Más de 62 por ciento de los niños, niñas y adolescentes, unos 113 millones, sufre algún tipo de pobreza, según un documento publicado por la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
¿Los niños serán los últimos?
Los organismos internacionales, las agencias calificadoras de riesgo y la mayoría del mundo inversor coinciden en que América Latina tendrá un crecimiento de su economía por encima del que registrarán los países centrales, en los próximos diez años. Llaman desesperadamente a canalizar sus flujos de divisas hacia la región.
Esta circunstancia ha puesto de buen humor a muchos gobernantes de las naciones latinoamericanas, presionados desde hace un largo tiempo por la brusca contracción de la actividad económica global iniciada en los Estados Unidos y cuya onda expansiva lesiona hoy las cuentas europeas.
Esta euforia desmedida contrasta con la situación social en la región, en especial bajo la cual vive la infancia. Más de 62 por ciento de los niños, niñas y adolescentes, unos 113 millones, sufre algún tipo de pobreza, según un documento publicado por la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Estas organizaciones difundieron días atrás el documento “La pobreza infantil: un desafío prioritario”, realizado por los investigadores Ernesto Espíndola y María Nieves Rico, que redefinieron el concepto. Ambos postulan que la medición de la pobreza implica considerar pobre a un niño ante el incumplimiento de al menos uno de sus derechos humanos, económicos, sociales y culturales.
Los investigadores consideran, por ejemplo, que si bien los niños que están en situación de pobreza moderada no sufren un deterioro serio en sus condiciones de vida, ven mermadas sus oportunidades futuras. “La mala nutrición, el rezago y el abandono escolar, la falta de expectativas y la discriminación que sufren por ser pobres, no solo afectan sus derechos en el presente, sino que los dejarán en los estratos más bajos de la escala social, haciendo que en la adultez reproduzcan la precariedad en su bienestar y, por tanto, afecten a las generaciones siguientes”, explican.
El estudio toma en cuenta la nutrición, el acceso a agua potable, conexión a servicios de saneamiento, material de vivienda y número de personas por habitación, asistencia a la escuela y años de escolaridad y tenencia de radio, televisión o teléfono y acceso a electricidad, cuya privación contribuye a un cuadro de pobreza y exclusión social, detalla la Cepal.
Los números son contundentes. En América Latina, del conjunto de niños, niñas y adolescentes, 29,2 por ciento sufre privaciones moderadas o graves, además de que su familia no cuenta con ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Casi 16 por ciento sufre privaciones moderadas o severas, pese a que su familia tiene ingresos que potencialmente serían suficientes para evitar esas privaciones. Casi 18 por ciento de los niños no sufre privaciones que violen sus derechos infantiles, pero pertenece a hogares con ingresos insuficientes.
Los últimos datos indican que la pobreza infantil extrema en Brasil, la economía más pujante y deseada por los inversores en la región, alcanza a 8,5 millones de niños (14,6 por ciento), mientras que la pobreza total asciende a 22,7 millones (38 por ciento). En México, 4,3 millones de niños sufren pobreza extrema (11 por ciento) y 15,8 pobreza total (40,4 por ciento). En Perú, 4,1 millones (36 por ciento) y 7,9 millones (73 por ciento), respectivamente.
Estos tres países ofrecen altos rendimientos a los flujos de inversión este año. ¿Podrán también brindar un presente digno a su niñez o continuará operando allí el principal problema que afecta a América Latina: crecimiento económico con injusticia social?
Ciento trece millones de niños esperan una respuesta.
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