Hoy, como anteayer, Panamá encara un proceso de transición entre un país que ya no existe – aquel cuyo desarrollo culminó en la obra de Omar Torrijos y sus compañeros de generación-, y otro que aún se encuentra en construcción.
Guillermo Castro H. / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Ciudad Panamá
Palabras en la presentación del libro General Omar Torrijos de Panamá y de la Patria Grande. Editorial Trinchera, Caracas, Venezuela, 2010.
I
El libro que nos reúne hoy ha nacido con un doble propósito. En lo inmediato, por supuesto, para ayudarnos a comprender nuestro pasado. Pero además, y sobre todo, llega en el momento en que más lo necesitamos para establecer nuestras opciones de futuro. Es una edición sumamente cuidadosa, de textos organizados cronológicamente y presentados de una manera que permite comprenderlos en su valor intrínseco como en su circunstancia, y en lo que tienen de testimonio del proceso de formación y transformación constantes del pensamiento lúcido y la pasión de Patria que distinguieron a Omar Torrijos Herrera.
El comentario inicial, elaborado por Manuel Zárate, nos aporta una valiosa orientación para una lectura contextualizada, que ubica al General Torrijos, y al proceso de liberación nacional que convocó y dirigió, en la circunstancia histórica de la segunda mitad del siglo XX. Y en esa circunstancia, así expresada, permite entender a Omar en su momento, como entendió Martí a Bolívar en el suyo al decir que:
"A veces está listo el pueblo y no aparece el hombre. La América toda hervía: venía hirviendo de siglos: chorreaba sangre de todas las grietas, como un enorme cadalso, hasta que de pronto, como si de debajo de la tierra los muertos se sacudieran el peso odioso, comenzaron a bambolearse las montañas, a asomarse los ejércitos por las cuchillas, a coronarse los volcanes de banderas. De entre las sierras sale un monte por sobre los demás, que brilla eterno: por entre todos los capitanes americanos, resplandece Bolívar".[1]
El comentario de Zárate enfatiza además, lo que considera como tres transformaciones fundamentales que la gestión del General Torrijos aportó al desarrollo histórico de la nación panameña en la década de 1970. La primera fue un embrión de democracia participativa, de amplia base popular, donde hasta entonces había imperado una democracia representativa controlada por un número reducido de organizaciones políticas tradicionales que operaban al amparo de un aparato represivo que las protegía de las consecuencias de sus propios abusos. La segunda, una economía mixta – privada, estatal y social – donde antes había imperado exclusivamente la primera, en un esfuerzo encaminado a hacer más mucho más incluyente el desarrollo del capitalismo en Panamá. Y la tercera, agrega, una definición de la defensa nacional y la seguridad pública a partir de los intereses del país, y no ya simplemente dictada por las necesidades de la confrontación entre las grandes potencias de la Guerra Fría. Y cabría agregar otros elementos, por supuesto, como el de la extraordinaria ampliación de los derechos sociales, y el fomento de la inversión estratégica para el desarrollo nacional, cuyos logros aun rinden dividendos en el Fondo Fiduciario creado a partir de la privatización de los que fueran el Instituto de Recursos Hidráulicos y Electrificación y el Instituto Nacional de Telecomunicaciones, para mencionar apenas dos ejemplos destacados.
Pero, y sobre todo, el comentario de Manuel sirve para recordarnos que los seres humanos hacen su propia historia, pero no bajo las circunstancias que eligen, sino de aquellas que les han sido legadas por el pasado. [2] Así, Torrijos y sus compañeros de generación debieron encontrar y recorrer su propio camino, cometer sus propios errores, y conquistar sus logros más permanente, en medio de un tiempo especialmente convulso, en que alcanzaban su momento más agudo todas las contradicciones y todos los conflictos que había animado el desarrollo del siglo XX, y se iniciaba la implosión aún en curso del sistema internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial, y de la geocultura que lo caracterizó.
Aquí, solo cabría agregar a lo planteado por Zárate que Torrijos pudo ser el primero entre sus iguales porque supo reconocerse como integrante de una generación singular de nuestra historia: aquella que encontró su núcleo vital en las primeras generaciones de egresados de la Universidad de Panamá y, en particular, de quienes habían dado forma contemporánea al nacionalismo panameño a partir de las luchas del Frente Patriótico de la Juventud. Ese nacionalismo alcanzó su expresión más acabada en el proceso de liberación nacional que vivió el país en la década de 1970, en cuyo marco encontró el lenguaje y las formas de identidad y actividad política que le permitieron reconocerse como heredero de una historia más amplia y más compleja cuya culminación le correspondía.
