Cuando el dictador se encuentra con una institución como la Universidad, éste fantasea, que puede controlar lo que ocurre entre científicos, filósofos, los historiadores, literatos y sus estudiantes. Trata de hacerlo por medio de comerciantes, banqueros y constructores de centros vacacionales para ricos, que coloca en la alta dirección política de la institución.
Dr. Samuel Silva Gotay* / Universidad de Puerto Rico
Agradecemos el envío de este texto al Dr. Carlos Pérez Morales, geógrafo e historiador, miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Puertorriqueña de Historiadores.
Por más brutal, tosca, prepotente y déspota que sea una dictadura y por más daño material, físico y social que inflija, estará montada en última instancia sobra la fantasía del poder absoluto. Las dictaduras, sea la de Trujillo, o la de Rivera Schatz [senador puertorriqueño] y Luis Fortuño [gobernador colonial de Puerto Rico], añaden policías, se burlan de acuerdos, compran sindicatos, usan personeros que por sus conductas terminan en la cárcel para determinar los nombramientos de jueces, fabrican legislaciones en cuarto oscuros a espaldas del pueblo que supuestamente representan, y a las instituciones del conocimiento las rigen con miopía, desapego a la verdad y con la prepotencia que procede del que no sabe. Estas dictaduras creen que se fundamentan en la roca viva. Pero la fantasía del poder, que acusa la inseguridad, el vacío existencial, el hambre, el complejo de inferioridad del que no es nada frente a lo que focaliza como lo más valioso, se disuelve en abuso, violación de los cánones de la verdad y la ética, en la negación del orden político humano y la adoración de becerros de oro, que no son otra cosa que eso, becerros. Así que esto no tiene fundamento en la roca viva, tanto por su origen como por sus frutos. Es pura fantasía.
El dictador, sea, Pinochet, Rivera Schatz, Igri Rivera, o Rodríguez Emma, fantasea. No vive de la realidad. No vive de la realidad de los demás seres humanos. La realidad es social. Pertenece a todos y todos la producen. Cuando el dictador dicta autoritariamente la realidad, se la inventa en su fantasía. Para hacerla real, tiene que aplastar los seres humanos, borrar la verdad, burlarse de editoriales y de la opinión del público, quitar gente de verdad y poner gente de embuste que hagan digan lo que él quiere y así, cree el dictador, que va fabricando la realidad que sólo está en su fantasía. Cuando la realidad de verdad le contradice la de la fantasía, la ira (no santa, sino la del demonio) se apodera del dictador y es capaz de llegar a los extremos de violar constituciones, acuerdos judiciales, intentar encarcelar gente inocente, quitar el salario a trabajadores, adulterar instituciones de gran importancia para la vida de un país y aun hay países, donde se les hace fácil secuestrar personas o buscar las maneras de liquidarlas.
El dictador fantasea sobre el poder absoluto. Tiene que ser TODO EL PODER. No puede ser el poder negociado, poder compartido, poder repartido constitucionalmente, poder dividido, poder cooperativo, poder coordinado, o poder transitorio. Pero como la realidad verdadera es que en la sociedad todos tienen alguna medida de poder, porque todos tienen espacios, lugar existencial y de trabajo, y por consecuencia, todos tienen intereses, necesidades y derechos, resulta entonces, que el dictador no puede reconciliar su fantasía de poder absoluto con la realidad verdadera. De aquí que sea un ser con hambre permanente de poder. Solo se puede saciar borrando, acaparando, robando el poder de todos, hasta tener todo el poder con el que fantasea.
Cuando el dictador se encuentra con una institución como la Universidad, éste fantasea, que puede controlar lo que ocurre entre científicos, filósofos, los historiadores, literatos y sus estudiantes. Trata de hacerlo por medio de comerciantes, banqueros y constructores de centros vacacionales para ricos, que coloca en la alta dirección política de la institución. Para dar la cara, inicialmente, porque hay que ocultar el verdadero rostro de los síndicos banqueros, constructores de complejos vacacionales y donantes del partido, para que representen algo que parezca “universitario”, procede entonces el dictador a desenterrar a un profesor que haya muerto en el olvido y lo amarra a la silla de mandar. Este se encarga de hacerle el trabajo de secuestrar el poder de los Senados Académicos, las Jutas Administrativas de decanos y profesores y la Junta Universitaria, para que los síndicos pasen triunfalmente a escena.
