La economía latinoamericana basada en la explotación de recursos no crea bienestar y resulta insostenible frente a la amenaza del cambio climático, según el uruguayo Eduardo Gudynas, investigador principal del Centro Latinoamericano de Ecología Social.
(En la fotografía, Eduardo Gudynas)
Gudynas, quien estuvo en Lima para dictar un taller con la Red Peruana por una Globalización con Equidad, es uno de los colaboradores del nuevo informe Perspectivas del Medio Ambiente de América Latina y el Caribe (GEO-ALC), elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y que será presentado oficialmente este año.
TIERRAMÉRICA: Usted asegura que en América Latina hay un desequilibrio entre la explotación de los recursos y la protección de la naturaleza. ¿Cuán grave es el problema?
EDUARDO GUDYNAS: América Latina afronta un estado de emergencia ambiental, porque el ritmo para establecer nuevas áreas protegidas y fijar los controles ambientales, por ejemplo en el sector industrial, es mucho más lento que el incremento de los impactos negativos de la extracción de recursos.
TIERRAMÉRICA: Con el cambio climático, ¿el riesgo es mayor?
EG: Mucho más, no sólo por la vulnerabilidad de los países en desarrollo, sino porque no se aborda la responsabilidad de América Latina. Siempre se deja en segundo plano que la principal fuente de emisiones de gases invernadero en la región es la deforestación, seguido de la modificación del uso del suelo y de la agricultura. Por lo tanto, discutir sobre cambio climático es hablar de desarrollo rural, políticas agropecuarias y tenencia de la tierra. Pero hay intereses económicos y políticos que lo impiden. Es más sencillo plantear el recambio de lámparas que estos grandes temas. En los ámbitos internacionales se insiste en la responsabilidad histórica de las emisiones de los países del Norte y se les exige compensaciones, pero no se actúa en la región para afrontar el cambio climático y preservar el patrimonio ecológico.
TIERRAMÉRICA: ¿Cómo llegamos a este grado?
EG: Históricamente se ha sostenido que el camino del desarrollo para América del Sur es la apropiación y extracción de recursos naturales. La atención estaba en cómo hacerlo más eficiente y se desaprovechó la posibilidad de diversificar las economías en los años de precios altos de los productos básicos. Así se acentuó la ‘primarización’ de la economía a costa del daño ambiental, incluso en países con una industria relevante como Brasil.
TIERRAMÉRICA: ¿Cuáles son los "pacientes" de la región en peor estado?
EG: Brasil está en situación crítica por su apropiación casi absoluta de los recursos y los impactos. Le siguen los países andinos, como Perú (con grandes proyectos mineros) y Ecuador (por la explotación petrolera). Brasil ya es un gran país minero, principalmente de hierro y aluminio, y tiene una política para incrementar esta producción con tributación baja para seguir atrayendo inversión extranjera. Lo más preocupante es que, en esa estrategia, flexibiliza la normativa ambiental. También la búsqueda de "energía barata" con complejos hidroeléctricos en la Amazonia.
TIERRAMÉRICA: ¿El "extractivismo" es malo en sí mismo o el problema es que no se hacen bien las cuentas al no incluir el costo de los daños ambientales y sociales?
EG: No es malo, pero hay un sobreconsumo global de materias primas. Se debe contabilizar el impacto económico del daño social y ambiental para evaluar los costos del proceso productivo, tomando en cuenta su contribución al cambio climático. Pero esas evaluaciones no se hacen, pues de lo contrario estos proyectos no serían aprobados. Los impactos en las zonas donde se extraen los recursos pasan inadvertidos y eso explica por qué hay conflictos. Se provoca la paradoja del bienestar macroeconómico por sobre el daño local.
TIERRAMÉRICA: ¿Esto sucede tanto en países gobernados por partidos de centro o de derecha como donde la izquierda es mayoría?
EG: Así es. Aunque hay diferencias sustanciales sobre el papel que juega el Estado en el sector extractivista. En países gobernados por la izquierda, como Bolivia o Brasil, se utiliza parte de la riqueza generada por este sector en programas sociales como legitimación política para seguir explotando los recursos. A estas alturas, el extractivismo, además de ser un problema político, es cultural. Está profundamente arraigada la idea de que la minería y el petróleo son fuentes de riqueza y que deben ser aprovechadas cuanto antes. Los gobiernos de izquierda han utilizado esa idea para decir que ellos son más eficientes en el uso de los recursos de la Tierra. Al ser un problema cultural, se reproduce en diferentes corrientes políticas.
TIERRAMÉRICA: Entonces, ¿cómo se puede generar otras alternativas para un desarrollo sustentable?
EG: Ese es el problema. Como la idea del extractivismo está tan naturalizada, otras alternativas son vistas con desconfianza o rechazadas. Y esta situación es grave porque hay sectores como el petróleo que van a desaparecer. La supervivencia está en un sendero ‘postextractivista’.
TIERRAMÉRICA: ¿Qué papel juega la integración en ese camino?
EG: Un rol fundamental. Para salir de esta estrategia se requiere una coordinación económica y social con los países vecinos, incluso si esas alternativas no se plantearan anular toda la industria minera o petrolera, sino reformularla.
TIERRAMÉRICA: ¿Cómo negociar la integración con Brasil sin salir perdiendo? El acuerdo energético de ese país con Perú tiene visos de desigualdad.
EG: Un objetivo primordial es reducir las asimetrías entre las naciones. Que el más chico se acerque al nivel de desarrollo relativo del más grande. Perú no sólo debería vender energía eléctrica a Brasil para quedarse con los daños ambientales y sociales y además tenerle que comprar sus automóviles. Hay que buscar otras formas para que el vecino avance.
* Este artículo fue publicado originalmente el 3 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
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