Las relaciones entre Cuba y Estados
Unidos están en la cresta de la ola política que se vive tras las elecciones
del 8 de noviembre ganadas por el candidato republicano Donald J. Trump frente
a la demócrata Hillary Clinton, a pesar de los pronósticos negativos para él de
los medios y las encuestadoras.
Luis Manuel Arce / Prensa Latina
Muchas incógnitas se abren sobre el
futuro del proceso a partir de algunas declaraciones inquietantes de Trump al
respecto que, sin embargo, no les quitan el sueño a los cubanos.
En tal sentido, la quinta reunión de
la comisión negociadora bilateral celebrada el pasado día 6 en La Habana se
convierte en paradigmática en razón de que fue muy positiva porque en ambas
partes se vio el interés de mantener el proceso de acercamiento y la voluntad
de blindarlo ante el tremendismo de Trump quien ha dicho que si Cuba no ofrece
un acuerdo mejor para Estados Unidos lo puede revertir.
Está por ver, porque aún no lo ha
dicho, qué quiere decir el empresario multimillonario con ese acuerdo “mejor”
para ellos, pues ni siquiera se ha referido a lo que se ha negociado hasta
ahora, que es bastante poco en relación con todo en lo que verdaderamente hay
que llegar a acuerdos sustantivos como la suspensión absoluta y sin condiciones
del bloqueo económico, comercial y financiero, la devolución del territorio que
ocupa la base naval de Guantánamo contra la voluntad del pueblo cubano, y el
cese de todas las hostilidades contra el país, en particular las emisiones de
radio y televisión desde Estados Unidos u otras naciones.
El gobierno de Cuba ha reiterado su
disposición a impulsar una relación respetuosa con el nuevo gobierno como ha
hecho con la administración saliente de Barack Obama, y espera que también haya
racionalidad en ese equipo de republicanos muy poderosos que ya está armando y
que, en consonancia con sus intereses económicos y empresariales, sea más
realista y pragmático que otros gobiernos de esa carpa, como los de Bush padre
y Bush hijo, o Ronald Reagan, por citar a los más agresivos contra Cuba.
Algunos se preguntan si Trump puede revertir
lo que ha hecho el presidente Barack Obama en materia de restablecimiento de
relaciones. Poder para ello lo va a tener, indudablemente, no solamente en el
derecho a usar sus prerrogativas presidenciales, sino también porque el
Congreso sigue siendo republicano, pues hasta en eso fallaron los demócratas.
Pero una cosa es el deseo y otra la
realidad. Cuando los gobiernos de Reagan y los Bush se lanzaron de lleno contra
Cuba e hicieron todo lo que estaba a su alcance para intensificar el bloqueo y
prolongar el sufrimiento del pueblo cubano, todo el entorno político,
mediático, económico e incluso ideológico en Estados Unidos estaba a favor de
ellos. Las voces disidentes carecían de fuerza para ser tomadas en realidad
como una oposición.
Había una colonia de cubanos
mayormente contrarrevolucionarios y batistiana que había logrado edificar una
industria anticastristas como una gran teta de la que chupaban todos los grupos
que se autoproclamaban disidentes y que se hicieron ricos matando a
funcionarios y trabajadores cubanos, organizando acciones criminales, poniendo
bombas en los hoteles en La Habana, robando cerebros, fraguando siempre
complots, sabotajes y atentados, y viviendo como parásitos a costa de los
contribuyentes norteamericanos que a fin de cuenta eran los que ponían, y ponen
la plata para financiar la política anticubana.
Y no es que ese episodio haya pasado o
que ya no haya acciones contra Cuba. El propio Obama ha dicho que la meta de
derribar a la Revolución sigue siendo la misma, pero por otras vías.
Es decir, hay un cambio no solamente
en la estrategia contra Cuba, sino en el entorno en que esta se desarrolla. Ya
los grupos contrarrevolucionarios ni son la mayoría ni dominan en Miami como en
la época de Reagan y Bush, y ni siquiera son determinantes para nada, como se
demostró en las elecciones de 2012 cuando fue reelegido Obama y en estas de
2016. Los cubanos no aportaron nada en ambos triunfos, y desde ese punto de
vista ni Obama ni Trump deben tener compromisos con esa fauna.