II
Ese proceso de búsqueda y construcción de la propia identidad, y del lenguaje capaz de expresarla, está expresado con singular riqueza en los textos que integran este libro. Y no es casual, en esta perspectiva de gestación, la importancia que en ese proceso ocupan La Línea, que traza el rumbo a seguir más allá de la recuperación del Canal, y las Ideas en Borrador – y hay más riqueza en este título de lo que parece a primera vista, que identifica las tareas y las dificultades que ese rumbo tendría que encarar.
Visto así, la comprensión del proceso que Omar convocó y dirigió gana en plenitud y complejidad desde una perspectiva histórica y teórica aun más amplia, que este libro estimula a explorar y desarrollar. La nación, en primer término, emerge aquí como una forma histórica de organización de las luchas sociales, que evoluciona y cambia a lo largo del tiempo en un proceso que puede ser orientado – pero no violentado – por una voluntad política capaz de razonar con luces largas, de ejercerse con luces cortas, y de pasar de las unas a las otras en la medida en que lo requieran las necesidades del recorrido.
Esa voluntad no se llama nunca a engaño, y nos incita en todo momento a plantearle a la realidad preguntas que un espíritu conservador y complaciente nunca se haría. Esas preguntas, por ejemplo, se refieren al carácter y el papel de la política en nuestra historia, empezando por el hecho de que los tres tratados que modifican el de 1903 y dan paso a lo que Omar llamó el alpinismo generacional en el ascenso hacia nuestra soberanía – el de 1936, el de 1955 y el de 1977 – están firmados por políticos vinculados a golpes de Estado por un lado – en 1931, 1951 y 1968 – y a iniciativas fundamentales en el desarrollo de nuestra identidad y nuestra institucionalidad. Por contraste, los regímenes inmediatamente precedentes a los que negociaron esos tratados aparecen asociados a la gestión de convenios como los de 1925, 1947 y 1968 que, o buscaban consolidar la condición colonial del enclave extranjero en nuestro territorio, o procuraban pretextos para prolongar su presencia.
En esta perspectiva, los textos de Omar Torrijos que nos ofrece este libro recogen y expresan la íntima relación existente entre la política interior y la exterior en el desarrollo del Estado panameño. En esa relación, resulta evidente que las negociaciones que condujeron a grandes logros en la construcción del Estado a través de la transformación de las relaciones con los Estados Unidos fueron siempre aquellas que, en cada momento, se sustentaban en medidas de política interior que expresaban el interés general de la nación en cada momento de su desarrollo. Ese interés puede y debe ser definido como el de los sectores sociales fundamentales que buscaban superar obstáculos comunes a su desarrollo como tales sectores, nunca como masa indiferenciada. Y esto permite entender que en cada ocasión, una vez superados esos obstáculos, el desarrollo de cada uno de esos sectores sociales terminara por generar nuevas y más complejas contradicciones entre ellos.
Estos problemas afloran una y otra vez en textos de este libro, como La Línea, que en 1979 advertía con toda claridad los riesgos que enfrentaba el proceso de liberación nacional en su fase de consolidación, al señalar que si el Partido Revolucionario Democrático aplastaba con su fuerza al poder legislativo, se estaría “propiciando que se rompa el equilibrio que debe existir en esta rama del diario devenir ciudadano. Si la [asamblea] legislativa se impone a la fuerza al pueblo, con la ayuda de los fusiles, estamos propiciando una dictadura sin uniforme. Y si la Guardia se impone, lo que se está propiciando es una burla.” [3]
Aún está pendiente entre nosotros debatir el grado y alcance con que estas advertencias se convirtieron en realidades tras la muerte del General Torrijos, y el modo en que esas realidades contribuyeron a crear, desde dentro, las condiciones que condujeron a la destrucción de las propias fuerzas armadas panameñas a lo largo de la década de 1980. Y esto hace aún más valiosa la decisión de publicar este libro, que permitirá a Omar Torrijos promover ese debate, y animarlo.
III
Toca concluir aquí, con una última reflexión sobre lo que este libro nos aporta en cuanto a la identificación de nuestras opciones de futuro. Hoy, como anteayer, Panamá encara un proceso de transición entre un país que ya no existe – aquel cuyo desarrollo culminó en la obra de Omar Torrijos y sus compañeros de generación-, y otro que aún se encuentra en construcción. La sociedad y el gobierno de la cosa pública se encuentran enfrentadas en el proceso de pasar de un Estado concebido para promover un estilo de desarrollo protegido al margen de un enclave de capital monopólico de un Estado extranjero a otro, nuevo, que fomente un estilo de desarrollo abierto, organizado a partir de la Plataforma de Servicios Transnacionales que viene tomando forma en el entorno de la vía interoceánica, y del enorme potencial de nuestro territorio para proveer servicios y bienes ambientales de un valor cada vez mayor.
