En Centroamérica existen todos los elementos para que las organizaciones vinculadas al narcotráfico y sus secuaces se reproduzcan y florezcan, ayudados, además, por la complicidad de los que ahora se presentan como los grandes salvadores: los Estados Unidos de América.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
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El 12 de mayo de 2006, la ciudad de Sao Paulo, en Brasil, vivió la mayor ola de violencia de la que tenga memoria. Hubo cuarenta y cinco muertos, y la policía mató a ciento siete personas consideradas sospechosas de participar en los ataques. Esta ola de violencia fue desata por la organización criminal Primeiro Comando da Capital (PCC), jefeada por Marcos Williams Herbas Camacho, alias Marcola, hijo de un boliviano y una brasileña, quien inició su carrera delictiva a los nueve años de edad como carterista.
Marcola se encuentra actualmente preso pero eso no constituye ningún problema para él; en una entrevista que le realizara Ozorio Fonseca[1], dice que “con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio… ¿cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro?"
Desde la cárcel, entonces, dirige su imperio organizado como toda una empresa transnacional: “Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila es despedido y ´colocado en el microondas´”.
Desde la cárcel, entonces, dirige su imperio organizado como toda una empresa transnacional: “Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila es despedido y ´colocado en el microondas´”.
La organización empresarial de Marcola se sustenta en los miles de desesperanzados de las villas miseria: “En las villas miseria hay cien mil hombres bomba. (…) Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor”, dice gráficamente.
Aunque no constituye ninguna sorpresa, deja claro que del negocio participan “… diputados, senadores, hay generales, hay hasta ex-presidentes del Paraguay en el medio de la cocaína y de las armas.”
Parece importante tomar nota de lo que dice este hombre. Por un lado, en lo relativo a los grupos sociales que sustentan al crimen organizado. Primero, esa masa sin horizonte de esperanza, que trabaja informalmente sin ningún tipo de respaldo social y que, como dice Marcola citando a Dante (el “divino”, como le llama), le dicen a la sociedad: “Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno”. Y segundo, una capa corrupta que actúa desde el Estado.
Por otro lado, pone el dedo en la llaga al describirse como empresario-emprendedor del mercado de drogas y armas, eficiente, moderno, globalizado, dinámico. No hace más que reproducir los modos de funcionamiento del capitalismo salvaje. Ahí donde se cruzan los dividendos del mercado ilegal de drogas y armas con los de los mercados legales.
En Centroamérica existen todos los elementos para que los Marcola y sus secuaces se reproduzcan y florezcan, ayudados, además, por la complicidad de los que ahora se presentan como los grandes salvadores: los Estados Unidos de América. Como lo muestra la investigadora Mercedes Muñóz en su trabajo de 1999 titulado Narcotráfico, democracia y soberanía nacional en Costa Rica[2], “el narcotráfico y las acciones para combatirlo se subordinan a los objetivos geopolíticos de Estados Unidos en la subregión en la década de 1980. La prioridad dada a la lucha contra el peligro comunista no solo hace pasar a segundo plano el combate contra las drogas, sino que promueve y potencia la narcoactividad en el istmo centroamericano”.
Para el caso costarricense, la investigadora de la Universidad de Costa Rica señala en las conclusiones de su trabajo: “La experiencia de los últimos años indica que no solo los narcotraficantes violan la soberanía nacional, al irrespetar el espacio aéreo y marítimo de Costa Rica, y al corromper políticos y miembros de los poderes públicos, sino que también –y en mucho mayor grado- lo hacen los cuerpos de seguridad norteamericanos, tanto cuando se dedican a combatir el narcotráfico como cuando –por supuestos imperativos de seguridad nacional- deciden promoverlo o, al menos, tolerarlo”.
Por eso, ante la inminente llegada a Costa Rica de una fuerza militar digna de una verdadera ocupación, la pregunta que debemos hacernos es: ¿cuáles son los intereses geopolíticos que están atrás de este despliegue?
NOTAS:
[1] . La autenticidad de la entrevista ha sido puesta en duda. Puede encontrarse en: http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=5060
[2] . Anuario de Estudios Centroamericanos; Universidad de Costa Rica. Puede localizarse en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=15225202
[1] . La autenticidad de la entrevista ha sido puesta en duda. Puede encontrarse en: http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=5060
[2] . Anuario de Estudios Centroamericanos; Universidad de Costa Rica. Puede localizarse en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=15225202
1 comentario:
En una oportunidad ya sacamos a los filubusteros de Costa Rica, podemos y debemos sacarlos una vez más. Ya basta de que Estados Unidos, con sus políticas nefastas siga creyéndose el dueño del mundo pretendiendo hacer en cada país lo que se le antoje.
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