El Apóstol cubano todas
sus fuerzas a dos grandes misiones durante su existencia: la libertad de
América Latina y la realización del proyecto bolivariano de una unidad
continental.
Introducción
La correspondencia
epistolar representa una parte sustancial de la inmensa obra de José Martí, que
a menudo privilegió este tipo de comunicación característico de su época. El
Apóstol cubano intercambió así, a lo largo de su vida, centenas de cartas y
esta abundante correspondencia se explica, entre otros, por el hecho de que
pasó una gran parte de su vida en el exilio, lejos de los suyos y de sus seres
queridos. La mayor parte del contenido epistolar es de orden político, pero
también hay correos más personales, más íntimos, en los cuales expresa sus
sentimientos amistosos.
La amistad es importante
para José Martí. En una entrevista con un periodista estadounidense confiaba lo
siguiente: “ Si me preguntan cuál es la palabra más bella, diré que es patria;
y si me preguntan por otra, casi tan bella como patria, diré amistad”. [1] Pues
“para todas las penas, la amistad es remedio seguro”. [2] El patriota cubano
intercambiaría así una sólida correspondencia con el mexicano Manuel Mercado,
su confidente y mejor amigo, su apoyo moral en los momentos difíciles, con el
cual mantendría un fuerte lazo fraternal y a quien dedicaría versos poéticos.
[3]
Así, dos cartas dirigidas
a Mercado en 1884 y 1889 son reveladoras del estado de ánimo de José Martí, de
sus momentos de debilidad y de sus vicisitudes cotidianas. Del mismo modo otras
cuatro cartas enviadas respectivamente a Valero Pujol, director del periódico El
Progreso de Guatemala, Fausto Teodoro de Aldrey, director del periódico La
Opinión Nacional de Caracas, Bartolomé Mitre y Vedia, director del
periódico La Nación de Buenos Aires, al director del diario La
República de Honduras, ilustran la rica y abundante colaboración
periodística del Apóstol. Por fin, los correos a Roque Sáenz Peña,
representante de Argentina en la Conferencia de Washington, Pío Víquez,
director del periódico El Heraldo de Costa Rica, y Federico Henríquez y
Carvajal, ardiente defensor de la emancipación de Cuba, arrojan una luz sobre
la dedicación constante del cubano a la libertad de América Latina.
Manuel Mercado
Una amistad de más de
veinte años unió a Manuel Mercado, abogado mexicano, a José Martí. Manuel
Mercado conoció al patriota cubano el 10 de febrero de 1875 cuando ése llegó a
México. Ambos intercambiaron una correspondencia variada de más de 140 cartas
entre 1875 y 1895. Martí abordó tanto los problemas políticos del continente
como temas más personales. Prueba de esta indefectible amistad, la última carta
que redactaría Martí en vísperas de su muerte el 18 de mayo de 1895, la
dirigiría a su “hermano muy querido, el más querido”. [4]
Resulta interesante
analizar la carta del 13 de noviembre de 1884 que el Maestro escribió a Mercado
desde Nueva York. José Martí expresa su estado de ánimo a su confidente y amigo
y le hace partícipe a la vez de sus proyectos y de sus dificultades económicas.