Sin embargo, sí tienen compromisos con
todo el empresariado estadounidense e incluso de origen cubano, que aboga por
fortalecer y desarrollar los vínculos bilaterales, y es muy difícil que ante
las inversiones ya en camino y las que están en proceso o amparadas por cartas
de intención y otros compromisos, puedan desmontarse. Los empresarios van a
defender sus intereses en Cuba, y si Trump tratara de ir contra ellos -a pesar
de que sería algo muy irracional e impropio de una persona de mentalidad
empresarial-, sería a muy alto costo político y económico porque son miles de
millones de dólares los que están en juego.
Pero lo primero que está por ver es si
Trump no rompe las negociaciones, si mantiene el diálogo, y en qué dirección,
si sigue y respeta los actuales patrones o trata de imponer otros criterios. En
fin, todo debe aclararse después del día 20 de enero cuando asuma el mandato
y entonces todo lo que ahora son simples dichos se convierta en política
de gobierno.
Pero al margen de esa
perspectiva, esta quinta ronda ha sido muy importante porque de alguna manera
ha establecido una especie de hoja de ruta –como se dice ahora- para llegar en
armonía hasta el minuto final de la administración demócrata y que, al mismo
tiempo, sirva como un puente para que se mantenga el camino de la negociación y
el diálogo con el máximo respeto y tolerancia, que han sido factores esenciales
en estos dos últimos años para el éxito del proceso hasta el momento.
Cuba tiene la esperanza de que el
nuevo gobierno estadounidense con Donald Trump al frente sea más institucional
y racional que visceral como lo fueron Bush padre e hijo y Reagan, y
tenga en cuenta los resultados alcanzados desde los anuncios del 17 de
diciembre de 2014, cuando comenzó este diálogo para restaurar las relaciones
bilaterales tras 55 años de hostilidades y enfrentamiento político.
Es una oportunidad que no puede ser
desaprovechada porque se ha logrado algo muy importante que va más allá del
acercamiento diplomático, como es el apoyo de los pueblos de Cuba y Estados
Unidos, incluida la mayoría de los residentes cubanos en Miami y otros estados,
al proceso de restablecimiento de relaciones totales.
En la quinta ronda ambas partes
definieron los pasos que deben dar en las próximas semanas, antes del cambio de
mandato en la Casa Blanca.
Acordaron que en ese período, es
decir, de ahora hasta finales de la primera quincena de enero de 2017, que se
realicen visitas de alto nivel, encuentros sobre temas regulatorios, energía,
propiedad intelectual y la concreción de acciones específicas en otros campos.
También acordaron que se celebren
reuniones técnicas entre las Tropas Guardafronteras de Cuba y el Servicio de
Guardacostas de Estados Unidos. Como ves, son pasos para tratar de blindar el
proceso, y aunque en el fondo hay un marcado interés económico, es decir,
comercial, financiero y de inversiones, la propia mecánica del bloqueo y las
restricciones que impone, no ha dado mucho margen a que en esa hoja de ruta se
profundice en ese aspecto del bloqueo que es esencial para Cuba como también lo
es el de la base naval de Guantánamo.
Trump, por elemental sentido práctico,
debe ponderar los pro y los contra de lo alcanzado y poner en la balanza del
pragmatismo empresarial que se le atribuye de forma serena, los costos y beneficios
de lo que recibe, así como la observación que acaba de hacer en La Habana el
Premio Nobel de Economía 2001 Joseph Stiglitz sobre el futuro económico de
Cuba.
La Isla tiene todas las condiciones
para un exitoso despegue económico por su invalorable inversión en la educación
ciudadana y la formación de capital humano altamente calificado en todos los
sectores y ramas, lo cual no deja dudas de que estará muy presente y activa en
los nuevos desarrollos y retos que ya está imponiendo el sector de los servicios,
que es el futuro de la humanidad, y en ese sentido Cuba se ha adelantado a
todos, algo que ya ha sido percibido por la Unión Europea que acaba de eliminar
después de una veintena de años la horrorosa posición común que frenaba las
relaciones del bloque con Cuba.
Trump quizás no tenga experiencia
política, pero le sobra como empresario lo cual no dejará de ser por mucho que
se adapte a la oficina oval.
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