Es entonces, cuando todo el paquete de los representantes del dictador entra a la gran escena del teatro del mundo a representar el drama de los chimpancés tratando de desarmar una bomba atómica. Si alguien con sentido de la realidad no los ataja, pueden estar no cincuenta, sino cien días, buscando como resolver el problema que ellos mismos han creado. Un juez que escapa al poder absoluto del dictador, habrá de intervenir para lograr un acuerdo judicial limpio, pero en desafío a los acuerdos civilizados, el dictador convertirá el documento en un “papelito” y volverá a la consecución obsesiva de su fantasía, negando así la realidad verdadera. Entonces le romperá el brazo a sus propios síndicos que facilitaron el acuerdo contra sus fantasías y nombrará nuevos, acumulando síndico tras síndico como tarjetas de pokemon, para obliterar el acuerdo de su Junta con la que intenta gobernar la Universidad. Convocará a su Secretario de Servicios Sínicos para que le prepare una declaración pomposa revestida de oropel, que habrá de decir, que estos nuevos e innecesarios nombramientos se hacen “para que se promueva el desarrollo académico y administrativo de la Universidad y para que se garantice unas mayor representatividad de todos los sectores académicos”. Para ello habrá nombrado al dueño de la Caja de los Tapes musicales, a un abogado especialista en conseguir pensiones ilegales, a unos de sus tesoreros que le guarda los dineros y a una desconocida.
Todos los nuevos síndicos se regocijan en su tarea de “promover el desarrollo académico” desde su total ignorancia, y el dictador los obliga , la bajeza, el descredito y la infamia contra estudiantes, profesores jóvenes y contra empleados, ante los ojos del pueblo. En su fantasía, el dictador tratará de sacarle los ojos al pueblo, para que no lo vean. Cerrará las puertas y pondrá candados donde quiera que tenga sus enviados tomando decisiones. Cuando le haya sacado los ojos al pueblo, el dictador habrá cumplido su fantasía.
* El Dr. Samuel Silva Gotay es Profesor Distinguido de la Universidad de Puerto Rico en la Facultad de Ciencias Sociales en Río Piedras. Es autor de los siguientes libros, (1) El pensamiento Cristiano revolucionario en América Latina y el Caribe, Salamanca, 1981, con tres ediciones posteriores y dos traducciones, una al alemán, otra al portugués; (2) Protestantismo política en Puerto Rico: 1898-1930, San Juan, Editorial Universidad de Puerto Rico, 1997; 1998; (3) Catolicismo y política en Puerto Rico, bajo España y Estados Unidos, siglos XIX y XX; San Juan, Ed. Universidad de Puerto Rico, 2005. Actualmente trabaja en el volumen Religión y política en Puerto Rico en el periodo de la Guerra Fría: 1960-1990.
Por más brutal, tosca, prepotente y déspota que sea una dictadura y por más daño material, físico y social que inflija, estará montada en última instancia sobra la fantasía del poder absoluto. Las dictaduras, sea la de Trujillo, o la de Rivera Schatz [senador puertorriqueño] y Luis Fortuño [gobernador colonial de Puerto Rico], añaden policías, se burlan de acuerdos, compran sindicatos, usan personeros que por sus conductas terminan en la cárcel para determinar los nombramientos de jueces, fabrican legislaciones en cuarto oscuros a espaldas del pueblo que supuestamente representan, y a las instituciones del conocimiento las rigen con miopía, desapego a la verdad y con la prepotencia que procede del que no sabe. Estas dictaduras creen que se fundamentan en la roca viva. Pero la fantasía del poder, que acusa la inseguridad, el vacío existencial, el hambre, el complejo de inferioridad del que no es nada frente a lo que focaliza como lo más valioso, se disuelve en abuso, violación de los cánones de la verdad y la ética, en la negación del orden político humano y la adoración de becerros de oro, que no son otra cosa que eso, becerros. Así que esto no tiene fundamento en la roca viva, tanto por su origen como por sus frutos. Es pura fantasía.
El dictador, sea, Pinochet, Rivera Schatz, Igri Rivera, o Rodríguez Emma, fantasea. No vive de la realidad. No vive de la realidad de los demás seres humanos. La realidad es social. Pertenece a todos y todos la producen. Cuando el dictador dicta autoritariamente la realidad, se la inventa en su fantasía. Para hacerla real, tiene que aplastar los seres humanos, borrar la verdad, burlarse de editoriales y de la opinión del público, quitar gente de verdad y poner gente de embuste que hagan digan lo que él quiere y así, cree el dictador, que va fabricando la realidad que sólo está en su fantasía. Cuando la realidad de verdad le contradice la de la fantasía, la ira (no santa, sino la del demonio) se apodera del dictador y es capaz de llegar a los extremos de violar constituciones, acuerdos judiciales, intentar encarcelar gente inocente, quitar el salario a trabajadores, adulterar instituciones de gran importancia para la vida de un país y aun hay países, donde se les hace fácil secuestrar personas o buscar las maneras de liquidarlas.