La misión de su vida sigue siendo la independencia de Cuba, sobre todo tras el
fracaso de la primera guerra de liberación entre 1868 y 1878, por la cual se
entrega cuerpo y alma en detrimento de su existencia personal. Martí evoca los
límites financieros a los cuales se enfrenta en su búsqueda de los recursos
necesarios para la consolidación del proyecto patriótico. Sabe que la lucha será
“ desesperada y larga”. La causa de la libertad devora sus escasos ingresos y,
leal a sus principios, su conciencia lo obligó a renunciar al cargo de cónsul
interino de la República Oriental de Uruguay –su “único modo de vivir”–, por la
“amistad” de Montevideo “con España”, la opresora de Cuba. [5]
Relata a su “hermano”
mexicano su encuentro con Máximo Gómez y Antonio Maceo, los dos principales
líderes, “valientes y puros”, del movimiento independentista cubano. La reunión
es tempestuosa y José Martí se opone a los dos jefes, que desean emprender la
batalla por la emancipación de la isla rápidamente. El exilado cubano estima,
con razón, que no están reunidas las condiciones para librarse del yugo
español. Para él está fuera de cuestión emprender “una campaña incompleta y
funesta si no cambia de espíritu”. Hace falta primero federar a las fuerzas
patrióticas en una misma estructura para conseguir la unidad necesaria para la
victoria de la causa de la libertad. Del mismo modo es imprescindible echar las
bases de la futura república antes de lanzar la epopeya revolucionaria, con el
fin de evitar que la independencia desemboque en una nueva autocracia. [6]
Su opinión respecto a los
dos patriotas cubanos es severa y expresa sus reservas: “¿A qué echar abajo la
tiranía ajena para poner en su lugar, con todos los prestigios del triunfo, la
propia?” Martí acusa a Maceo y a Gómez de querer hacer de la guerra de
independencia una “empresa propia” y lamenta la “desdeñosa insolencia” de los
dos veteranos respecto a él, cuando dedica todos sus esfuerzos desde hace años
a la empresa revolucionaria, “al servicio de mi patria”. [7]
En esta misiva, Martí
solicita la ayuda de su amigo Mercado para que le consiga una colaboración
periodística semanal en el Diario Oficial de México sobre los asuntos
estadounidenses, lo que le permitiría asegurar su subsistencia y la de su
familia. Su contrato con el periódico Sun, en el cual escribe en
francés, no le alcanza para hacer frente a los gastos diarios. El exilado
cubano propone también a Mercado lanzar una revista mensual desde Nueva York
que trataría de política, economía, literatura y arte, y que se distribuiría
con una decena de diarios latinoamericanos. Para ello pide una retribución
mensual de 120 dólares, sin lograr ocultar su sentimiento de malestar: “¿No ve
que me debe estar dando vergüenza hablarle de esto?” Para sobrevivir, Martí se
ve obligado a realizar una actividad comercial que le provoca “disgusto”. Para
enfatizar la urgencia de la situación, termina su carta con un implorante
“ayúdeme”. [8]
Esta carta a su amigo
mexicano es doblemente interesante. Ilustra primero el profundo desacuerdo
político de José Martí con Antonio Maceo y Máximo Gómez sobre la estrategia a
adoptar para poner fin al colonialismo español y edificar una patria soberana.
Por otra parte, este intercambio epistolar muestra la dura vida cotidiana del
exilado cubano en Nueva York, confrontado a regulares vicisitudes al punto de
que no logra asegurar su propia subsistencia ni la de sus seres queridos.
Otra carta a Manuel
Mercado de diciembre de 1889 muestra hasta qué punto el amigo mexicano es el
verdadero confidente de Martí. “¿Por qué no he de hablarle más que de mí en mis
cartas?”, pregunta el cubano. El patriota se disculpa por la escasez de los intercambios
epistolares. Se dedica por completo a la defensa de sus “ideas queridas” y de
sus “deberes públicos”. Sólo tiene una cosa en mente: “mi tierra y mis otras
tierras americanas”. El año es importante ya que Martí participa como delegado
en la Conferencia Panamericana de Washington y pronuncia su famoso discurso
“Madre América”. Ya no hay tiempo para “escribir a la madre enojada, o al
hermano ejemplar, o al generoso hermano literario, o a los entusiastas amigos”.
Pero en cuanto coge la pluma no puede dejar de hablar de su propia persona,
como si desease satisfacer esa irreprimible necesidad de confesión. [9]
Martí informa al amigo
mexicano de que dedica toda su energía y sus limitados recursos a luchar contra
la “la política de intriga y división” que lleva Estados Unidos “con daño
general de nuestra América”. “¡Qué esfuerzos para hacerles entender que México
no es su enemigo, sino en cuanto ellos se presten a ser aliados de los enemigos
de México!”, lamenta el cubano. “Quiero libre a mi tierra –y a mi América
libre”. [10]
La amistad –profunda y
sincera– fue el vector de la relación entre José Martí y Manuel Mercado. El
cubano encontró en el mexicano al asesor precioso, al confidente fiable y al
hermano que siempre quiso tener.
Colaboraciones periodísticas
José Martí desarrolló a
lo largo de su vida una intensa actividad periodística y colaboró en muchos
diarios y revistas. Esta relación profesional también se transformó en relación
amistosa con los directores de los periódicos que publicaron sus trabajos. Las
cartas intercambiadas con ellos tienen a la vez un contenido profesional y, a
veces, un lado más íntimo.