Hoy, los desencuentros entre los diversos sectores de la vida nacional en el marco de dicho proceso nos advierten que el reto de nuestro tiempo no consiste en administrar con mayor eficiencia una estructura agotada en función de los intereses de algún sector en particular, sino en fomentar y orientar de manera eficaz la formación de las nuevas estructuras de gestión que el país requiere para incluir para incluir a sus grandes mayorías en un proceso de desarrollo nuevo, que sea sostenible por lo humano que llegue a ser. Aquí, sin duda, el mayor de todos los problemas a resolver consiste en que las estructuras de gestión pública – y las mentalidades correspondientes a las mismas – perdieron hace mucho la capacidad que alguna vez tuvieron para propiciar la formación de tejido social nuevo, que permita al Estado actuar en acuerdo de conjunto con la ciudadanía, y que permita a la ciudadanía ejercer un verdadero control social de la gestión estatal.
En esta circunstancia, convendría empezar por un examen atento de experiencias y logros muy valiosos que ya hemos obtenido en esta transición. El primero y más evidente de esos logros consiste en que, gracias a los Tratados Torrijos Carter, hemos llegado finalmente a ser un Estado capaz de ejercer a plenitud su soberanía en todo su territorio. Todo lo demás deriva de allí: la administración eficiente del principal recurso estratégico de la nación por el Estado, a través de la Autoridad del Canal de Panamá; el crecimiento y diversificación de las fuerzas productivas del país, y la creciente convergencia de amplios sectores de la vida nacional en la construcción de una sociedad nueva, más segura, más incluyente y mucho más sustentada en la participación democrática de sus ciudadanos.
Hay mucho que hacer, en verdad, y mucho que aprender. Para encarar con éxito el desafío de la transición hacia un Estado nuevo, conviene recordar que el mejor camino es el que nos lleve desde lo que somos a lo que aspiramos a ser. Aquí, ahora, no basta crecer en el mundo. Hay que ir más allá. Hay que crecer con el mundo, para ayudarlo a crecer y cambiar de un modo que nos permita colaborar a todos en la superación de las estructuras globales, regionales y locales que generan la desigualdad en el acceso a los frutos del progreso, y renuevan sin cesar – entre nosotros y en torno nuestro – los obstáculos al desarrollo que surgen de la pobreza, la incultura y el atraso. De otro modo, nos veremos arrastrados una y otra vez, contra los vientos y mareas de los tiempos nuevos, al intento de encarar los problemas del mañana desde las mentalidades y las conductas de anteayer.
Ante desafíos así hay que ser creativos, sin duda alguna. Pero la creatividad sólo será útil en la medida en que sea auténtica, esto es, en que hunda sus raíces en la realidad que debemos transformar. ¿Cómo será el nuevo Estado panameño? Es difícil imaginarlo en detalle en las actuales circunstancias, tan marcadas por el conflicto entre lo nuevo que emerge, y lo viejo que se resiste a desaparecer. Aun así, cabe imaginar que no será simplemente el Estado que resulte más adecuado no sólo para llevar a su culminación los primeros grandes logros de nuestra transición.
Además, y sobre todo, deberá ser el Estado que resulte más capaz de encarar, encauzar y convertir en una fuerza transformadora toda la enorme energía social que surge de la acentuación de las desigualdades y los conflictos internos de nuestra propia sociedad. Este ha de ser, por necesidad, el punto de partida de un debate que entre nosotros apenas empieza. Y en ese debate, como en el curso de las acciones que resulten del mismo, pasarán sin duda de borrador a realidades las ideas que hoy, nuevamente, nos aporta Omar Torrijos, cuando más falta nos hacen.
Panamá, 27 de julio de 2007
Panamá, 27 de julio de 2007
NOTAS
[1] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII, 251: “La fiesta de Bolívar en la Sociedad Literaria Hispanoamericana”. Patria. Nueva York, 31 de octubre de 1893.
[2] Marx, Karl: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Escrito: Diciembre de 1851 - marzo de 1852. Fuente: C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, páginas 404 a 498. MIA, abril 2000. http://www.marxists.org/espanol/indice.htm
[3] General Omar Torrijos de Panamá y de la Patria Grande. Editorial Trinchera, Caracas, Venezuela, 2010, p. 265.
[1] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII, 251: “La fiesta de Bolívar en la Sociedad Literaria Hispanoamericana”. Patria. Nueva York, 31 de octubre de 1893.
[2] Marx, Karl: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Escrito: Diciembre de 1851 - marzo de 1852. Fuente: C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, páginas 404 a 498. MIA, abril 2000. http://www.marxists.org/espanol/indice.htm
[3] General Omar Torrijos de Panamá y de la Patria Grande. Editorial Trinchera, Caracas, Venezuela, 2010, p. 265.
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