Abandonar a los pueblos árabes en esta batalla decisiva sería un error imperdonable, tanto desde el punto de vista ético como desde el más específicamente político. Sería traicionar el internacionalismo del Che y de Fidel y archivar, tal vez definitivamente, los ideales bolivarianos. No hay que perder esta oportunidad.
Atilio A. Boron / Página12
La inesperada rebelión en el mundo árabe tomó a todos por sorpresa. Las satrapías del Magreb y Medio Oriente quedaron tan pasmadas como sus amos imperiales por la eclosión que se originó en un incidente relativamente marginal, más allá de lo terrible y doloroso que fue en el plano individual: la autoinmolación de Muhammad Al Bouazizi, un graduado universitario tunecino de 26 años que no encontraba trabajo y que se entregó a las llamas porque la policía le impedía vender frutas y verduras en la calle. El terrible sacrificio de su protesta fue la chispa que incendió la reseca pradera de una región conocida por la opulencia de sus oligarquías gobernantes y la secular miseria de las masas. O, para decirlo con las palabras siempre bellas de Eduardo Galeano, lo que encendió “la hermosa llamarada de libertad” que prendió fuego al mundo árabe y que tiene al imperialismo sobre ascuas.
No es casual, entonces, que los acontecimientos del mundo árabe hayan sumido en la confusión a buena parte de la izquierda latinoamericana. Lea el artículo completo aquí…
No hay comentarios:
Publicar un comentario