En una carta a Valero
Pujol, director del periódico El Progreso de Guatemala, del 27 de
noviembre de 1877, Martí expresa su agradecimiento por la publicación de un
artículo elogioso sobre el discurso que pronunció el 15 de septiembre de 1877
por la conmemoración de la independencia de Guatemala. En efecto, Martí había
rendido homenaje a la nación centroamericana que ofrecía al exilado perseguido
una generosa hospitalidad: “Canté a la Guatemala laboriosa […].Canté una
estrofa del canto americano”. [11]
No obstante Martí rechaza
la crítica que aparece al final del artículo y recuerda algunos hechos. En su
discurso vibrante pero sin concesiones, el Maestro defendió la causa indígena,
recordando que los pueblos precolombinos constituían el alma de la patria
guatemalteca: “Volví los ojos hacia los pobres indios, tan aptos para todo y
tan destituidos de todo, herederos de artistas y maestros, de los trabajadores
de estatuas, de los creadores de tablas astronómicas, de la gran Xelahú, de la
valerosa Utatlán”. [12]
El cubano defendió esta
“América fabulosa”, denunciando las “rencillas personales, fronteras
imposibles, mezquinas divisiones”, que constituyen obstáculos al progreso
humano y a la unión continental. “Ensalzando a la trabajadora Guatemala, y
excitándola a su auge y poderío, ¿habré obrado contra ella? Rogando a una
hermana que sea próspera ¿habré obrado en mal de la familia?”. He aquí las
respuestas interrogativas de Martí a sus detractores. No vive para brindar
alabanzas halagüeñas, sino para decir la verdad: “Un hombre nace para vencer,
no para halagar”. La pasión explica su vehemencia y sólo lo mueve el amor que
siente por Guatemala. [13]
El orador concluye su
carta con ardor:
Estoy orgulloso, ciertamente, de mi amor a los hombres, de mi apasionado
afecto a todas estas tierras, preparadas a común destino por iguales y cruentos
dolores. Para ellas trabajo, y les hablaré siempre con el entusiasmo y la
rudeza […] de un hijo amantísimo, que no quiere que sus amigos llamen a la
energía necesaria, inoportunidad; a las resistencias sordas, circunstancias.
Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus
fuerzas y revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen: éste es mi
oficio. Nada me abatirá; nadie me lo impedirá. Si tengo sangre ardiente, no me
lo reproche U., que tiene sangre aragonesa.
Ud. me ha hecho mucho bien: –hágame aún más. No diga U. de mí, –que eso
vale poco: “Escribió bien”, “habló bien”. –Diga U., en vez de esto: “Es un
corazón sincero, es un hombre ardiente, es un hombre honrado”. [14]
Decir la verdad, sin
hipocresía, a los seres estimados y para quienes uno desea lo mejor. Tal es la
concepción de la amistad de José Martí.
En una carta de despedida
a su amigo Fausto Teodoro de Aldrey, director del diario La Opinión Nacional
de Caracas, del 27 de julio de 1881, José Martí le anuncia la inminencia de
su salida de Venezuela para Nueva York y le expresa en términos cálidos su
amistad y gratitud. Su apego a la tierra de Bolívar donde vivió varios meses es
sincero. Se lleva las “ tiernas muestras de afecto” que recibió, los “hidalgos
corazones” y “los ideales enérgicos”. Martí se reivindica hijo de Venezuela e
hijo de América, dispuesto a servir la causa de la emancipación. Informa
también a Aldrey de que deja de aparecer su Revista Venezolana y se
despide con hermoso homenaje: “A este noble país, urna de glorias; a sus hijos,
que me han agasajado como a hermano; a Ud., lujoso de bondades para conmigo,
envía, con agradecimiento y con tristeza, su humilde adiós José Martí ”.
