En Estados Unidos de
América y en México, el establishment neoliberal tiene un doble discurso sobre
los indocumentados. Deplora el racismo de Trump pero aplica férreamente la
contención de migrantes. Finalmente de
lo que se trata es de precarizarlos y
abaratar sus salarios aún más.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El presidente electo
estadounidense hizo de los migrantes,
especialmente de los mexicanos, el principal chivo expiatorio de los males de
su país. Agitando de manera racista esta
bandera, Trump usó electoralmente el descontento de los trabajadores,
principalmente blancos, contra los efectos devastadores del neoliberalismo.
Prometió deportar a los calculados 11 millones de indocumentados y recuperar
para los estadounidenses los puestos de trabajo por ellos “usurpados” según su
decir. Y los demócratas encabezados por
Hillary Clinton también usaron
electoralmente el horror que nos ha inspirado el discurso que ocasiona
un déjà vu hitleriano. Se nos olvida que en materia de deportación de
indocumentados, demócratas y republicanos comparten dudosos honores. Bush Sr. deportó en 4 años a 160 mil inmigrantes, Clinton en 8
a 860 mil, Bush Jr. en igual período expulsó a 2 millones y finalmente Obama
también en 8 años deportó a 2.8 millones.
Igual indignación ha
causado, especialmente en México, el propósito de Trump de construir un muro de
cemento a lo largo de los 3,152 kilómetros de la frontera con éste país. Pero
en materia de muros para contener la migración del sur, hasta el momento
también demócratas y republicanos son muy parecidos. Los primeros 22 kilómetros
de muro metálico en la frontera sur de Estados Unidos de América, los construyó
el demócrata Clinton entre 1993 y 1994, es decir al inicio de su mandato.
Ciertamente Bush Jr. superó con creces esa cifra pues al término de sugestión
el muro superaba los mil kilómetros. Obama no amplió ese muro, pero elevó de 21
mil a 42 mil el número de agentes fronterizos. Trump es un fascista ni duda
cabe. Pero las semejanzas entre demócratas y republicanos nos muestran que la
contención de la migración del sur es una política de estado.
En México, el
establishment neoliberal ha puesto el grito en el cielo contra Trump. Se ha
rasgado las vestiduras contra la vociferancia antimexicana de éste. Pero sobre
todo le molesta el que Trump haya manifestado oposición al Tratado de Libre
Comercio. En materia de migración, los gobiernos mexicanos en los últimos 15
años han convertido a la frontera con Guatemala y a todo el territorio nacional
en la quinta frontera imperial. Han asumido como su propia política de estado,
la política de estado estadounidense. Basta observar lo difícil que es hoy
conseguir una visa mexicana en los países centroamericanos y la violencia que
se ejerce sobre los indocumentados en su paso por México, para ver que el muro en la frontera
norte también existe en éste país. En estos días, la organización no
gubernamental Sin Fronteras ha denunciado que entre 2000 y octubre de 2016, el
gobierno mexicano capturó a 2.3 millones de migrantes, buena parte de ellos
como se sabe, de origen
centroamericano. En Estados Unidos de América y en México, el establishment
neoliberal tiene un doble discurso sobre los indocumentados. Deplora el racismo
de Trump pero aplica férreamente la contención de migrantes. Finalmente de lo que se trata es de
precarizarlos y abaratar sus salarios
aún más.
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