Detrás de las ambigüedades discursivas del “diálogo” y
la “unidad nacional” de Macri, se esconde el resguardo de intereses económicos
y financieros concretos que aspiran a volver a ocupar los primeros lugares
dentro del Estado como fue en los años 90.
Maximiliano
Pedranzini* / Especial para Con Nuestra América
Desde Misiones, Argentina
El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones del 22
de noviembre de 2015 puso en perspectiva un nuevo ensayo político-económico del
neoliberalismo bajo el signo ideográfico de la letra “M”. Y todo ensayo que
haga el neoliberalismo en nuestra región trae miseria, marginalidad y
represión. La experiencia histórica de las últimas cuatro décadas así lo
demuestran.
Asimismo, el formato elegido por el nuevo gobierno
para llevar a cabo este experimento son los decretos de necesidad y urgencia
(DNU), quien inaugura un ciclo que tiene como objetivo restaurar a partir de
decretazos y reformas al sistema cambiario y tributario el orden neoliberal que
dominó al país austral y la región.
Esta es la letra esperada. Esperada ansiosa por las
corporaciones transnacionales y del capital financiero como HSBC, JP Morgan,
Goldman Sachs, Banco Galicia, Bank Boston, ICBC, Deutsche Bank y Citibank
quienes comenzaron a preparar -a través del Estado- el terreno para el
surgimiento de una nueva deuda externa. Esperada por los monopolios mediáticos
como Clarín quien fue autor intelectual de la llegada del ex jefe de gobierno
porteño a la Casa Rosada.
El asesor ecuatoriano del PRO Jaime Durán Barba decía
hace algunas semanas en una entrevista la siguiente frase: “Termina una década
ganada y se abre una ilusión”. Sin duda. Una ilusión para el poder económico y
sus personeros locales que se está haciendo realidad con el correr de las
horas.
Detrás de las ambigüedades discursivas del “diálogo” y
la “unidad nacional” de Macri, se esconde el resguardo de intereses económicos
y financieros concretos que aspiran a volver a ocupar los primeros lugares
dentro del Estado como fue en los años 90.
La “M” se convirtió en la letra esperada por las
grandes empresas multinacionales, los organismos multilaterales de crédito y la
embajada de EE.UU. que se perfilan tras la revancha después de 12 años de gobierno
progresista y distribucionista. Se firmó con esta letra un pacto con el
neocolonialismo, dando paso para que ellos sean quienes gobiernen abiertamente
los destinos de este país.
Lo inesperado trae consigo un cambio real que marca
una época, cuyo espíritu se fundamenta en la sorpresa ante los movimientos
predecibles que da el presente, ante el oprobio heredado de tiempos anteriores.
Eso supo ser el kirchnerismo como fenómeno político de masas. Lo esperado, sin
embargo, es lo vivido con anterioridad. Lo experimentado de forma negativa y
funesta que tiene más el sabor amargo del pasado que a otra cosa. Un pasado
oscuro que atormentó a todo un pueblo desde la desigualdad y la represión
comienza a repetirse, ya no como tragedia, sino como farsa.
Allá por el 2003, la “K” se había transformado en la
letra inesperada por lo que significó en términos políticos, económicos y
sociales. Después de más de una década de gobierno, la balanza se invierte en
contra frente a cualquier expectativa y lo que alguna vez se combatió con
ahínco y que se constituiría en la razón de ser y basamento ideológico retornó
robustecida, con un semblante distinto al de los ´90, pero igual en esencia. La
esencia no cambió, solo la apariencia, su exterioridad, vestida de desmemoria
con los colores del olvido, la revancha y el resentimiento.
Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner
confrontaron con los grandes grupos económicos hasta el final, y este gobierno
entrante les abre las puertas para que sean, en efecto, los que ejerzan el poder.
La transición hacia el saqueo, la desigualdad y la concentración de la riqueza
no se hará esperar, tiempo suficiente para dar -como dice Lenin- “un paso
adelante, dos pasos atrás”. Con la derrota electoral de los sectores populares,
estamos comenzando a dar esos dos pasos para reunir fuerzas y tomar impulso.
Pasos que nos tienen que ayudar a reflexionar sobre nuestras contradicciones y
repensar el horizonte de nuestra emancipación.
Recordando las palabras del gran Néstor Kirchner en
2007: “Hoy lo pueden llamar Mauricio, pero siempre es Macri. Acuérdense,
Mauricio es Macri”, y esto es algo que nunca debemos olvidar”.
*Ensayista. Integrante del Centro de Estudios
Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, de Argentina.
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