
El
triángulo entre Afganistán, Irán y Pakistán pronto será una zona conflictiva
por el agua, en especial si se concreta el proyecto de una represa afgana. La
vecina Irak también sufre porque las fuentes de sus ríos están en Turquía y
Siria. En el extremo Oriente, el agua parecería abundar en Indochina (Burma,
Cambodia, Laos y Vietnam). Pero el proyecto de Burma de represar el agua y
venderla a China podría desatar la reacción de Vietnam. Y terminamos en África,
donde empezamos. La mayor parte del agua que tiene Egipto (gracias al río Nilo)
se origina en la pobre Etiopía. Si este último país retiene ese líquido, los
egipcios pelearían a muerte por el agua.
Water Wars episodio
1: los bosques de Latinoamérica guardan agua, ¡al ataque!
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