Hoy como ayer el anticomunismo es el discurso para legitimar un
régimen excluyente, empobrecedor y creador de las mayores desigualdades. Fue
ese discurso el que enarboló el ejército guatemalteco en la segunda mitad del
siglo XX, para justificar una guerra contrainsurgente que defendía a un
orden igualmente excluyente y desigual que era reproducido por la dictadura más feroz de América Latina.
Carlos Figueroa Ibarra /
Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México.
Dos noticias han sido importantes en los últimos días en Guatemala. El
arresto de 14 ex militares por el delito de la desaparición forzada de al menos
558 personas en la década de los ochenta del siglo pasado. También el violento discurso en el municipio de
Guastatoya del todavía presidente Alejandro Maldonado, en el contexto de su defensa de los “salarios
mínimos diferenciados”. Ambas noticias
esconden un hilo de continuidad pese a que pueden ser diferenciadas. El
discurso de Maldonado reveló cuan profundo es el atavismo anticomunista que
impregna a buena parte de la clase política guatemalteca. Principalmente a la
de viejo cuño, como lo es el propio Maldonado. Profundamente alterado por una
manifestación con carteles, realizada por
un pequeño grupo universitario que se
oponen a los llamados salarios diferenciados, Maldonado pronunció un iracundo
discurso que no tiene desperdicio.
La lógica neoliberal articuló su exaltada argumentación: el salario
mínimo diferenciado, menor al establecido por ley, hecho para atraer inversiones expoliadoras de
los trabajadores, lo “pueden tomar o dejar”. Detrás del trabajador o
trabajadora que no acepte ese trabajo de salario miserable prescrito para
cuatro municipios del país, “habrá una madre enferma, un padre con necesidades”
o alguien con “hermanitos muertos de hambre” que sí lo aceptará. No importa que este salario mínimo de poco más de 1,900
quetzales, no alcance para cubrir la
canasta básica en los municipios que se han escogido para atraer inversiones. A
la lógica neoliberal se unió la lógica anticomunista: los que se oponen a los
salarios mínimos diferenciados son leninistas o fascistas, en pocas palabras
partidarios de dictaduras totalitarias.
Hoy como ayer el anticomunismo es el discurso para legitimar un
régimen excluyente, empobrecedor y creador de las mayores desigualdades. Fue
ese discurso el que enarboló el ejército guatemalteco en la segunda mitad del
siglo XX, para justificar una guerra contrainsurgente que defendía a un
orden igualmente excluyente y desigual que era reproducido por la dictadura más feroz de América Latina.
Entre los militares capturados se encuentran generales como Benedicto Lucas García (hermano del ex
presidente Lucas García), Manuel Antonio Callejas (uno de los reputados jefes
de la organización criminal llamada “La Cofradía”), Francisco Luis Gordillo
(uno de los triunviros del golpe de estado que encabezó Ríos Montt). Todos
ellos involucrados en un proyecto de contrainsurgencia
anticomunista que se sustentó ideológicamente en las otredades negativas del
“comunista” y del “indio”. Hoy están asistiendo a su cita con la historia.
Según Maldonado, los trabajadores pueden escoger entre medio morirse
de hambre o morirse totalmente de hambre. Y todos aquellos que se opongan a esa
feroz disyuntiva, son los mismos de siempre, los partidarios de dictaduras
totalitarias, “leninistas” que es lo mismo que “comunistas”. La cultura del
terror que expresa en su discurso el fervoroso anticomunista, fue precisamente
la que asesinó a comunistas, pero también a demócrata cristianos como Danilo
Barillas o a socialdemócratas como Manuel Colom Argueta, a quien el ahora
presidente interino demagógicamente exalta.
Y esos crímenes fueron cometidos por unas dictaduras a las que no fue
ajeno Alejandro Maldonado.
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