[15]
En otra misiva a
Bartolomé Mitre y Vedia, director del periódico La Nación de Buenos
Aires, del 19 de diciembre de 1882, Martí expresa su alegría al recibir la
correspondencia de sus amigos, sobre todo cuando una comunidad de ideales y
pensamientos une a las personas. [16]
El cubano responde
positivamente a una propuesta de colaboración mensual en el diario argentino. A
partir de enero de 1883 mandará sus crónicas sobre Estados Unidos desde Nueva
York, pero usará su pluma para emitir críticas constructivas: “ Suelo ser
caluroso en la alabanza […]. Cuando haya cosas censurables, ellas se censurarán
por sí mismas”. Lamenta por ejemplo “este amor exclusivo, vehemente y
desasosegado de la fortuna material”, que corrompe las sociedades de América.
[17]
Martí aprovecha la carta
para revelar detalles más íntimos. Así, confiesa que no ha visto a su mujer y a
su hijo desde hace “dos años” hasta su visita de diciembre de 1882. Martí
resulta perturbado por esa ausencia familiar y afectiva, así como por su
aclimatación difícil a la ciudad de Nueva York que le han quitado “el sosiego
de espíritu y claridad de mente necesarios para escribir con honradez y
serenidad cosas que han de leer gentes sensatas”. También le hace partícipe de
sus aprietos económicos ya que apenas dispone del “papel” necesario para
redactar la carta. [18]
Por otra parte, en una
carta del 8 de julio de 1886 al director de La República de Honduras,
José Martí lo informa de que redactará “periódicamente” para el diario una
revista sobre la vida en Estados Unidos que sería de interés para la nación
centroamericana. “ La cultura no ha tenido todavía tiempo de distribuirse en la
masa con la abundancia necesaria”, apunta el cubano. Es necesario brindarla a
“nuestros pobres pueblos nuevos, bautizados en la ignorancia y en el odio”.
[19]
José Martí denuncia
también las “resistencias de los privilegios”, las “acumulaciones de poder en
los caudillos populares”, el “desdichado servimiento de los hombres cultos”,
las “mismas guerras frecuentes” que llevan a América Latina a la ruina y al
deshonor. Al contrario es preciso sustituir ello por “la fe en nuestras fuerzas
propias, el conocimiento de nuestras necesidades verdaderas, el desdén de los
combates inútiles, y las virtudes de los trabajadores”. [20]
Martí, respetando las
conveniencias, alaba el camino escogido por Honduras aunque peque de
exageración: “Acá en Nueva York, por ejemplo, apenas hay país hispanoamericano
que esté ante el público con más gallardía que Honduras”. Apunta con placer
evidente que ese país, cuyos intereses se representan en “uno de los más bellos
edificios de Nueva York”, suscita la apetencia de los hombres de negocios por
sus riquezas naturales. El cubano concluye su misiva informando al director de
que transmitirá todas las noticias de interés sobre todos los aspectos de la
sociedad estadounidense. [21]
Las colaboraciones
periodísticas de José Martí dan una idea de su impresionante actividad
intelectual y de su prestigio por todo el continente. Los diarios
latinoamericanos más importantes solicitaron regularmente los análisis del
patriota cubano.
La independencia de
América Latina
La independencia de América
Latina fue la obra de toda la vida de José Martí. La corta misiva del 10 de
abril de 1890 a Roque Sáenz Peña, representante de Argentina en la Conferencia
de Washington y futuro presidente de Argentina (1910-1914), ilustra la
dedicación constante de Martí a la libertad del continente. Es sólo un ejemplo
entre muchos. [22]
En una carta del 8 de
julio de 1893 a Pío Víquez, fundador del diario El Heraldo de Costa
Rica, amigo íntimo que le tendió una mano fraterna en momentos difíciles, el
Maestro llama a “ mantener a esta América nuestra”. Aprovecha la ocasión para
rendir tributo a Costa Rica que le abrió brazos acogedores: “Yo llegué ayer,
insignificante e ignorado, a esta tierra que siempre defendí y amé, por culta y
viril, por hospitalaria y trabajadora, por sagaz y por nueva”. [23]
José Martí también tuvo
un intercambio epistolar con el dominicano Federico Henríquez y Carvajal, gran
partidario de la independencia de Cuba. Su carta más célebre sigue siendo la
enviada el 25 de marzo de 1895, el mismo día que redactó el Manifiesto de
Montecristi con Máximo Gómez, que echa las bases de la Segunda Guerra de
Independencia. En esta carta de despedida, Martí expresa su sentimiento. En
vísperas de su salida para Cuba (el 11 de abril), se muestra lúcido en cuanto a
los peligros: es tiempo de “ encarar la muerte ” para salvar a “ la patria
cuajada de enemigos”. Era inconcebible para el patriota cubano no participar en
“la guerra necesaria” pues no se puede “predic[ar] la necesidad de morir y no
empez[ar] por poner en riesgo su vida”. Martí es consciente de lo que le
reserva el porvenir y no aspira a nada más que realizar su sueño de libertad:
“Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber […].Quien piensa
en sí, no ama a la patria […]. Mi único deseo sería pegarme allí, al último
tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora”. Visionario,
Martí sabe que el futuro de América Latina, amenazada por un poderoso vecino,
depende de la libertad de Cuba: “Las Antillas libres salvarán la independencia
de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa […].
