Al evocar el golpe militar tenemos que tener presente las 30.000 vidas segadas, por supuesto. Y debemos seguir exigiendo la revisión de esa historia negra con castigo a los culpables. Pero junto a eso debemos levantar las banderas contra el empobrecimiento que sufrió el país, contra el crecimiento imparable de las villas miserias, contra la precarización laboral, contra el retorno de enfermedades infecto-contagiosas, contra el analfabetismo que se disparó, elementos todos que ese golpe posibilitó.
Marcelo Colussi / Para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Ciudad de Guatemala
A lo largo de su historia institucional Argentina, igual que la gran mayoría de países latinoamericanos, conoció innumerables procesos militares, quiebres de su orden constitucional, gobiernos de facto. Pero ninguno de ellos alteró estructuralmente su situación. El país fue, desde principios del siglo XX, gran agroexportador de cereales y carne vacuna al par que el lugar más industrializado de la región, y eso se trasuntó en una relativa bonanza económica –en términos comparativos con sus vecinos– que no modificó ningún golpe de Estado.
Ello viene a demostrar que las formas políticas que adquiere una sociedad no son los verdaderos factores de poder que cimentan todo el andamiaje social. Es decir, y para utilizar una terminología hoy supuestamente “pasada de moda” (pero en realidad más vigente que nunca): la estructura económica sigue siendo la plataforma sobre la que se construye la superestructura jurídico-política. El gobierno de turno (civil o militar) no es sino un administrador de las riquezas sociales, que siempre pertenecen a un clase, aunque ello no se diga claramente y se encubra con la manoseada noción de “patria”. Lea el artículo completo aquí…
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