El dictador fantasea sobre el poder absoluto. Tiene que ser TODO EL PODER. No puede ser el poder negociado, poder compartido, poder repartido constitucionalmente, poder dividido, poder cooperativo, poder coordinado, o poder transitorio. Pero como la realidad verdadera es que en la sociedad todos tienen alguna medida de poder, porque todos tienen espacios, lugar existencial y de trabajo, y por consecuencia, todos tienen intereses, necesidades y derechos, resulta entonces, que el dictador no puede reconciliar su fantasía de poder absoluto con la realidad verdadera. De aquí que sea un ser con hambre permanente de poder. Solo se puede saciar borrando, acaparando, robando el poder de todos, hasta tener todo el poder con el que fantasea.
Cuando el dictador se encuentra con una institución como la Universidad, éste fantasea, que puede controlar lo que ocurre entre científicos, filósofos, los historiadores, literatos y sus estudiantes. Trata de hacerlo por medio de comerciantes, banqueros y constructores de centros vacacionales para ricos, que coloca en la alta dirección política de la institución. Para dar la cara, inicialmente, porque hay que ocultar el verdadero rostro de los síndicos banqueros, constructores de complejos vacacionales y donantes del partido, para que representen algo que parezca “universitario”, procede entonces el dictador a desenterrar a un profesor que haya muerto en el olvido y lo amarra a la silla de mandar. Este se encarga de hacerle el trabajo de secuestrar el poder de los Senados Académicos, las Jutas Administrativas de decanos y profesores y la Junta Universitaria, para que los síndicos pasen triunfalmente a escena.
Es entonces, cuando todo el paquete de los representantes del dictador entra a la gran escena del teatro del mundo a representar el drama de los chimpancés tratando de desarmar una bomba atómica. Si alguien con sentido de la realidad no los ataja, pueden estar no cincuenta, sino cien días, buscando como resolver el problema que ellos mismos han creado. Un juez que escapa al poder absoluto del dictador, habrá de intervenir para lograr un acuerdo judicial limpio, pero en desafío a los acuerdos civilizados, el dictador convertirá el documento en un “papelito” y volverá a la consecución obsesiva de su fantasía, negando así la realidad verdadera. Entonces le romperá el brazo a sus propios síndicos que facilitaron el acuerdo contra sus fantasías y nombrará nuevos, acumulando síndico tras síndico como tarjetas de pokemon, para obliterar el acuerdo de su Junta con la que intenta gobernar la Universidad. Convocará a su Secretario de Servicios Sínicos para que le prepare una declaración pomposa revestida de oropel, que habrá de decir, que estos nuevos e innecesarios nombramientos se hacen “para que se promueva el desarrollo académico y administrativo de la Universidad y para que se garantice unas mayor representatividad de todos los sectores académicos”. Para ello habrá nombrado al dueño de la Caja de los Tapes musicales, a un abogado especialista en conseguir pensiones ilegales, a unos de sus tesoreros que le guarda los dineros y a una desconocida.
Todos los nuevos síndicos se regocijan en su tarea de “promover el desarrollo académico” desde su total ignorancia, y el dictador los obliga , la bajeza, el descredito y la infamia contra estudiantes, profesores jóvenes y contra empleados, ante los ojos del pueblo. En su fantasía, el dictador tratará de sacarle los ojos al pueblo, para que no lo vean. Cerrará las puertas y pondrá candados donde quiera que tenga sus enviados tomando decisiones. Cuando le haya sacado los ojos al pueblo, el dictador habrá cumplido su fantasía.
* El Dr. Samuel Silva Gotay es Profesor Distinguido de la Universidad de Puerto Rico en la Facultad de Ciencias Sociales en Río Piedras. Es autor de los siguientes libros, (1) El pensamiento Cristiano revolucionario en América Latina y el Caribe, Salamanca, 1981, con tres ediciones posteriores y dos traducciones, una al alemán, otra al portugués; (2) Protestantismo política en Puerto Rico: 1898-1930, San Juan, Editorial Universidad de Puerto Rico, 1997; 1998; (3) Catolicismo y política en Puerto Rico, bajo España y Estados Unidos, siglos XIX y XX; San Juan, Ed. Universidad de Puerto Rico, 2005. Actualmente trabaja en el volumen Religión y política en Puerto Rico en el periodo de la Guerra Fría: 1960-1990.
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