Si caigo, será también por la independencia de su patria”. [24]
El Apóstol cubano dedicó
así todas sus fuerzas a dos grandes misiones durante su existencia: la libertad
de América Latina y la realización del proyecto bolivariano de una unidad
continental.
Conclusión
En estos intercambios
epistolares a la vez políticos, profesionales y amistosos, se ve el lado humano
y frágil del exilado cubano, atormentado por las dudas y las dificultades
financieras, lejos de sus seres queridos, que solicita la ayuda material y
sobre todo moral de Manuel Mercado, el amigo íntimo, el confidente. Cabalmente
dedicado a la causa suprema de la libertad, José Martí atravesó la vida cual un
sacerdocio y el sufrimiento y la soledad marcaron el camino tortuoso de su
existencia.
Se descubre también al
periodista perspicaz, prolijo e informado, sutil observador de la sociedad
estadounidense y de las sociedades latinoamericanas, que multiplica las
colaboraciones en el continente, y cuyo análisis fino e implacable es apreciado
por las elites intelectuales latinoamericanas.
Se ve finalmente al José
Martí patriota, plenamente dedicado a la causa de la independencia de Cuba y
del continente latinoamericano. Clarividente en cuanto al peligro que
representan las ambiciones expansionistas de Washington, obra para despertar
las conciencias e impedir el desarrollo del tenebroso proyecto
estadounidense.
Notas:
[1] José Martí,
“Dedicatoria a Lorraine S. Brunet », Obras completas, tomo 20, p. 510.
[2] José Martí, “Los
lunes de La Liga”, Patria, Nueva York, 26 de marzo de 1892.
[3] José Martí, Versos
sencillos (XLIV).
[4] José Martí, « Carta a
Manuel Mercado », 12 de abril de 1885.
[5] José Martí, « Carta a
Manuel Mercado », 13 de noviembre de 1884, in José Martí, Nuestra
América, Biblioteca Ayacucho. http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&backPID=103&begin_at=16&tt_products=15
(sitio consultado el 20 de abril de 2015).
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] José Martí, « Carta a
Manuel Mercado », diciembre de 1889, in José Martí, Nuestra América,
op. cit.
[10] Ibid.
[11] José Martí, « Carta
a Valero Pujol », 27 de noviembre de 1877, in José Martí, Nuestra
América, op. cit.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Ibid.
[15] José Martí, « Carta
a Fausto Teodoro de Aldrey », 27 de julio de 1881, in José Martí, Nuestra
América, op. cit.
[16] José Martí, « Carta
a Bartolomé Mitre y Vedia »,19 de diciembre de 1882, in José Martí, Nuestra
América, op. cit.
[17] Ibid.
[18] Ibid.
[19] José Martí, « Carta
al Director de La República », 8 de julio de 1886, in José Martí,
Nuestra América, op. cit.
[20] Ibid.
[21] Ibid.
[22] José Martí, « Carta
a Roque Sáenz Peña », 10 de abril de 1890, in José Martí, Nuestra
América, op. cit.
[23] José Martí, « Carta
a Pío Víquez », 8 de julio de 1893, in José Martí, Nuestra América,
op. cit.
[24] José Martí, « Carta
a Federico Enríquez y Carvajal », 25 de marzo de 1895, in José Martí, Nuestra
América, op. cit.
*Doctor en
Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV,
Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista,
especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se
titula Cuba, the Media, and the Challenge of Impartiality, New York,
Monthly Review Press, 2014, con un prólogo de Eduardo Galeano.
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